Categoría: Siglo XIX

  • El idioma actual tagalo de Filipinas y el Castellano

    El idioma actual tagalo de Filipinas y el Castellano

    El idioma castellano comenzó a predominar sobre las muchas lenguas nativas de Filipinas a partir de 1565, fecha en que la expedición de Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta, procedente de la Nueva España (hoy México), llega a Cebú y funda el primer asentamiento castellano en el archipiélago.

    Al principio, el aprendizaje del castellano era opcional, no obligatorio. Como en algunos lugares de América, los misioneros predicaron el catolicismo a los nativos en lenguas locales. En 1593 se fundó la primera imprenta local. En 1595 se establece la primera institución académica del país, el Colegio de San Ildefonso, fundado por los jesuitas en Cebú y que más tarde se convertiría en la Universidad de San Carlos. En Manila se funda la Universidad de Santo Tomás por los dominicos en 1611. Ambas universidades se disputan el reconocimiento de universidad más antigua de Asia.

    En 1863, la reina Isabel II de España decreta la creación de un sistema escolar público en todos los territorios castellanos. Esto da lugar a la creación de escuelas públicas con enseñanza en castellano en la mayoría de pueblos y ciudades de Filipinas. A principios del siglo XX, el castellano se mantiene como la lengua franca del país y el idioma de la educación, prensa, comercio, política y justicia.

    En Manila, el castellano se había generalizado hasta estimarse alrededor del 50 % la población de la capital con capacidad para comunicarse en castellano a finales del siglo XIX.​ En 1898, se calcula que alrededor del 15 o 20 % de la población del archipiélago sabría hablar castellano. Unos años antes el porcentaje sería bastante menor, siendo en 1870 en torno al 2 o 3 % según datos del estadista Agustín de la Cavada y Méndez de Vigo. Incluso después de la ocupación norteamericana y la introducción del inglés como lengua de instrucción en colegios públicos, y a pesar de la muerte de un 15 % de toda la población filipina en la Guerra Filipino-estadounidense, la gran mayoría de ellos instruidos subversivos y antiguos militares – y, por tanto, seguramente en su mayoría capaces de hablar en castellano – sigue predominando en las principales ciudades como vehículo principal de comunicación entre filipinos, hasta por lo menos, la segunda década del siglo XX, cuando se prohíbe la educación en otra lengua que no sea inglés.

    El idioma oficial de todos los tribunales y sus registros será el castellano hasta el 1 de enero de 1913. Después de esa fecha, el inglés será el idioma oficial, pero en asuntos judiciales se podrá utilizar el idioma castellano, disponiéndose de intérpretes y en los casos en que todas las partes o abogados lo estipulen por escrito, las actuaciones se llevarán a cabo en castellano. ​Los argumentos eran claros:

    «… No se afirma la superioridad del idioma inglés a través de otros que poseen la Literatura y la Historia, con la excepción, tal vez, que cada vez es tan rápido que el lenguaje de los negocios del mundo, sobre todo en el Lejano Oriente, que los países líderes en el esfuerzo comercial y científico tienen casi universalmente hecho su estudio una parte de su sistema de escuelas públicas.

    Es el único lenguaje que era posible enseñar general en todo el Archipiélago. Desgraciadamente, la política de la soberanía anterior aquí no permitía la enseñanza general de la lengua castellanoa, por lo que era conocido por los comparativamente pocos. Puesto que la capacidad de utilizar un lenguaje común es uno de los elementos esenciales para la realización de las aspiraciones políticas del pueblo filipino, es importante ver hasta qué punto hemos avanzado en esta dirección…»

    Message of the Governor-General to the Third Philippine Legislature.

    El 31 de diciembre de 1916 se crea el Boletín Oficial (Official Gazette) que se publicará semanalmente y por separado, tanto en los idiomas castellano e inglés.​

    El predominio del castellano sobre el inglés se prolonga en un constante declive hasta aproximadamente el final de la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces, con ya dos generaciones educadas en inglés, el castellano pierde relevancia. Además, la destrucción del barrio de Intramuros y La Ermita por la aviación norteamericana durante la Batalla de Manila acaba con el principal núcleo de cultura hispánica y lengua castellanoa de Filipinas (unos 300.000 hispanohablantes tan sólo en Intramuros). Aunque haya algunas excepciones familiares y personales, se suele considerar a la generación nacida en la posguerra mundial (hasta 1950 aproximadamente) la última generación hispanoparlante, momento en el cual, tras la masacre de la fallida guerra de independencia, la represión lingüística y los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad hispanohablante se considera diluida y no vuelve a haber relevo generacional hispanohablante.

    Actualmente, los filipinos hispanoparlantes plenamente competentes, al menos a nivel oral, no son monolingües de castellano y sólo en casos excepcionales tienen una edad inferior a los 55 años, por la no continuidad del relevo generacional en el uso del idioma.

    Hay aproximadamente 8.000 raíces castellanoas en tagalo, y alrededor de 6.000 raíces castellanoas en lenguas bisayas y otros dialectos filipinos. El sistema numérico en castellano, el calendario, el tiempo, etc., siguen siendo usados con leves modificaciones.

    Miles de palabras castellanoas se han preservado en tagalo y otras lenguas locales, tales como:

    • bapór (‘vapor’, barco),
    • baka, (‘vaca’),
    • kastilà se utilizaba para referirse a los castellanoes (castellanos) y a su idioma.
    • kuwarta (‘cuarta’),
    • pera (‘perra’ o ‘monedas’),
    • relós (‘reloj’, originalmente con el sonido francés de la j),
    • sabón, ‘jabón’ (la j se pronunciaba como el francés je),
    • baraha (‘baraja’, baraja de naipes),
    • lamesa/mesa (‘mesa’),
    • kaldereta (‘caldereta’, guiso de carne),
    • tinidór (‘tenedor’),
    • silya (‘silla’),
    • baso (‘vaso’),
    • bangkito (‘banqueta’ silla pequeña),

    El chabacano, también llamado zamboangueño (en la ciudad de Zamboanga) o chavacano, es una lengua criolla lexificada por el castellano de las Filipinas. El chabacano se concentraba en varias zonas muy concretas, de las que únicamente se mantiene con vitalidad en la ciudad de Zamboanga. Otras zonas donde se habló chabacano incluyen Isabela (Basilán) y partes de Dávao, en el sur, y en la isla norteña de Luzón, Ternate y otras partes de la Provincia de Cavite.

    A principios del siglo XVII el impresor tagalo Tomás Pinpin emprendió la tarea de escribir un libro en tagalo con caracteres latinos a fin de enseñar el castellano a los tagalos. Su libro, publicado por la prensa dominica donde él trabajaba, apareció en 1610, el mismo año en que el Padre Blancas de San José publicaba la primera Gramática del tagalo.

    El texto de Pinpin, por su parte, utilizaba el tagalo para disertar sobre el castellano. Con el libro, Pinpin fue el primer filipino nativo en ser escritor y publicista. Como tal, resulta instructivo cuando explica el interés que le animaba a traducir del tagalo a principios de la época virreinal. Pinpin elabora su traducción más bien eludiendo que no rechazando las normas de acentuación del idioma castellano.

  • La Constitución Federal de Toro de 1883

    La Constitución Federal de Toro de 1883

    Constitución Federal de Toro (o Pacto Federal para las Provincias regionadas de León, Valladolid y Zamora) fue la propuesta constitucional de federalistas de León, Valladolid y Zamora para estas provincias, a integrar en una República Federal Española. El proyecto de constitución fue aprobado en Toro el jueves 17 de mayo de 1883. 

    Años después, en 1888, Perez Villamil manifestó deseos de que entre las provincias regionadas de León, Valladolid y Zamora se incluyera la de Palencia.​ Por tanto, el proyecto de las provincias regionadas no había caído en el olvido.

    El texto constitucional, cuya esencia era la misma que la del Proyecto General de Constitución federal, a nivel del Estado, ​estaba destinado a las citadas provincias.

    En teoría, el proyecto constituía uno de los pasos necesarios para la formación de dicha República Federal «de abajo arriba», por consentimiento soberano de las partes constituyentes, de acuerdo con la teoría del «pacto sinalagmático conmutativo y bilateral».

    El Pacto Federal Castellano (1869) fue precedente de la Constitución Federal de Toro

     

    Raimundo Pérez Villamil

    Fue un historiador y político republicano español. Fue nombrado inspector de antigüedades de la provincias de León y Palencia en 1875.

    En 1888, Pérez Villamil manifestó deseos de que entre las provincias regionadas de León, Valladolid y Zamora se incluyera la de Palencia en la Constitución Federal de Toro (17 de mayo de 1883). ​ Por tanto, el proyecto de las provincias regionadas no había caído en el olvido.

    Fue padre de María Dolores Pérez Villamil Capra.

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  • ¿Qué fue la Mancomunidad Castellana?

    ¿Qué fue la Mancomunidad Castellana?

    El 18 de diciembre de 1913 Alfonso XIII sancionó el Real Decreto de Mancomunidades Provinciales.​ A pesar de que la ley era aplicable a la totalidad de provincias españolas, finalmente solo las cuatro provincias catalanas hicieron uso de ella, formando la Mancomunidad de Cataluña.

    A raíz de la creación de la Mancomunidad de Cataluña el 6 de abril de 1914, creció en Castilla el sentimiento de alcanzar el mismo estatus político que Cataluña. Pero ya antes de la creación de la mancomunidad catalana, el 4 de enero de 1914 y a propuesta del presidente de la Diputación de Valladolid, se debatió con varias provincias «para constituir la Mancomunidad Castellana». Aquel mismo año, el 13 de julio de 1914, la Diputación Provincial de León acordó apostar por la Mancomunidad con estas palabras: «1°. La mancomunidad con el mayor número de provincias castellanas, procurando se denomine de Castilla y León: 2°. Que las Juntas generales se celebren cada año en una de las provincias mancomunadas: 3°. Que la Comisión o Consejo permanente tengan representación en él las provincias de mayor número de habitantes, y 4°. Nombrar representantes de esta Diputación a los Sres. Argüello, Gullón, Domínguez Berrueta y Presidente».

    Dos años después, en abril de 1916, el diario burgalés La Voz de Castilla abrazaba la causa regionalista castellana adoptando el subtítulo de órgano defensor del regionalismo castellano, que conservó hasta su último número en 1921.

    En 1914, el prohombre santanderino Leopoldo Pardo, en el Boletín de Comercio de Santander, se manifestaba a favor de que la antigua provincia de Santander se mancomunara con las provincias hermanas de Burgos, Salamanca, Soria, Zamora, Ávila, Segovia, Palencia, Valladolid, Santander y León.​ Años después, en 1923, José del Río «Pick» fue el mayor exponente de la tesis castellanista en Cantabria, aquella que defendía la vinculación de la provincia de Santander dentro de Castilla la Vieja con la publicación de los artículos «El problema regional: Necesidad de la provincia en Castilla la Vieja»​ y «La personalidad de Santander. Castellanos por interés y por amor».​ Sobre la integración de la provincia de Santander en la Mancomunidad, afirmaba:

    «Pero esta tendencia nuestra a la Mancomunidad de Castilla no supone ni puede suponer que nuestra personalidad regional pueda ser absorbida. La Mancomunidad Castellana, si se establece, debe ser una federación de comarcas de abolengo castellano en la que cada una conservará sus particularidades propias. Santander, asimismo, con vida regional en sí misma pero dentro de la gran familia castellana (…)».

    En 1929, Gustavo San Millán, vicepresidente de la Coral Montañesa, hizo una defensa de la castellanía de La Montaña;​ y cuatro años más tarde, en 1933, Elofredo García, alcalde de Santander, afirmó que Santander era el puerto único y natural de Castilla y el desarrollo económico castellano «el principio de la futura autonomía regional».​ Consuelo Berges Rábago también defendió la castellanía de la Montaña (Cantabria) en un artículo de 1932.

    La Diputación Provincial de Madrid, previo acuerdo tomado el 2 de diciembre de 1918 en Burgos por las diputaciones de una serie de provincias (Mensaje de Castilla), hizo una propuesta de creación de la Mancomunidad Castellana.​ Pocos días después, en enero de 1919, algunas diputaciones —las de Castilla la Vieja y León— reunidas en Segovia dieron algunos pasos para constituirse en autonomía regional y las Bases de Segovia fueron el resultado de sus trabajos.

    En aquel mismo año de 1918, el escritor y economista ciudadrealeño Francisco Rivas Moreno se mostró partidario de que Castilla formara una región. En este sentido afirmaba: «De absurda califico la afirmación de que Castilla no puede formar región porque carece de dialecto».​ El mismo autor se declaró hijo de Castilla afirmando lo que sigue: «Para los hijos de Castilla, la idea de Patria está colocada en el altar de las más puras adoraciones, y el mayor placer es ofrendarla todo linaje de sentimientos nobles y de acciones generosas, anhelosos de ver a la madre común disfrutar de grandes prosperidades».

    La creación de la Mancomunidad Castellana no prosperó, pero años después, en 1926, el burgalés Gregorio Fernández Díez se mostró partidario de la mancomunación de las provincias castellanas para acometer proyectos de interés común para ellas en su libro El Valor de Castilla.​ Sobre los trabajos de 1918 y 1919 para crear la Mancomunidad Castellana, aunque solo se trataba de una mancomunidad castellano-leonesa, dijo: «a fines de 1918, el Madrid político, el Parlamento iba ya a otorgarnos la autonomía integral, cuando las Diputaciones castellanas se levantaron proclamando que Castilla necesitaba al mismo tiempo, ni antes ni después, otro Estatuto para su autonomía»

     

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