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Relaciones entre la realeza castellana y portuguesa: intentos de unión entre dos reinos

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La historia de la península ibérica ha estado marcada por las relaciones entre los reinos de Castilla y Portugal. Desde el siglo XII, cuando Portugal se consolidó como reino independiente, las casas reales de ambos territorios mantuvieron una estrecha relación a través de alianzas matrimoniales, conflictos bélicos y tratados diplomáticos. En varias ocasiones, la fusión de ambos reinos pareció inminente, pero circunstancias políticas, dinásticas y sociales impidieron que se concretara. Este artículo analiza las principales ocasiones en las que Portugal y Castilla estuvieron cerca de la unificación.

La independencia de Portugal y los primeros lazos con Castilla

El Reino de Portugal surgió en 1139, cuando Alfonso Enríquez (Alfonso I de Portugal) se proclamó rey tras la batalla de Ourique. Aunque Castilla y León reconocieron su independencia en 1143 con el Tratado de Zamora, los lazos familiares entre la nobleza castellana y la portuguesa se mantuvieron. La política matrimonial se convirtió en una herramienta clave para estabilizar las relaciones entre ambos reinos y, en ocasiones, alimentar aspiraciones de unión.

Uno de los primeros intentos de integración se produjo en 1214, cuando Alfonso IX de León, casado con Teresa de Portugal, intentó consolidar su dominio sobre ambos territorios. Sin embargo, este matrimonio fue anulado por razones de consanguinidad, impidiendo cualquier posibilidad de unión política.

La crisis dinástica de 1383-1385 y la oportunidad perdida de unión

Uno de los momentos más críticos en la historia de las relaciones entre Castilla y Portugal fue la crisis dinástica portuguesa de 1383-1385. La muerte del rey Fernando I de Portugal sin herederos varones dejó el trono vacante, y su hija Beatriz estaba casada con Juan I de Castilla. Este matrimonio ofrecía una oportunidad clara para la unión de ambos reinos bajo una misma corona.

Sin embargo, la nobleza y la burguesía portuguesas se opusieron a la unión con Castilla, temiendo la pérdida de su independencia. Esto llevó a una guerra civil que culminó con la victoria del maestro de Avis, Juan, en la batalla de Aljubarrota (1385). Con el apoyo de Inglaterra, Portugal reafirmó su independencia, y Juan I de Portugal inauguró la dinastía de Avís.

El matrimonio de Isabel la Católica y Alfonso V de Portugal

A finales del siglo XV, otro intento de unión entre ambos reinos surgió con el matrimonio de Isabel de Castilla y Alfonso V de Portugal. Tras la muerte de Enrique IV de Castilla en 1474, estalló una guerra de sucesión entre Isabel, quien reclamaba el trono con el apoyo de Fernando de Aragón, y Juana la Beltraneja, hija del rey fallecido y prometida de Alfonso V de Portugal.

Alfonso V intentó consolidar su dominio sobre Castilla mediante su matrimonio con Juana, lo que hubiera llevado a una posible unión entre Portugal y Castilla. Sin embargo, la derrota portuguesa en la batalla de Toro (1476) y la firma del Tratado de Alcáçovas (1479) pusieron fin a sus aspiraciones. Castilla y Aragón se consolidaron bajo los Reyes Católicos, mientras que Portugal mantuvo su independencia.

El matrimonio de Manuel I de Portugal e Isabel de Aragón

Otro momento crucial en la historia de las relaciones entre Castilla y Portugal se produjo con el matrimonio de Manuel I de Portugal e Isabel de Aragón en 1497. Isabel era la hija mayor de los Reyes Católicos y heredera de Castilla y Aragón, por lo que su matrimonio con Manuel abría la posibilidad de una futura unión dinástica.

Sin embargo, la prematura muerte de Isabel en 1498 frustró estos planes. Manuel I volvió a casarse con María de Aragón, hermana de Isabel, pero esta unión no tuvo el mismo impacto dinástico. Finalmente, la línea sucesoria siguió en Castilla con Juana la Loca y Felipe el Hermoso, mientras que Portugal permaneció bajo la dinastía de Avís.

La unión ibérica bajo Felipe II (1580-1640)

La única ocasión en la que Castilla y Portugal estuvieron realmente unidos bajo una sola corona fue durante la Unión Ibérica (1580-1640). La crisis dinástica portuguesa de 1580, tras la muerte del rey Sebastián I sin descendencia, dejó el trono en disputa. Felipe II de España, como nieto de Manuel I de Portugal, reclamó su derecho al trono portugués y logró imponerse tras la batalla de Alcántara en 1580.

Durante 60 años, los dos reinos fueron gobernados por la dinastía de los Habsburgo, pero mantuvieron instituciones separadas. Sin embargo, la insatisfacción de la nobleza portuguesa con la administración castellana llevó a la rebelión de 1640, que culminó con la restauración de la independencia de Portugal bajo Juan IV de Braganza.

Conclusión: una unión esquiva pero posible

A lo largo de la historia, Castilla y Portugal estuvieron en múltiples ocasiones al borde de la fusión, pero las circunstancias políticas y sociales impidieron una unión permanente. Los intentos a través de matrimonios, guerras y acuerdos dinásticos nunca lograron consolidar una monarquía unificada en la península ibérica de manera definitiva. A pesar de ello, la estrecha relación entre ambas coronas influyó profundamente en la historia de ambos países, con un legado compartido en la diplomacia, la cultura y la política ibérica.

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