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Las Merindades burgalesas y el origen de Castilla

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Las Merindades burgalesas, a pesar de sus múltiples atractivos, es una de las zonas menos frecuentadas por el turismo masivo, incluso desconocida para el gran público. Cantabria y el País Vasco son sus vecinos más cercanos. En lo físico huyen del cliché aplicado a las tierras de Castilla: anchas, llanas, áridas; muy al contrario, conforman un paisaje húmedo, verde, salpicado por montañas y manchas boscosas de robles y encinas.

Es el Burgos más septentrional, cuna de Castilla, ya que es aquí donde en el año 800 apareció por primera vez este nombre referido a la Tierra de los Castillos en un documento de cesión de terrenos en el monasterio de San Emeterio de Taranco de Mena.

A mediados del siglo XII, durante una visita a Medina de Pomar, el rey Alfonso VIII ideó la reforma de los alfoces (antigua agrupación de aldeas) en un sistema de municipios más eficaz.

Así nacieron las merindades, a cuya cabeza puso a un merino todopoderoso, representante directo del monarca.

Viniendo por carretera desde Burgos capital, lo primero que nos encontramos es la ermita de San Pedro de Tejada, un típico ejemplo del románico burgalés.

Espinosa de los Monteros es, después de Burgos, la población con más monumentos catalogados de toda la provincia. Aquí tuvieron su origen los Monteros de Espinosa, una guardia personal de los condes castellanos y luego de los reyes de España.

Quintanilla del Rebollar es un pequeño pueblo en el que se encuentra el centro de interpretación de Ojo Guareña, un importante complejo kárstico formado por más de 110 kilómetros de galerías subterráneas. Las grutas están situadas en el valle de Sotoscueva, entre los ríos Trueba y Nela, y fueron declaradas Monumento Natural en 1996. Con todo, lo más interesante para el turista es la ermita de San Bernabé, construida en una de las simas, que sirve de salida a la visita guiada por las grutas. Aprovechando las paredes naturales de la cueva, el exterior presenta una fachada de sillares rematada por una espadaña en la base de un acantilado. En el interior, una serie de frescos naifs a la manera de comics ocupan completamente las rocas de paredes y techo narrando la vida de San Tirso, mártir condenado a morir cortado por la mitad.

En Puentedey la naturaleza ha obrado otra de sus maravillas. A lo largo de miles de años, el río Nela ha perforado la roca caliza dando como resultado un gran orificio de 15 metros de altura (como una casa de 5 pisos) y el doble de ancho lo que le da la apariencia de un gigantesco puente sobre el que se asienta parte del casco urbano.

Medina de Pomar es la localidad con mayor población de Las Merindades, casi 6.000 habitantes. Ciudad amante del arte, cuenta en sus calles con un museo de pintura al aire libre con más de medio centenar de obras fijadas en los muros de algunas casas, especialmente en la Calle Mayor.

Oña y su casco medieval; el Monasterio de Riseco, fantásticas ruinas en reconstrucción; la ermita de San Pantaleón de Losa, encaramada a la Peña Colorada; las cabañas pasiegas, en la linde con Cantabria… son otros de los muchos puntos de interés que hay que ir descubriendo poco a poco, sin prisas, en estas tierras de constantes sorpresas.

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