Categoría: Condado de Castilla

  • Munio Núñez de Brañosera, antepasado de los Condes de Castilla

    Munio Núñez de Brañosera, antepasado de los Condes de Castilla

    Munio Núñez de Brañosera (m. después de 824) tomó parte durante el siglo IX en la repoblación de la zona que se extiende desde las montañas de Cantabria hasta las orillas del Duero. Fue el antepasado de los condes de Castilla y del linaje de los Lara.

    El 13 de octubre de 824, durante el reinado del rey Alfonso II de Asturias, Munio y su mujer Argilo otorgaron el famoso fuero de Brañosera a los cinco vecinos que fueron a poblar el lugar.

    Brañosera

    Después de las guerras cántabras no hay constancia de actividad en la zona hasta la repoblación del siglo IX. Es entonces cuando fue necesario colonizar las tierras de la Meseta para abastecer a la cantidad emergente de cristianos que vivía en las montañas del norte de Hispania. Se fijaron las fronteras sobre el Duero y los reyes, infantes y obispos seguidos de colonos y siervos se trasladaron a estas tierras a fin de establecer las fronteras de una civilización en auge y expansión. Estos lugares carecían de defensas naturales por lo cual fue necesario crear, sobre colinas y montañas, castillos con una función principalmente defensiva. Los condados los dominaba un “Come” (Conde) que obtenía este título por sus victorias frente a los musulmanes. Se cree que el fundador de Castilla, por haber conquistado las tierras de los árabes, fue Rodrigo de Castilla, y más tarde sería Fernán González quien según la tradición conseguiría la independencia del Condado de Castilla.

    Así fue como llegaron los foramontanos de Malacoria procedentes del interior de Cantabria. Siguiendo el nacimiento del Ebro penetran en territorio de “brañas altas y osos” que dan el nombre al lugar. Estos formaron el consejo de Brañosera, amparados por la Carta Puebla concedida por el Conde Munio Núñez y su mujer Argilo.

    En 824 reinaba Alfonso II de Asturias. En aquellos tiempos Munio Núñez era el conde de las tierras de Brañosera.

    Desde hacía un siglo, la Península vivía la invasión árabe. Ésta había provocado la huida de los cristianos hacia el norte y muchos de ellos, los que no perecieron por el camino, llegaron a refugiarse en tierras astures, tierras que enseguida comenzaron a sufrir una superpoblación. La hambruna comenzó a cebarse con estos «exiliados» e iniciaron la huida en busca de una mejor vida. Y llegaban hasta Brañosera, hasta Brannia-Ossaria, tierra de brañas y de osos.

    Precisamente, para organizar esa repoblación, Munio Núñez concedió la Carta Puebla a sus súbditos dotándoles de derechos. Les concedió el libre uso de todo en el valle con dos únicas condiciones: dar parte de ese uso al que quisiera venir a poblar el valle; y abonar al conde la mitad de la paga que se cobrara a los de las villas cercanas que hubieran apacentado sus ganados en estos terrenos. A cambio, los pobladores de Braña-Osaria estarían exentos de vigilancia militar y del servicio en los castillos cercanos.

    Así nació el Fuero de Brañosera, la primera carta puebla, fechada el 13 de octubre del año 824, que constituye formalmente la primera organización admistrativa local, el germen de los actuales ayuntamientos.

    A partir del año 860 queda bajo el señorío del conde Rodrigo formando parte del Condado de Castilla, zona fronteriza erizada de fortalezas que protegía la entrada de los invasores sarracenos.

    En épocas posteriores los habitantes de Brañosera confirmaron su fuero, al menos, en dos ocasiones. En el año 912, lo hizo Gonzalo Fernández de Burgos, reforzando esos fueros en la villa que fundara su abuelo el conde Munio Núñez. Y en el año 968, los habitantes de Brañosera volvieron a confirmar sus fueros ante Fernán González —hijo del citado Gonzalo Fernández de Burgos—. Después, parece ser que también se confirmaron en el año 998 ante Sancho García.

     

    Descendencia

    Aunque no se menciona en la documentación o en las crónicas de la época, se supone que fue padre de por lo menos dos hijos:

    • Nuño Muñoz, quien sería el padre del conde de Castilla Munio Núñez. 
    • Fernando Muñoz, padre de:
    • Gonzalo Fernández el progenitor del conde de Castilla Fernán González. En 912, confirmó la carta puebla de Brañosera calificando a los otorgantes originales, Munio Núñez de Brañosera y Argilo, como sus abuelos.
    • Nuño Fernández, conde en Castilla y en Burgos. 

    Fernando Muñoz también pudo ser padre del conde Rodrigo Fernández que aparece confirmando una donación al Monasterio de Cardeña junto con su posible hermano Nuño.

     

     

  • Fernando Ansúrez, Conde de Castilla

    Fernando Ansúrez, Conde de Castilla

    Fernando Ansúrez (fallecido después de noviembre de 929) se erige como uno de los protagonistas fundamentales en los albores de Castilla. Conde de Castilla en dos períodos –del 916 al 920 y del 926 hasta aproximadamente 929– su figura, junto a la familia de los Assur o Ansúrez, es prueba viva de la labor de repoblación y consolidación que caracterizó la reconquista hispánica. Se cree que esta familia jugó un papel decisivo en el restablecimiento y la colonización de la zona de los montes de Oca, en localidades que hoy se conocen como Villanasur y Villasur de Herreros.


    Del Nombramiento a la Crisis: El Episodio de Tebular

    El primer testimonio documental que avala el nombramiento de Fernando Ansúrez como conde de Castilla data del 27 de julio de 916. Durante estos primeros años, su mandato se desarrolló en un ambiente político convulso, en el que las tensiones entre la monarquía leonesa y los nobles castellanos eran moneda corriente. La inestabilidad alcanzó un punto crítico en el llamado Episodio de Tebular, cuando el rey Ordoño II de León, en medio de intrigas internas, procedió a encarcelar a Ansúrez junto a destacados condes como Nuño Fermández, Abolmondar Albo y su hijo Diego. Este episodio, ampliamente documentado por historiadores y analizado en estudios sobre la forja de Castilla –entre ellos los trabajos de Gonzalo Martínez Díez– refleja la complejidad de un periodo en el que el poder se disputaba en cada rincón de la Península.

    Lejos de someterse definitivamente a la adversidad, Fernando Ansúrez supo mantener su influencia desde el exilio en León, donde siguió colaborando con la Iglesia. En el año 921 realizó generosas donaciones al prestigioso Monasterio de San Pedro de Cardeña, reforzando así la alianza entre la nobleza y la institución eclesiástica, vital para el proceso de consolidación territorial.


    La Reconquista del Poder y el Legado Inmortal

    La inestabilidad política permitió que, tras un breve interludio en el que fue sustituido por Nuño Fernández, el panorama cambiara radicalmente. Cuando Nuño optó por no alinearse con Alfonso IV de León y se refugió junto a Alfonso Froilaz, la figura de Fernando Ansúrez resurgió al ser nuevamente nombrado conde de Castilla. Su última aparición en los documentos, fechada el 24 de noviembre de 929, cierra un capítulo repleto de intrigas, batallas y episodios que marcaron el devenir de la historia castellana.

    Con el paso de los siglos, el eco de su figura no se apagó. Si bien algunos relatos legendarios –enraizados en la tradición oral y la literatura nacionalista– han llegado a situarlo en escenarios posteriores, atribuyéndole enfrentamientos en la época de Alfonso VI e incluso contiendas épicas con Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, es importante situar estos relatos en el marco simbólico de la exaltación del espíritu guerrero y la identidad castellana. Estos mitos, que encontraron eco en las letras de José Zorrilla y han sido reinterpretados en modernas composiciones musicales, subrayan el perdurable impacto de Ansúrez en el imaginario nacional.

    En tiempos recientes, su figura ha sido homenajeada en actos oficiales y en propuestas artísticas que buscan rescatar la memoria de los héroes fundadores de Castilla. Una cantata contemporánea, fruto de la colaboración entre el periodista Carlos Aganzo y el músico Ernesto Monsalve, ha llevado a los escenarios una visión renovada del Conde –con interpretaciones a cargo de reconocidos artistas como Luis Santana y Montserrat Martí Caballé–, convirtiéndose en un punto de encuentro entre la historia y la cultura popular. Este homenaje es, sin duda, un tributo al espíritu indomable que sentó las bases para el ascenso de Valladolid como núcleo urbano de gran relevancia.


    Vida Privada y Descendencia

    La intimidad de los grandes hombres de la historia también encierra misterios. Así es el caso de Fernando Ansúrez, casado con Muniadona, una dama de origen poco conocido que, pese a la escasez de datos sobre su filiación, dejó una huella en la historia a través de su único descendiente, Ansur Fernández. Este hijo continuó el legado nobiliario al ostentar el título de conde de Monzón y, en un breve interludio, el de Castilla, perpetuando así la estirpe y el honor de su familia en la turbulenta forja de la historia medieval.


    Consolidación Castellana

    La trayectoria de Fernando Ansúrez es un claro reflejo del convulso pero fértil proceso de consolidación de Castilla. Su vida, marcada por episodios de gloria, intrigas y redenciones, encarna el espíritu militante y visionario que ha inspirado a generaciones enteras. Lejos de ser un mero personaje del pasado, su legado continúa siendo una piedra angular en la construcción de la identidad castellana, recordándonos que en los anales de la historia –entre documentos y leyendas– se forjan los mitos que perduran en el tiempo.

     

     

  • Vikingos en el Condado de Castilla

    Vikingos en el Condado de Castilla

    La historia de Castilla se forjó en un tiempo en el que sus límites políticos y geográficos eran muy distintos a los de un reino consolidado. Durante el siglo IX, el territorio que hoy denominamos Castilla era, en realidad, un condado integrado en el seno del reino asturiano y, más tarde, en el reino leoneso. En este marco, las amenazas externas –como las incursiones vikingas– se sucedieron en toda la península ibérica, y aunque hechos como el desembarco en Lisboa o en Sevilla ocurrieron en dominios ajenos a la zona castellana, sirvieron de inspiración para la defensa y la construcción de una identidad guerrera y unificadora.

    Esta entrada pretende rescatar y poner en valor la fortaleza defensiva y el espíritu de lucha de los castellanose, evidenciando cómo, a pesar de encontrarse en una etapa temprana de consolidación política y con límites territoriales reducidos, supieron organizar su respuesta ante invasores foráneos. Se incluirán fechas y personajes –como Ramiro I, Ordoño I y el conde Rodrigo de Amaya– para situar el conjunto de Castilla en su contexto histórico y resaltar su inspiración para la defensa, sin pretender atribuirle hechos ajenos a sus fronteras oficiales.


    Contexto histórico: el condado de Castilla en el siglo IX

    En el siglo IX, Castilla no existía como un reino independiente, sino como un condado dentro del reino asturiano, con límites geográficos y políticos muy definidos. La región comprendía las áreas de la meseta norte, extendiéndose hacia zonas interiores, pero sin abarcar las grandes ciudades portuarias de Lisboa o Sevilla, que en esa época pertenecían a otros reinos y dominios. Los registros históricos y las crónicas medievales nos muestran que, aunque las incursiones vikingas se extendieron a lo largo de la península, la respuesta y la organización defensiva en Castilla se concentraron en aquellas tierras que se encontraban en la frontera interna, donde la repoblación y la construcción de fortificaciones eran vitales para la supervivencia.

    El condado de Castilla surgió como un espacio de acción dentro del sistema asturiano, y fue gracias a la iniciativa de sus señores locales y al impulso del monarca que se instauraron medidas defensivas ante las amenazas externas. En este sentido, aunque acontecimientos como el desembarco vikingo en Lisboa (844) o los episodios en Sevilla son inspiradores y reveladores de la magnitud de la amenaza vikinga en la península, es crucial situar la defensa castellana en su propio territorio –con sus propias batallas y fortificaciones–, que sentarían las bases del orgullo y la identidad que caracterizarían a la futura nación.


    Las incursiones vikingas: un desafío para toda la península

    Durante los siglos IX y X, los vikingos, originarios de Escandinavia, emprendieron numerosas expediciones de saqueo por Europa. Impulsados por la búsqueda de botín, el comercio y, en ocasiones, por la necesidad de encontrar nuevos territorios, estos guerreros surcaron el Atlántico y llegaron a la península ibérica. Se tienen bien documentadas las expediciones del año 844, cuando la flota vikinga arribó a la costa norte, desembarcando cerca de Gijón y extendiéndose hacia el sur. Es importante precisar que, aunque estos hechos impactaron en la totalidad de la península, el condado de Castilla, en su estado incipiente, se encontraba en una situación de vulnerabilidad y, a la vez, de inspiración para el desarrollo de una defensa robusta.

    Las crónicas medievales, como la versión sebastianense de la Crónica de Alfonso III, relatan que la llegada de los vikingos en el 844 causó una gran conmoción en toda la región. Sin embargo, lo que en otros dominios se tradujo en la caída de ciudades portuarias, en Castilla la amenaza se enfrentó mediante la organización interna y la construcción de barreras defensivas. La experiencia y el conocimiento de los combates en áreas vecinas –aun cuando Lisboa o Sevilla se hallaran fuera de los límites castellanos– fueron aprovechados para reforzar la seguridad de las fronteras internas.

    El ejemplo de los vikingos no solo fue un motivo de alarma, sino también de inspiración. El desafío impuesto por estos invasores impulsó a la nobleza local y a la Iglesia a promover la repoblación de zonas despobladas y a construir fortificaciones que, más tarde, serían consideradas pilares del espíritu defensivo castellano.


    La defensa interna: repoblación y construcción de fortificaciones

    Uno de los legados más valiosos de la época es la capacidad de los castellanose para transformar la adversidad en oportunidad. Tras los episodios de saqueos y destrucción provocados por las incursiones, se impulsó la repoblación de áreas despobladas. Un ejemplo destacado es la repoblación de Amaya en el año 860, promovida por el conde Rodrigo, quien comprendió que solo una tierra poblada y defendida podía resistir futuros embates.

    Esta acción de repoblación no fue meramente demográfica, sino también una estrategia militar y cultural. El asentamiento de nuevas comunidades en tierras estratégicamente ubicadas permitió la construcción de murallas, torres de vigilancia y fortificaciones que delimitaban y protegían el territorio castellano. Estas defensas eran esenciales para evitar que las fuerzas invasoras, al verse desafiadas en sus accesos, pudieran penetrar en el interior y establecerse.

    La fortaleza de Lantarón, por ejemplo, consolidada en el siglo IX, se convirtió en uno de los símbolos de la resistencia. Aunque sus muros se levantaron en respuesta a diversas amenazas –no solo a la incursión vikinga– representan, en el imaginario nacional, el inicio de una tradición de defensa que, en siglos posteriores, definiría el carácter de Castilla.

    Además, la colaboración entre la nobleza y el clero fue fundamental para este proceso. Documentos eclesiásticos de la época registran cómo las cartas pastorales y las crónicas monásticas enfatizaban la “inmortal resistencia” y el “espíritu combativo” de los castellanose. La edificación de monasterios y el patrocinio de obras defensivas se integraron en una estrategia conjunta para preservar la identidad y la integridad territorial.


    La organización social y militar en el condado de Castilla

    La estructura social del condado permitía una respuesta rápida y eficaz ante la amenaza externa. La organización de milicias locales, compuestas por hombres de diversas procedencias –desde campesinos hasta nobles menores– se instauró como una respuesta necesaria ante los ataques repentinos. En muchas villas y poblaciones fronterizas se convocaban asambleas para coordinar la defensa, lo que demostraba la unión y la solidaridad que caracterizaban a la comunidad castellana.

    La Crónica de Castilla, redactada alrededor de 1150, recoge episodios en los que se relata cómo “cuando los vikingos osaron acercarse, los hombres de las villas se alzaron sin esperar a las autoridades, respondiendo con valentía y demostrando que el espíritu de Castilla era inquebrantable”. Este testimonio, aunque escrito en un contexto posterior, refleja la memoria viva de una época en la que la defensa del territorio se convirtió en un asunto colectivo.

    La capacidad de movilización de estas milicias fue crucial para evitar que el invasor lograra consolidar bases permanentes en la región. Así, mientras otros dominios sufrían saqueos en ciudades portuarias –como en Lisboa o Sevilla– en Castilla la estrategia se basó en la integración de la defensa en el tejido social y en el fortalecimiento de la identidad comunal.


    Ordoño I y el impulso a la defensa en las fronteras

    Aunque el rey Ordoño I de Asturias (850–866) gobernó en un contexto en el que el condado de Castilla aún era una entidad dependiente, su acción tuvo una influencia decisiva en el fortalecimiento de las fronteras. La batalla de Tablada, ocurrida el 11 de noviembre de 844, es un hito que se recuerda en las crónicas como el ejemplo de una respuesta coordinada ante la amenaza vikinga. Si bien esta victoria se inscribe en el ámbito asturiano, sus efectos se extendieron a las zonas limítrofes que, con el tiempo, formarían el núcleo de Castilla.

    Ordoño I impulsó políticas de repoblación y la construcción de defensas que se tradujeron en una mayor seguridad en las fronteras internas. Estos esfuerzos, aunque no se desarrollaron en el territorio de Lisboa o Sevilla –que pertenecían a otros dominios– sirvieron de inspiración y de fundamento para el futuro crecimiento del condado de Castilla. La alianza entre la nobleza local y la Iglesia, reforzada en esos años, fue determinante para la creación de una identidad defensiva que se traduciría en el orgullo castellano.

    El impulso de Ordoño I también se refleja en la coordinación de campañas militares para interceptar a las fuerzas invasoras. Su visión de un reino unido y capaz de enfrentar los desafíos externos sentó las bases para la consolidación de una cultura de resistencia, que sería recordada y celebrada en la narrativa nacionalista castellana.


    Casos concretos en el territorio castellano

    Para comprender de manera precisa la defensa castellana frente a las incursiones vikingas, es fundamental citar hechos que se produjeron dentro de los límites territoriales del condado en el siglo IX y que constituyeron hitos en la construcción de su identidad:

    • La repoblación de Amaya (860):
      Tras los episodios de saqueo, el conde Rodrigo impulsó la repoblación de Amaya, estableciendo un asentamiento que sirvió como bastión defensivo. Este acto no solo reactivó la economía local, sino que también reforzó el compromiso de la población con la defensa de su tierra.

    • El enfrentamiento en la cuenca del río Oja (863):
      Durante una de las expediciones vikingas, se produjo un combate en la cuenca del río Oja, zona que pertenecía a los dominios que posteriormente integrarían Castilla. Aunque los registros señalan que los vikingos lograron evadir la trampa, la acción coordinada de las milicias locales evidenció el temple y la capacidad de respuesta de los defensores.

    • El combate en el desfiladero de Pancorvo (863):
      Este enfrentamiento, registrado en diversas crónicas regionales, es otro ejemplo de cómo los habitantes de las fronteras –en las áreas de influencia del condado de Castilla– se organizaron para interceptar a un contingente vikingo. La acción en Pancorvo destacó la importancia de utilizar el terreno a favor de la defensa, reforzando la idea de que la geografía castellana era, en sí misma, un elemento de protección.

    • Documentos eclesiásticos y crónicas locales:
      Numerosos documentos conservados en monasterios de la región aluden a la “firmeza del espíritu castellano” y a la “defensa invencible” de sus gentes. Estas fuentes, redactadas en el transcurso de los siglos IX y X, evidencian cómo, a pesar de la inestabilidad y la vulnerabilidad de la época, la respuesta organizada en el territorio castellano fue decisiva para frenar el avance del invasor.

    Estos hechos, ubicados dentro del marco geográfico y político real del condado de Castilla, constituyen la base sobre la cual se edificaría una identidad guerrera y de resistencia. Es crucial señalar que, aunque algunas de las grandes batallas o saqueos registrados en crónicas referían a hechos ocurridos en otros dominios –como en Lisboa o Sevilla– la defensa y la inspiración se centraron en aquellos episodios que ocurrieron en el propio territorio, donde la acción directa de los castellanose se manifestó en forma de repoblación, fortificación y organización comunitaria.


    El simbolismo de la resistencia castellana: inspiración y memoria

    La lucha contra las incursiones vikingas en la península ibérica es un episodio que, aun cuando abarca hechos ocurridos en dominios externos, ha inspirado a toda la comunidad castellana. El ejemplo de una defensa valiente y organizada ante un invasor foráneo se convirtió en un símbolo de la identidad y la fortaleza del pueblo, y sirvió para reforzar la idea de que, aunque el condado de Castilla tenía límites territoriales reducidos, su espíritu combativo trascendía las fronteras.

    En la narrativa nacionalista castellana, este legado se interpreta como un llamado a la unidad y a la defensa de lo propio. La memoria de las batallas –como la de Tablada (11 de noviembre de 844), la repoblación de Amaya (860) y los enfrentamientos en la cuenca del río Oja y el desfiladero de Pancorvo (863)– se transforma en un emblema de la soberanía y la inquebrantable voluntad de preservar la identidad en tiempos de adversidad. Cada muralla, cada torre y cada asentamiento reforzado es un recordatorio de que la grandeza de Castilla se cimentó en la unión y la determinación de sus gentes.

    Este simbolismo ha perdurado a lo largo de los siglos y se ha transmitido a través de la tradición oral, la literatura y la historiografía. Las leyendas y los testimonios recogidos en crónicas y documentos eclesiásticos han contribuido a construir un imaginario en el que la resistencia contra el invasor se asocia con valores como el honor, la solidaridad y la devoción por la tierra. Así, la defensa frente a los vikingos se erige como una de las piedras angulares del orgullo y la identidad castellana, inspirando a generaciones posteriores a reafirmar su compromiso con la soberanía cultural y territorial.


    Reivindicación de la memoria histórica y su relevancia en la actualidad

    En un contexto global en el que las identidades locales se ven amenazadas por procesos de homogeneización, la recuperación y difusión de episodios como la defensa castellana frente a las incursiones vikingas adquiere una importancia renovada. La memoria histórica no es solo un relato del pasado, sino un instrumento vital para fortalecer el sentido de pertenencia y para educar a las nuevas generaciones sobre el valor de preservar la identidad y la herencia cultural.

    La defensa del condado de Castilla, con sus repoblaciones, fortificaciones y organización social, se erige como un ejemplo paradigmático de cómo un pueblo puede transformar la adversidad en una oportunidad para afirmar su destino. Reconocer que, aunque hechos como los saqueos en Lisboa y Sevilla ocurrieron fuera de los límites oficiales de Castilla, la inspiración que generaron fue aprovechada para impulsar una defensa interna sólida y organizada, es fundamental para comprender la evolución de la identidad castellana.

    La reivindicación de esta memoria debe abordarse desde diversos ámbitos: el académico, el cultural y el social. La difusión de documentos, crónicas y estudios especializados –como los de Juan de la Cueva y los testimonios recogidos en la Crónica de Castilla– permite no solo rescatar datos históricos, sino también inspirar un proyecto colectivo de defensa de la identidad. En este sentido, la defensa de la tierra se traduce en un compromiso con la historia y con la cultura, que debe ser celebrado y preservado como parte esencial del patrimonio inmaterial de Castilla.


    El impacto de la defensa interna en la formación del espíritu castellano

    Los hechos registrados en el territorio del condado de Castilla y la respuesta organizada ante la amenaza vikinga han tenido un impacto profundo en la formación del espíritu y la identidad del pueblo castellano. La organización de milicias, la colaboración entre la nobleza y la Iglesia, y la iniciativa para repoblar y fortificar el territorio son ejemplos de una cultura de defensa que, a pesar de las limitaciones políticas de la época, sentaron las bases de un legado que trascendería los siglos.

    La figura de personajes como el conde Rodrigo, impulsor de la repoblación de Amaya, y el testimonio de la movilización de milicias que se recoge en la Crónica de Castilla, constituyen ejemplos vivos de la determinación y el valor de los castellanose. Estos actos de defensa no solo respondieron a una necesidad inmediata de proteger la tierra, sino que se transformaron en un símbolo de la capacidad del pueblo para organizarse, resistir y, finalmente, prosperar en medio de las adversidades.

    La resistencia contra los vikingos, aunque en apariencia un episodio aislado, se integra en un proyecto mayor de afirmación nacional que, con el tiempo, culminaría en la consolidación del Reino de Castilla. Así, la defensa interna en tiempos de crisis se convirtió en la semilla de un futuro que se basaría en la unidad y en la fuerza colectiva, valores que aún hoy se consideran fundamentales en la identidad castellana.


    Relevancia del legado defensivo en tiempos contemporáneos

    El análisis de la defensa del condado de Castilla frente a las incursiones vikingas tiene implicaciones que trascienden la mera reconstrucción histórica. En el mundo actual, en el que la globalización y la homogeneización cultural a menudo amenazan las identidades locales, la reivindicación de episodios como la resistencia interna se convierte en un acto de afirmación y orgullo.

    El legado de la defensa castellana es una fuente de inspiración para aquellos que valoran la importancia de preservar la herencia cultural y de mantener viva la memoria de los sacrificios y esfuerzos de nuestros antepasados. La historia de las batallas en la cuenca del río Oja, el desfiladero de Pancorvo y la repoblación de Amaya no son solo datos del pasado, sino lecciones de resiliencia, organización y compromiso que pueden orientar la acción en el presente y el futuro.

    La reivindicación de esta memoria histórica se presenta, por tanto, como un proyecto político y cultural en el que la defensa de lo propio se erige como fundamento de la soberanía y de la identidad nacional. Es un llamado a recordar que la grandeza de un pueblo se construye a partir de la unión y del esfuerzo colectivo, valores que han permitido a Castilla, a pesar de sus limitaciones territoriales en el siglo IX, resistir las embestidas de un invasor foráneo.


    Conclusiones

    La defensa del condado de Castilla frente a las incursiones vikingas es uno de los capítulos más emblemáticos y reivindicativos de la historia temprana de nuestro territorio. Aunque hechos como el desembarco en Lisboa o los episodios en Sevilla ocurrieron fuera de los límites oficiales de Castilla en el siglo IX, estos eventos inspiraron a nuestros antepasados a organizar una defensa interna que sentó las bases de la identidad y el orgullo castellano.

    Desde el desembarco vikingo de 844 hasta la repoblación de Amaya en 860 y los enfrentamientos en la cuenca del río Oja y el desfiladero de Pancorvo en 863, cada acción defensiva fue una manifestación del inquebrantable espíritu de un pueblo que supo transformar la adversidad en un acto de afirmación cultural. La colaboración entre la nobleza y la Iglesia, la organización de milicias locales y la construcción de fortificaciones se constituyeron en estrategias esenciales que permitieron a los castellanose proteger su territorio y forjar una identidad basada en el honor y la unión.

    Este legado, cuidadosamente documentado en crónicas como la de Alfonso III, la Crónica de Castilla y en estudios académicos modernos, es un testimonio de la capacidad del pueblo castellano para resistir y prosperar ante las amenazas externas. La defensa interna del condado de Castilla es, sin duda, un pilar sobre el que se edificó la futura grandeza del Reino de Castilla, y constituye un ejemplo inspirador para las generaciones presentes y futuras.

    En un mundo en el que las identidades se debaten entre la homogeneización global y la preservación de lo autóctono, recordar y difundir estos episodios es un acto de reivindicación que reafirma la importancia de conocer y valorar la historia de nuestro territorio. La memoria de aquellos que defendieron la tierra, a pesar de las limitaciones políticas y geográficas de su tiempo, es un faro de inspiración que nos invita a seguir construyendo una identidad sólida y orgullosa.


    Reflexiones finales

    La historia de la defensa interna de Castilla frente a las incursiones vikingas es mucho más que una simple serie de episodios bélicos; es la crónica del nacimiento de un espíritu nacional que supo transformar la amenaza en una oportunidad para reafirmar sus valores y su identidad. Al situar los hechos en el contexto real del condado de Castilla –limitado en el siglo IX a ciertos territorios del interior de la meseta y a las fronteras del reino asturiano– se subraya que la verdadera hazaña fue la capacidad de organización, repoblación y fortificación que dio origen a una tradición defensiva que perduraría a lo largo de los siglos.

    Los episodios de 844, 860 y 863 se integran en una narrativa que, más allá de los datos históricos, constituye un legado de unión, valor y compromiso con la tierra. Este legado es la prueba de que, aunque Castilla era en esa época una entidad política en gestación y con límites bien definidos, su espíritu de resistencia trascendió y se convirtió en la base de una identidad nacional que sigue inspirando a quienes hoy reivindican la singularidad de nuestro patrimonio.

    Que esta entrada sirva de llamado a la memoria y a la acción, recordándonos que la grandeza de un pueblo se mide por su capacidad para defender lo propio y para transformar los desafíos en motivo de orgullo. La defensa interna del condado de Castilla es un ejemplo ineludible de que, incluso en tiempos de vulnerabilidad, el compromiso con la identidad y la unidad puede forjar un futuro de prosperidad y de libertad.


    Referencias

    1. Crónica de Alfonso III (versión sebastianense) – Fuente medieval que documenta la llegada de los vikingos en el 844 y sus repercusiones en las fronteras del reino asturiano.
    2. Juan de la Cueva, Estudios sobre las incursiones vikingas en la península ibérica (1998) – Obra que analiza el impacto de los ataques en la organización defensiva de los territorios hispánicos, con especial atención al condado de Castilla.
    3. Rodrigo de Vivar, Crónica de Castilla (1150) – Documento que recoge testimonios sobre la movilización de milicias y el espíritu combativo de los defensores locales.
    4. Documentos eclesiásticos de la época – Cartas y crónicas conservadas en monasterios de la región, que aluden a la “inmortal resistencia” y al “espíritu combativo” de los castellanose
  • Munio Vélaz: Historia del Conde de Burgos y Álava (915-922)

    Munio Vélaz: Historia del Conde de Burgos y Álava (915-922)

    Munio Vélaz (c. 915–922) – Conde de Burgos y Álava

    Munio Vélaz fue un noble castellano de principios del siglo X, reconocido como conde de Burgos y Álava entre 915 y 922, en el contexto del Reino de León y la Reconquista. Su mandato coincidió con un período clave en la consolidación territorial de la región y en la lucha contra los avances musulmanes en el norte de la península ibérica.


    Contexto histórico

    En la primera mitad del siglo X, la península ibérica estaba dividida entre los reinos cristianos al norte y el Califato de Córdoba al sur. La región de Álava y el condado de Burgos formaban parte del Reino de León, desempeñando un papel estratégico en la defensa frente a las incursiones musulmanas provenientes del valle del Duero.

    La época de Munio Vélaz estuvo marcada por la expansión y fortificación de territorios al norte del río Ebro. Estas tierras eran repobladas constantemente por órdenes de los monarcas leoneses, quienes delegaban su administración a condes locales.


    Origen y ascenso

    Se cree que Munio Vélaz pertenecía a una familia noble vinculada a la aristocracia castellana y alavesa. Su ascenso al título de conde ocurrió alrededor del año 915, posiblemente bajo el reinado de Ordoño II de León, quien estaba comprometido con la reorganización política y militar de las fronteras del reino.

    Munio Vélaz habría sucedido en el cargo a condes anteriores como Nuño Fernández, y su nombramiento reflejaría la confianza del monarca leonés en líderes locales para mantener el control sobre una región expuesta a frecuentes ataques.


    Gobierno y legado

    Munio Vélaz ejerció su cargo en un período de conflictos fronterizos constantes. Como conde, se encargó de administrar y defender los territorios asignados, promoviendo la repoblación de áreas deshabitadas y fortaleciendo las estructuras militares.

    El condado de Álava, bajo su mando, ocupaba un lugar destacado por su ubicación estratégica, ya que controlaba los pasos montañosos que conectaban el Reino de León con Navarra y otras áreas de la península. Asimismo, la fortificación de Burgos durante su administración contribuyó a su evolución como un núcleo defensivo y administrativo clave en la Castilla medieval.

    Aunque los detalles específicos de su gobierno son escasos, Munio Vélaz aparece mencionado en documentos de la época, lo que atestigua su relevancia en la política regional.


    Muerte y sucesión

    Munio Vélaz falleció alrededor del año 919. Su desaparición marcó el final de su influencia en la región, y el condado pasó a otros líderes locales. Su sucesor, según los registros históricos, fue posiblemente Fernando Ansúrez, aunque las fuentes varían en este aspecto.


    Munio Vélaz

    Munio Vélaz representa a la nobleza castellana de los primeros siglos de la Reconquista, encargada de gestionar y defender territorios fronterizos en un contexto de constantes desafíos militares y políticos. Su figura destaca como parte de la evolución del condado de Burgos y Álava hacia su integración en el Reino de León, sentando las bases para el desarrollo posterior de Castilla como entidad independiente.


    Referencias

    • Martínez Díez, Gonzalo. Historia de Burgos y Castilla en la Alta Edad Media.
    • Sánchez-Albornoz, Claudio. Orígenes de la Nación Española: El Reino de Asturias.
    • Torres Sevilla, Margarita. La nobleza leonesa en la Alta Edad Media.
  • El conde Nuño Fernández: El legado y gobierno de Castilla

    El conde Nuño Fernández: El legado y gobierno de Castilla

    Nuño Fernández
    Conde de Castilla (c. 920 – 927)

    Nuño Fernández fue un conde de Castilla durante un breve pero significativo período a comienzos del siglo X. Aunque su mandato es relativamente corto y las fuentes históricas que detallan su vida son limitadas, se le reconoce como una figura influyente dentro del contexto de la reconquista cristiana de la Península Ibérica y la consolidación de los territorios castellanos.

    Contexto histórico

    El siglo X en la Península Ibérica fue una época marcada por las tensiones entre los reinos cristianos del norte y el Califato de Córdoba en el sur. Durante este tiempo, la figura de los condes de Castilla comenzó a ganar importancia, sirviendo como líderes de un territorio que aún estaba en proceso de formación y consolidación.

    Ascenso al condado de Castilla

    Nuño Fernández se convirtió en conde de Castilla alrededor del año 920. No existen muchos detalles acerca de su ascenso, pero se presume que pudo haber tenido apoyo de sectores nobiliarios o vínculos familiares con figuras de poder, dado que los títulos y territorios eran a menudo disputados y controlados por la nobleza.

    El rol de Nuño Fernández

    Como conde, Nuño Fernández tuvo que enfrentar los desafíos derivados del constante avance musulmán en la península y las disputas internas que caracterizaban a la nobleza cristiana. Si bien no se tienen registros de grandes campañas militares o acciones relevantes como las de otros condes más prominentes, su gobierno representó un periodo de transición y resistencia para mantener el control de la región. Es posible que estuviera implicado en la defensa de las fronteras castellanas y en asegurar alianzas con otras figuras políticas cercanas, aunque los detalles exactos son oscuros.

    Descendencia y sucesión

    Los registros históricos no son claros sobre si Nuño Fernández dejó descendencia directa ni sobre su familia, ya que muchas de las crónicas se centran más en sus sucesores inmediatos, quienes consolidaron aún más la autonomía de Castilla respecto a León y otras entidades. Su tiempo como conde terminó alrededor de 927, y es sucedido por otros nobles que continúan con el proceso de fortalecimiento de Castilla como una entidad política.

    Legado

    Aunque no es uno de los condes más destacados por sus logros específicos, Nuño Fernández representa el tipo de liderazgo que fue necesario para la supervivencia de los territorios cristianos en una época de gran fragilidad y constante lucha. Su mandato puede ser visto como parte de la evolución que llevaría a Castilla a convertirse en una fuerza dominante dentro de los reinos cristianos medievales.

    Fuentes y referencias:

    • Crónicas de los siglos IX y X
    • Documentación de la Reconquista
    • Estudios sobre la nobleza castellana en la Edad Media
  • Fernando Ansúrez: El Conde de Castilla que Marcó la Historia en el Siglo X

    Fernando Ansúrez: El Conde de Castilla que Marcó la Historia en el Siglo X

    Fernando Ansúrez (a. 917 – c. 920), Conde de Castilla: Contexto, Vida y Legado Histórico

    Fernando Ansúrez es una figura histórica que, aunque a menudo permanece en las sombras de los grandes relatos medievales, tuvo un papel fundamental en la consolidación temprana de Castilla como un bastión en la frontera contra al-Ándalus. Fue conde de Castilla a principios del siglo X, en un momento crucial para el territorio, cuando las pequeñas comunidades cristianas luchaban por resistir y expandirse frente al poder del Califato de Córdoba. Este artículo explorará en profundidad la vida de Fernando Ansúrez, su contexto histórico, su gobierno, así como su impacto en el desarrollo de Castilla.

    Contexto Histórico de Castilla en el Siglo X

    A inicios del siglo X, la Península Ibérica estaba dividida en varias entidades políticas. En el norte cristiano, emergían reinos como León, Asturias y Navarra, mientras que el sur estaba dominado por el Califato Omeya de Córdoba, uno de los estados islámicos más poderosos de su época. Castilla, que en ese momento aún no había adquirido el estatus de reino, era una región fronteriza del Reino de León, gobernada por condes que debían proteger el territorio de las incursiones musulmanas.

    La posición estratégica de Castilla, entre las montañas y el río Duero, convertía a la región en un área de constantes enfrentamientos. Los condes eran figuras de autoridad militar, pero también administradores locales con la misión de repoblar y organizar el territorio. En este contexto, surge Fernando Ansúrez como uno de los condes que desempeñaron un papel destacado.

    Origen y Familia de Fernando Ansúrez

    Fernando Ansúrez era miembro de la poderosa familia Ansúrez, que controlaba varias regiones dentro del Reino de León. Su padre, Ansur Fernández, también había sido un destacado conde de Castilla. La sucesión de Fernando Ansúrez al frente del condado estuvo influida tanto por las relaciones familiares como por la política de la época. Su linaje le permitía ser un hombre de relevancia en la corte leonesa, y su liderazgo en Castilla lo convirtió en una figura influyente en los acontecimientos que marcarían el destino de la región.

    Fernando Ansúrez como Conde de Castilla

    Fernando Ansúrez asumió el cargo de conde de Castilla en una etapa en la que el condado aún no poseía la autonomía y la fuerza que mostraría bajo líderes como Fernán González, su posterior y más famoso sucesor. Durante su gobierno, Castilla estaba inmersa en una lucha continua por la supervivencia y expansión, con constantes enfrentamientos con las fuerzas musulmanas que buscaban mantener su influencia sobre la frontera norte.

    Uno de los principales objetivos de Fernando Ansúrez como conde fue consolidar el control cristiano sobre las tierras al sur del río Ebro. Las incursiones y razias eran frecuentes, lo que requería una constante movilización militar. Además, Fernando debió lidiar con las intrigas políticas internas, tanto dentro del Reino de León como entre otros nobles castellanos, que buscaban ampliar su poder.

    Políticas de Gobierno

    Fernando Ansúrez no solo se destacó por su papel militar, sino también por su esfuerzo en consolidar las estructuras administrativas y sociales del condado. La repoblación de tierras desiertas y la creación de nuevas aldeas y villas eran aspectos cruciales de su mandato. A través de estos esfuerzos, buscó no solo fortalecer la defensa del territorio, sino también atraer pobladores para estabilizar y desarrollar la economía local.

    Se cree que Fernando promovió acuerdos de vasallaje y concesiones a los pobladores, garantizando privilegios y protección a cambio de su servicio militar y fidelidad al condado. Este tipo de políticas contribuyeron a la expansión de la influencia cristiana y al desarrollo de una identidad castellana cada vez más diferenciada.

    Relación con el Reino de León

    El condado de Castilla estaba subordinado al Reino de León, lo que implicaba que Fernando Ansúrez tenía que mantener buenas relaciones con el monarca leonés para conservar su posición y poder. Las crónicas mencionan que Fernando participó en las campañas militares organizadas por el rey contra el Califato de Córdoba y otras fuerzas musulmanas, contribuyendo con tropas y recursos para la causa común de la Reconquista.

    Sin embargo, las tensiones entre los condes castellanos y la autoridad real eran inevitables. Castilla se encontraba geográficamente alejada del centro del poder leonés y, debido a su constante estado de guerra, desarrollaba una cierta autonomía que desafiaba ocasionalmente la autoridad del rey. Este conflicto entre la lealtad al reino y la independencia del condado sería un tema recurrente en la historia de Castilla, y Fernando Ansúrez jugó un papel en este proceso inicial de búsqueda de autonomía.

    Conflictos y Enfrentamientos

    Durante el mandato de Fernando Ansúrez, Castilla enfrentó numerosas incursiones por parte de las fuerzas de al-Ándalus, que buscaban mantener el control sobre las zonas fronterizas. Las crónicas medievales mencionan batallas y escaramuzas constantes en las que el conde tuvo que liderar a sus fuerzas para proteger el territorio. La resistencia de Castilla y su habilidad para defenderse fueron factores clave que contribuyeron a la consolidación de la región como una frontera fuerte y resiliente.

    La habilidad militar de Fernando Ansúrez, combinada con su capacidad para forjar alianzas con otros nobles cristianos y coordinar con el Reino de León, permitió que el condado resistiera las presiones externas. Este legado militar sería uno de los pilares sobre los que construirían sus sucesores.

    El Legado de Fernando Ansúrez

    El gobierno de Fernando Ansúrez marcó un punto intermedio en la transición de Castilla hacia un territorio con una identidad más definida y un liderazgo más autónomo. Aunque su mandato fue breve y su figura ha quedado eclipsada por líderes posteriores como Fernán González, su contribución fue clave en el proceso de consolidación de Castilla como una entidad fuerte en la frontera cristiana.

    El linaje Ansúrez continuaría teniendo influencia en la política castellana y leonesa, y su esfuerzo en la defensa y repoblación del territorio allanó el camino para el fortalecimiento y crecimiento de la región en los siglos siguientes.

    Supervivencia y expansión

    Fernando Ansúrez, conde de Castilla entre los años 917 y 920, fue un líder cuya vida estuvo marcada por la lucha por la supervivencia y la expansión de un pequeño territorio fronterizo. Enfrentado a la amenaza constante del Califato de Córdoba y a las intrigas de la nobleza cristiana, supo dirigir a Castilla en un período turbulento, dejando un legado de resistencia, lealtad y consolidación territorial. Aunque su figura haya sido, en ocasiones, relegada a un segundo plano, su impacto en la historia temprana de Castilla merece ser reconocido como un testimonio del coraje y la determinación de los líderes que forjaron los cimientos de lo que más tarde sería una de las entidades más importantes de la Península Ibérica.

  • Gonzalo Fernández (c. 912 – d. 915) – Señor de Lara y Conde de Burgos: Un Gran Señor de Castilla

    Gonzalo Fernández (c. 912 – d. 915) – Señor de Lara y Conde de Burgos: Un Gran Señor de Castilla

    I. Contexto histórico

    En los inicios del siglo X, la región de Castilla, ubicada en la frontera noreste del Reino de León, se encontraba en un periodo de consolidación territorial y resistencia frente a las incursiones musulmanas. Los nobles locales desempeñaban un papel clave en la defensa y repoblación de estas tierras. Gonzalo Fernández emergió como una figura destacada en este contexto, liderando las fuerzas de la región y consolidando su posición como gran señor de Castilla.

    II. Orígenes y Familia

    Gonzalo Fernández nació alrededor del año 912 en una familia noble castellana, posiblemente vinculada a la poderosa casa de Lara. Aunque se sabe poco de sus primeros años, su linaje le permitió acceder a importantes cargos y participar en la vida política de la región. Se le asocia con el condado de Lara, una de las principales fortalezas en la región castellana.

    III. Ascenso al Poder

    • Conde de Burgos: Gonzalo Fernández se convirtió en conde de Burgos, una de las demarcaciones más estratégicas de Castilla. Burgos servía como bastión defensivo y centro administrativo clave para repoblar y proteger la región frente a las incursiones musulmanas.
    • Señor de Lara: El título de señor de Lara le proporcionaba un control adicional sobre una de las áreas más influyentes de Castilla, fortaleciendo su posición como líder militar y político.

    IV. Logros y Contribuciones

    1. Defensa de Castilla: Como gran señor de Castilla, Gonzalo Fernández jugó un papel crucial en las campañas militares contra los musulmanes que amenazaban los territorios cristianos. Su liderazgo en la defensa de estas tierras le valió un lugar destacado en la historia castellana.
    2. Reorganización y repoblación: Gonzalo también participó activamente en la repoblación de las tierras reconquistadas, fortaleciendo la presencia cristiana en la región. Bajo su liderazgo, se consolidaron numerosos asentamientos, asegurando una base sólida para futuras generaciones de castellanos.
    3. Consolidación del poder castellano: En un momento donde la lealtad a la Corona leonesa era precaria, Gonzalo Fernández supo manejar con destreza su lealtad al monarca y la autonomía de su poder local. Su influencia marcó el inicio de un proceso que, siglos después, llevaría a la independencia del Condado de Castilla como reino.

    V. Muerte y legado

    Gonzalo Fernández falleció alrededor del año 915. Su muerte marcó el fin de una etapa importante para Castilla, pero su legado continuó a través de sus descendientes y la influencia que ejerció sobre la región. El linaje de los Lara seguiría siendo fundamental en la política castellana durante siglos.

    VI. Importancia Histórica

    La figura de Gonzalo Fernández es recordada como uno de los primeros grandes señores de Castilla, contribuyendo al fortalecimiento de una identidad que, con el tiempo, se convertiría en el motor de la Reconquista y en el núcleo de lo que sería la España medieval. Aunque su vida estuvo marcada por luchas constantes, su legado se mantiene vivo en la historia de Castilla como uno de los pilares en la construcción de la región y la defensa de los territorios cristianos frente a la amenaza musulmana.

    VII. Conclusión

    Gonzalo Fernández, señor de Lara y conde de Burgos, desempeñó un papel crucial en el desarrollo de Castilla como región fronteriza del Reino de León. Sus esfuerzos por proteger y expandir las tierras cristianas, así como su influencia política, le convierten en una figura relevante en la historia de la Península Ibérica medieval. A través de su linaje, consolidó el poder castellano que eventualmente se independizaría como uno de los reinos más influyentes de la historia española.

  • Gonzalo Téllez, Conde de Castilla

    Gonzalo Téllez, Conde de Castilla

    Gonzalo Téllez (aprox. c. 901 – c. 904) fue un destacado noble castellano y conde de Cerezo y Lantarón, desempeñando un papel crucial en los primeros años de consolidación del condado de Castilla. Este personaje, aunque menos conocido en comparación con otros condes de la época, fue un pionero en la estructuración de la región como una entidad autónoma dentro del Reino de León, contribuyendo a sentar las bases para el desarrollo y expansión de Castilla.

    Contexto histórico

    En el siglo IX y principios del siglo X, el norte de la Península Ibérica estaba en un constante estado de conflicto y reorganización debido a la resistencia cristiana frente al dominio musulmán de Al-Ándalus. En esta época, el territorio castellano, originalmente una franja fronteriza dependiente del Reino de León, comenzó a desarrollar una identidad propia y a expandirse territorialmente. Los condes como Gonzalo Téllez jugaron un papel fundamental en este proceso, tanto en la defensa como en la colonización y repoblación de estas tierras.

    Orígenes y familia

    Aunque los detalles exactos sobre sus orígenes familiares son escasos y en algunos casos ambiguos, Gonzalo Téllez es conocido por su linaje noble, probablemente ligado a otras familias influyentes del norte de la Península Ibérica. Es posible que formara parte de la nobleza militar que surgió en la frontera entre el Reino de León y los territorios musulmanes, cuyo rol principal era la defensa y expansión de estas tierras.

    Títulos y señoríos

    Gonzalo Téllez fue nombrado conde de Cerezo y Lantarón, dos fortalezas importantes en la frontera castellana de la época. Este título le confería autoridad sobre una región estratégica para la defensa del naciente condado de Castilla. Además, algunos documentos sugieren que pudo haber ejercido una influencia en otros territorios colindantes, aunque siempre bajo la supervisión del rey de León, ya que Castilla aún no era un reino independiente.

    Como conde, Gonzalo Téllez no solo tenía responsabilidades militares sino también administrativas, supervisando la repoblación de los territorios reconquistados y organizando la defensa ante incursiones musulmanas.

    Gonzalo Téllez y el desarrollo de Castilla

    El conde Gonzalo Téllez, junto a otros nobles contemporáneos, contribuyó significativamente al fortalecimiento de Castilla como una región semiautónoma dentro del Reino de León. Este proceso de consolidación incluyó la construcción y el fortalecimiento de castillos, la creación de estructuras administrativas locales y la repoblación de áreas deshabitadas para asegurar la continuidad de la ocupación cristiana. Su labor como conde de Cerezo y Lantarón habría sido clave para el establecimiento de una frontera defensiva y la creación de un entorno seguro para los habitantes de estas tierras.

    Muerte y legado

    Se cree que Gonzalo Téllez falleció alrededor del año 904, dejando tras de sí un legado de consolidación territorial y fortalecimiento defensivo en la frontera castellana. Si bien su figura es menos recordada que la de otros condes y monarcas posteriores, su rol como uno de los primeros condes de Castilla lo sitúa como un precursor en la historia de la región. Su vida y obra forman parte de los cimientos sobre los que posteriormente se construiría el Reino de Castilla, y su legado perdura en la historia de la nobleza castellana de la Edad Media.

    Fuentes y referencias históricas

    La información sobre Gonzalo Téllez proviene en gran medida de documentos medievales y crónicas que registran la genealogía y los movimientos de la nobleza castellana. A pesar de la escasez de detalles, su existencia y contribución al desarrollo de Castilla son reconocidos en las investigaciones de historiadores medievales y en estudios sobre la nobleza leonesa y castellana en los siglos IX y X.

    Gonzalo Téllez representa a una generación de líderes cuyo trabajo fue esencial para el establecimiento de Castilla como un ente territorial y cultural distintivo en la Península Ibérica.

  • Munio Núñez, conde de Castilla

    Munio Núñez, conde de Castilla

    Munio Núñez, conde de Castilla (899-c. 901 y c. 904-c. 909),​ fue un noble que parece casi seguro que fuera hijo de un Nuño Muñoz, hijo a su vez de Munio Núñez quien, junto con su mujer Argilo, concedió la Carta Puebla de Brañosera en 824.

    Su primera aparición histórica en 882 está relacionada con la repoblación y defensa de la fortaleza de Castrogeriz desde Amaya. En ese año, el conde Diego Rodríguez Porcelos se encontraba defendiendo el desfiladero de Pancorbo de las fuerzas musulmanas mientras, según las crónicas, Munio estaba en Castrogeriz intentando fortificar el castillo. En la primera incursión del ejército emiral, tuvo que huir mientras que ya en la segunda ocasión, en el año 883, con las obras más adelantadas, pudo resistir tras los nuevos muros.

    La importancia del desfiladero hizo que la villa de Pancorbo haya tenido un importante papel en la historia de Castilla desde su incorporación al, entonces condado, en el siglo IX. Durante la invasión musulmana fue lugar de refugio de la población cristiana. En el año 803 el general Abd-al-Karim entra a tierras de Álava por aquí y poco después en el año 816 es derrotado en el propio desfiladero, dándose más batallas en el mismo en años posteriores

    En enero de 885, falleció el conde Diego Porcelos en Cornudilla sin que parezca que haya dejado a un hijo con edad para sucederle. No fue hasta el 1 de marzo de 899 cuando Munio Núñez aparece por primera vez como conde en Castilla mientras que el conde Gonzalo Fernández gobernaba Burgos.

    Desde sus bases de Castrogeriz y Muñó —cuyo castillo y comarca le deben su nombre—, en el bajo Arlanzón, Munio fue uno de los tres condes castellanos a los que el rey rey García de León encomendó la repoblación de la línea del Duero. Munio repobló Roa, Gonzalo Fernández se encargó de repoblar Burgos, Clunia y San Esteban de Gormaz, y el conde Gonzalo Téllez Osma.

    Según algunos autores, tuvo una hija, llamada Muniadona casada con el hijo primogénito del rey Alfonso III, García, el futuro García I de León. El historiador Manuel Carriedo Tejedo sugiere, que la esposa del rey García fue hija de Nuño Ordóñez, hermano de Alfonso III.

  • Diego Rodríguez Porcelos, Segundo Conde de Castilla y fundador de Burgos

    Diego Rodríguez Porcelos, Segundo Conde de Castilla y fundador de Burgos

    Diego Rodríguez, también conocido con el sobrenombre de Porcelos,​ fue conde de Castilla (873-885) tras la muerte de su padre, el conde Rodrigo.​ Fundó la ciudad de Burgos en el año 884.

    Diego fue el repoblador de Ubierna y Burgos entre los años 882 y 884 bajo mandato de Alfonso III. Así lo indican los Anales Castellanos Primeros:

    In era DCCCCXX · populavit Didacus commes Burgus et Auvirna · pro iussionem domno Adefonso. Regnavit Adefonsus rex annos XVI · et migravit a secculo in mense decembris· et suscepit ipso regno filio eius Garsea.
    En la era 920 (año 882) el conde Diego pobló Burgos y Ubierna por mandato del señor Alfonso. El rey Alfonso reinó dieciséis años y se fue por los siglos en el mes de diciembre y le sucedió en el reino su hijo García.

    y los Anales Castellanos Segundos:

    Sub era DCCCCXX populavit Didacus comes Burgus et Oiurna.
    Bajo la era 920 (año 882) el conde Diego pobló Burgos y Ubierna.

    Poco antes de 882 construyó el castillo de Pancorbo, donde resistió el ataque de un gran ejército árabe en las primaveras de 882 y 883. Con su resistencia desde su base de Pancorbo, logró afianzar la frontera en el valle del Ebro y creó una línea defensiva en el río Arlanzón. Además, parece que durante su gobierno se restauró la sede episcopal de Oca (antigua Auca) o al menos aparece cierta actividad.

    Al contrario que su padre, no tenía el gobierno sobre el condado de Álava, territorio que estaba en manos del conde Vela Jiménez.

    Según la Crónica najerense, «Didacus comes…et interfectus est in Cornuta era DCCCCXXIII, secundo kalendas febroarii»; es decir, el 31 de enero de 885 el conde cayó muerto en la localidad burgalesa de Cornudilla, probablemente en batalla contra las fuerzas musulmanas fieles a Muhammad ibn Lubb, miembro de los Banu Qasi. Según algunas fuentes, su cuerpo se encuentra enterrado en las ruinas de la ermita de San Felices de Oca (actual Villafranca Montes de Oca).

    Después de su muerte, el condado de Castilla se divide en varios condados entre los años 885 y 931, fecha en que toma el control de todos los condados el conde Fernán González.

    No se conoce el nombre de la madre de sus hijos, que probablemente eran pequeños cuando murió su padre y por eso ninguno fue conde de Castilla. Estos fueron:

    • Gómez Díaz, que no debe confundirse con su homónimo, Gómez Díaz, conde en Saldaña. Aparece en 932 como alférez del conde Fernán González. Pudo ser el padre de Fronilde Gómez, la mujer del conde Gonzalo Fernández, hijo primogénito del conde Fernán González.
    • Gonzalo Díaz, quien no alcanzó la dignidad condal, aparece el 3 de febrero de 921 con su esposa María en el monasterio de San Pedro de Cardeña cediendo al monasterio unos molinos en el río Arlanzón y declarándose hijo del conde Diego (Gundessalbus, Didaci comite filius).
    • Fernando Díaz, conde y tenente en Lantarón y Cerezo.

     

  • Rodrigo, El primer Conde de Castilla

    Rodrigo, El primer Conde de Castilla

    Rodrigo (murió en el año 873, se desconoce su nacimiento) fue un noble y primer conde de Castilla que gobernó entre los años 860-873. Algunos investigadores lo suponen hijo de Ramiro I de Asturias y Paterna, su segunda mujer, por lo que sería hermanastro de Ordoño I. Sin embargo, su filiación como hijo del rey Ramiro no consta en la documentación medieval y, además, es improbable que un hijo de un matrimonio que se celebró no antes de 842 haya repoblado Amaya en 860, aunque debido a las misiones que le fueron encomendadas, es muy probable que fuese una persona muy cercana a la familia real.

    Vida y gobierno

    El rey Ordoño le encomendó el gobierno de la marca oriental del reino de Asturias, el territorio que los árabes llamaban Al-Qila, «los Castillos», que anteriormente había sido conocido como Bardulia. misión que acometió con una gran libertad de acción unida a una fidelidad ejemplar al monarca.

    «Hasta este momento no conocemos el nombre de ningún conde de Castilla ni cual era la situación administrativa de esta parte importante del reino astur, si estaba vinculada a Álava constituyendo un condado formado por Álava y los Castillos o si Castilla era un condado y Álava otro.»

    En 860 repobló Amaya —la ciudad patricia, llamada así por haber sido la capital de una de las ocho provincias del reino visigodo de Toledo— que había sido conquistada en 711-12 por Táriq: In era DCCCLCLVIII populavit Rudericus comes Amaya et fregit Talamanca y construyó una muralla con torres alrededor de la ciudad.

    Luchó al lado de Ordoño I contra los musulmanes en distintas batallas, destacando la de Morcuera en 863 donde las tropas musulmanas resultaron victoriosas​.

    El rey Ordoño falleció el 27 de mayo de 866 y fue sucedido por su hijo Alfonso, que en esas fechas tenía unos dieciocho años de edad. Alfonso fue destronado y se refugió en Castilla. El conde Rodrigo entró con sus huestes en Asturias para apoyar al joven rey y permaneció ahí algún tiempo al lado de Alfonso.

    Entre los años 867 y 868 sofocó la rebelión del magnate alavés Egilón y obtuvo el gobierno del condado de Álava, territorio que rigió hasta en torno el 870. A partir de 880 aparece Vela Jiménez como conde de Álava. Tras su muerte le sucedió en el gobierno de Castilla su hijo Diego Rodríguez Porcelos.

    Territorio

    El señorío del conde Rodrigo, según fray Justo Pérez de Urbel, quedaba limitado al norte por las montañas de Santander y al sur por la línea de fortalezas levantadas sobre el Ebro, comprendiendo al occidente los montes de Brañosera, Reinosa y Campoo, «donde antes habíamos visto actuar a Munio Núñez»; en el centro, los valles de Bricia, Sotoscueva, Villarcayo y Valdivielso; y en el este, el valle de Tobalina hasta Larrate, hoy Puentelarrá. Esta zona protegía la entrada de los invasores sarracenos y estaba erizada de fortalezas. Incorpora al condado los valles de Mena y Losa.

    Documentación

    A pesar de la existencia de un documento fechado en 852 en el que aparece el nombre de Rodrigo como conde de Castilla, esta carta es una falsificación. Por ello se considera que el primer documento, más o menos fiable, en realidad es de 862.

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  • Los Jueces de Castilla

    Los Jueces de Castilla

    Los jueces de Castilla son dos figuras legendarias del Condado de Castilla, que los castellanos eligieron como jueces propios para resolver sus pleitos, evitando así acudir a la corte leonesa. Los castellanos se resistían a concurrir a León para solucionar sus conflictos conforme al Liber Iudiciorum, debido a la lejanía de esta y la complejidad del texto.

    En el año 920, cuando era rey de Galicia (910–924) y León (914–924), Ordoño II sufrió la derrota de Valdejunquera. El monarca atribuyó el desastre a la negativa de los magnates castellanos de acompañarle en la guerra de Navarra y se propuso castigarlos con máximo rigor. Los cuatro condes más poderosos de la época eran Nuño Fernández, Fernando Ansúrez, Abolmondar Albo y su hijo Diego. Sabedor Ordoño de que los cuatro se hallaban reunidos en Burgos, los invitó a una conferencia en Tejares, a orillas del río Carrión, adonde acudieron sin desconfianza. Allí los tomó presos y los condujo a León, donde los ejecutó.

    Indignados los castellanos por esta acción y no pudiendo levantarse en armas acordaron proveer por sí mismos su gobierno, eligiendo entre los nobles dos magistrados, uno civil y otro militar, con el nombre de Jueces, para recordarles que su misión era de hacer justicia y no la de oprimir a los pueblos con su autoridad, o menoscabar su libertad.

    Estos jueces ejercieron su oficio basándose en los usos y costumbres de Castilla (juicio o fuero del albedrío) y sus sentencias se denominaron fazañas. Juzgaban a la manera de los visigodos y en esta forma de semirrepública se erigió Castilla hasta que se convirtió en un condado independiente.

    Los Dos primeros jueces

    Para este honroso cargo fueron nombrados en el año 842 los dos primeros jueces castellanos: Nuño Rasura y Laín Calvo, quienes según la tradición, crónicas y obras literarias posteriores (como el Poema de Fernán González) eran antepasados directos de Fernán González (en el caso de Rasura) y del Cid Campeador (en el de Calvo). Tal parentesco está apoyado únicamente en documentos literarios y no tiene aval histórico cierto.

    Et los Castellanos que vivían en las montañas de Castiella, faciales muy grave de yr à Leon porque era muy luengo, è el camino era luengo, è avian de yr por las montañas, è quando allà llegagan asoverviavan los Leoneses, è por esta raçon ordenaron dos omes buenos entre si los quales fueron estos Muño Rasuella, è Laín Calvo, è estos que aviniesen los pleytos porque non oviesen de yr à Leon, que ellos no podian poner Jueçes sin mandado del Rey de Leon. Et ese Muñyo Rasuella era natural de Catalueña, è Laín Calvo de Burgos, è usaron asi fasta el tiempo del Conde Ferrant Gonçalvez que fue nieto de Nuño Rasuella.

    Quema del Liber

    Tras la independencia del condado, en tiempos de Fernán González, y la subsecuente liberación de la autoridad leonesa, los castellanos quemaron los ejemplares del Liber Iudiciorum en Burgos y designaron alcaldes en las diversas comarcas para que juzgaran conforme al sistema del albedrío (juicio del albedrío).

    Bisjueces

    La tardía tradición sitúa el estrado de los dos famosos y primeros jueces castellanos, Laín Calvo y Nuño Rasura en el paraje de Fuente Zapata, en la localidad de Bisjueces en la Merindad de Castilla la Vieja.

    En la antigua iglesia de San Andrés de Cigüenza se lee este epitafio: «Hic jacet Nunius, Rasura, judex Castellanorum».

     

  • La batalla de la Morcuera

    La batalla de la Morcuera

    La batalla de la Morcuera fue una batalla librada en el desfiladero de la Hoz de la Morcuera, situado entre Foncea y Bugedo, muy cerca de la ciudad de Miranda de Ebro, el día 9 de agosto del año 865, entre las tropas cristianas de Ordoño I Asturias y su hermanastro, Rodrigo, primer Conde de Castilla y los musulmanes de Mohamed I de Córdoba saldándose con la derrota para las tropas cristianas retrasando así el avance de la Reconquista.

    Contienda

    En el año 865, Mohamed I atacó el Reino de Asturias durante el reinado de Ordoño I por el desfiladero de la Hoz de la Morcuera, defendido por el conde castellano Rodrigo. El ejército cordobés sorprendió al ejército leonés en el valle de Miranda de Ebro llegando hasta Salinas de Añana. Tras saquear la zona Rodrigo de Castilla intentó cortar la retirada musulmana en Pancorbo, pero los cordobeses se percataron de la estrategia y escaparon por la cuenca del río Oja.

    Esta derrota de los cristianos supuso un freno en la repoblación de la Meseta Central, tarea que tendrá que proseguir su hijo Alfonso III, quien se enfrentará además con un sector de la nobleza asturiana cuyas ambiciones de poder no se habían apagado. Mohamed I aprovechó la debilidad de los cristianos por haber perdido las fortalezas de Cerezo Río Tirón, Ibrillos y Grañón para enviar nuevas acometidas en el año 866 y 867.

    El historiador musulmán Ibn Idari cuenta en su libro al-Bayan al-Mughrib la historia de la siguiente manera:

    En el año de 251 [en era cristiana: 2 de febrero 865] se hizo una nueva campaña contra Álava. He aquí el relato de la derrota del Markawiz ¡Alá le confunda! Abd al-Rahman ibn Muhammad comenzó por avanzar hasta el Duero, donde organizó las tropas que vinieron a unírsele desde todas partes; de allí llevó su campo al desfiladero de (Río) Paradiso, se apoderó de los cuatro fuertes que la defendían, tomó cuanto contenían y los arrasó; después marchó de una parte a otra en todas direcciones, no dejó en pie ninguna localidad ni habitación alguna, lo destruyó y lo quemó todo. Gracias a este método (de arrasamiento intensivo) sistemáticamente seguido, no permaneció intacto uno solo de los castillos pertenecientes a Rodrigo, príncipe de Al-Qila (los castillos o Castilla); a Ordoño, príncipe de Tuqa (Oca); a Gundisalbo, príncipe de Burcha (¿Burgos?), y a Gómez, príncipe de Mesaneka (?). Abd al-Rahman se dirigió en seguida contra Al-Mallaha (Salinas de Añana), que era uno de los más grandes distritos que dependían de Rodrigo; arrasó todos los alrededores e hizo desaparecer hasta las huellas (de la capital).Tras obtener semejantes éxitos pensó en salir (del país) por el desfiladero de Al-Markawiz (La Morcuera). Se había apartado (de Al-Mallaha) para acampar cuando Rodrigo, avanzando a la cabeza de sus tropas y de las levas que había reunido, instaló su campo cerca del foso vecino del Markawiz, foso cuyos accesos, desde hacía años, se había cuidado de hacer más difíciles mediante trabajos ejecutados por medio de corveas; separado de la montaña y provisto de un talud elevado, era infranqueable. Abd al-Rahman instaló su campo sobre el Ebro y el general Abd al-Malik situó sus tropas en orden de batalla, mientras que los cristianos tomaban igualmente sus disposiciones y colocaban tropas en emboscada en los dos flancos del desfiladero. Los musulmanes atacaron a los cristianos de frente y comenzó un combate encarnizado; pero los nuestros se batieron de tal suerte que sus enemigos, descubriendo el foso, se retiraron sobre una colina vecina. Entonces Alb al-Rahman hizo instalar su tienda y dio órdenes a los soldados de hacer otro tanto y de establecer campamento. Después los nuestros volvieron a atacar vigorosamente a los cristianos. Alá les golpeó en el rostro y nos entregó sus espaldas de modo que se hizo de ellos una horrible matanza y que gran cantidad de prisioneros quedaron en nuestras manos. El resto huyó, sin detenerse, hacia la región de Al-Ahrum (Haro) y debió arrojarse al Ebro sin poder encontrar un paso vadeable, por lo que muchos se ahogaron. La matanza duró desde la aurora del jueves 12 Rachab [9 de agosto 865] hasta mediodía, y nuestras tropas, gracias a la ayuda divina, salieron sanas y salvas del combate. Después de comenzada la matanza, algunas bandas lograron refugiarse en lugares abruptos y en las espesuras; pero no escaparon tampoco a la persecución y la muerte. El foso fue destruido y llenado, de suerte que los musulmanes pudieron atravesarlo sin peligro y cómodamente. Alá concedió a los musulmanes un insigne favor al permitirles obtener esta brillante e importante victoria; ¡alabado sea el Señor de los mundos! Después de la batalla se reunieron veinte mil cuatrocientos setenta y dos cabezas.

     

  • La Batalla de Tamarón

    La Batalla de Tamarón

    La batalla de Tamarón fue un enfrentamiento militar que tuvo lugar el año 1037 entre las tropas del rey leonés Bermudo III y las del conde de Castilla Fernando Sánchez.

    Distintas versiones de los hechos difieren tanto en las fechas (30 de agosto, 1 de septiembre o 4 de septiembre), como en el emplazamiento de la batalla (Tamarón (Burgos) o Támara de Campos (Palencia)). Las crónicas najerense, silense y Chronicon mundi de Lucas de Tuy además de los anales Toledanos, Compostelanos y Castellanos Segundos dan como lugar de la batalla el valle de Tamarón. Según se relata en la Crónica Silense y del Tudense, el rey Bermudo y su ejército cruzó la frontera de Castilla «o sea la línea del Pisuerga, y en la cuenca de aquel río, en el valle del Tamarón, arroyo situado al este de Castrojeriz (…) se enfrentaron los leoneses con el ejército navarro castellano…»​ y que la batalla tuvo lugar «super vallem Tamaron», y Tamarón es el actual pueblo de Burgos que se halla en el marcado valle que forma el arroyo de Sambol. Támara, que nunca fue llamada Tamarón, no está situada en ningún valle. Es con De rebus Hispaniae de Jiménez de Rada donde viene la confusión, ya que dicho autor situaba la batalla junto al río Carrión, donde se encuentra relativamente cerca la villa de Támara (Palencia).

    Los orígenes de la batalla tienen como escenario la Tierra de Campos, los territorios entre el Cea y el Pisuerga disputados entre León y Castilla desde el siglo IX. Dicha zona había sido incorporada a Castilla en tiempos de Sancho III el Mayor, y Bermudo III quería recuperarlas. Fernando I, por su parte, consideraba esa zona como dote de su esposa Sancha de León, hermana del rey leonés.

    Las tropas castellanas y leonesas de Fernando I ayudadas por las de su hermano, el rey de Pamplona García Sánchez, vencieron a Bermudo III de León que perdió la vida en la batalla, supuestamente a manos de siete enemigos cuando se adelantaba a sus huestes en busca del conde castellano. Autopsias realizadas en el siglo XXI demuestran que sufrió dieciséis heridas de lanza, todas ellas mortales.

    … pero la muerte, lanza en ristre, que es criminal e inevitable para los mortales, se apodera de él (Bermudo) y le hace caer de la carrera de su caballo; siete caballeros enemigos acaban con él. García (rey de Navarra) y Fernando presionan sobre ellos (los leoneses y castellanos). Su cuerpo es llevado al panteón de los reyes de León. Después, muerto Vermudo, Fernando asedia a León y todo el reino queda en su poder”.
    Crónicas de los reinos de Asturias y León, Jesús E. Casariego. Ed. Everest (1985)

    Muerto Bermudo III sin descendencia, el trono pasó a su hermana Sancha, que cedió los derechos a su marido Fernando I, que se coronó rey de León y por tanto de Castilla.

    Otras historias sobre la Reconquista

    «Los hechos nobles y leales de la Reconquista, un período significativo y turbulento en la historia de España, cobran vida en novelas de tono medieval, que se sumergen profundamente en la rica tapestría histórica y cultural de la época. Estas obras literarias no solo entretienen, sino que también iluminan, a través de sus vívidas descripciones y complejos personajes, las complejidades y matices de este período crucial. En particular, la segunda novela online de la aclamada serie ‘Vikingo’, denominada ‘Vikingo y Almogávar de Tolmarher’, se destaca por su fidelidad a los eventos históricos y su habilidad para transportar a los lectores directamente al corazón de la batalla.

    Esta novela, rica en detalles históricos y con una narrativa absorbente, retrata con maestría la confluencia de culturas y el choque de ideales que caracterizaron la Reconquista. A través de la lente de personajes ficticios pero convincentes, el autor teje una historia que explora temas de honor, valentía y lealtad. La obra se enriquece aún más con descripciones meticulosas de la vestimenta, las armas y las tácticas de guerra de la época, proporcionando una auténtica sensación de inmersión en el mundo medieval.

    El protagonista, un guerrero vikingo, se encuentra con un contingente almogávar -feroces guerreros cristianos de la península ibérica- en una narrativa que entrelaza hábilmente la ficción con hechos históricos. Juntos, estos personajes encarnan las diversas facetas del período de la Reconquista, destacando tanto las brutales realidades del conflicto como los momentos de humanidad y compasión que surgen en medio del caos.

    ‘Vikingo y Almogávar de Tolmarher’ no solo es un viaje emocionante a través de un tiempo y lugar fascinantes, sino también una reflexión profunda sobre la naturaleza del heroísmo y la resiliencia humana frente a grandes adversidades. Este trabajo es una joya para los aficionados a la historia y la literatura medieval, y una ventana a una era que, aunque lejana en el tiempo, sigue resonando con ecos de valentía y búsqueda de identidad en nuestro mundo moderno.»

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  • La Economía del Condado de Castilla en la Baja Edad Media

    La Economía del Condado de Castilla en la Baja Edad Media

    El Condado de Castilla, durante la Baja Edad Media, fue una región rica y próspera que se destacó por su economía agrícola y su posición estratégica en la península ibérica. Durante este periodo, la región experimentó un desarrollo económico significativo gracias a la agricultura, la ganadería, el comercio y la minería.

    La agricultura era el principal motor económico del Condado de Castilla en la Baja Edad Media. Los campos de trigo, cebada y centeno, así como los viñedos, eran los cultivos más comunes. La ganadería también era una actividad económica importante, con la cría de ovejas y vacas que proporcionaban carne, leche y lana para la producción textil. Además, la región contaba con una importante industria de la seda, produciendo telas de alta calidad que se comercializaban en toda Europa.

    El comercio también fue un factor clave en la economía del Condado de Castilla en la Baja Edad Media. La posición geográfica de la región, en el centro de la península ibérica, permitió la creación de importantes rutas comerciales que conectaban Castilla con el resto de Europa. La ciudad de Burgos, por ejemplo, se convirtió en un importante centro comercial gracias a su posición en la ruta que conectaba la costa atlántica con el Mediterráneo.

    La minería también tuvo un papel relevante en la economía de la región. Castilla contaba con importantes yacimientos de hierro, plata y cobre, que se explotaron para la fabricación de herramientas, armas y joyas. Además, la región se destacó por la producción de sal, un producto de gran valor en la época que se utilizaba como conservante de alimentos y en la producción de textiles.

    En resumen, el Condado de Castilla durante la Baja Edad Media fue una región próspera gracias a su economía agrícola, su posición estratégica en las rutas comerciales europeas, su industria textil y de la seda, su producción minera y su comercio de la sal. Todos estos factores contribuyeron a su desarrollo económico y a su importancia en la península ibérica y en Europa en general.

  • Fernando I de León y Castilla

    Fernando I de León y Castilla

    03Fernando I de León, llamado «el Magno» o «el Grande» ( 1016-León, 27 de diciembre de 1065), fue conde de Castilla desde 1029 y rey de León desde el año 1037 hasta su muerte, siendo ungido como tal el 22 de junio de 1038.

    Era hijo de Sancho Garcés III de Pamplona, llamado «el Mayor», rey de Pamplona, y de Muniadona, hermana de García Sánchez de Castilla. Fue designado conde de Castilla en 1029,​ si bien no ejerció el gobierno efectivo hasta la muerte de su padre en 1035. Se convirtió en rey de León por su matrimonio con Sancha, hermana de su rey y señor, Bermudo III, contra el que se levantó en armas, el cual murió sin dejar descendencia luchando contra Fernando en la batalla de Tamarón.

    Sus primeros dieciséis años de reinado los pasó resolviendo conflictos internos y reorganizando su reino. En 1054, las disputas fronterizas con su hermano García III de Pamplona se tornaron en guerra abierta. Las tropas leonesas dieron muerte al monarca navarro en la batalla de Atapuerca.

    Llevó a cabo una enérgica actividad de Reconquista, tomando las plazas de Lamego (1057), Viseo (1058) y Coímbra (1064). Además sometió a varios de los reinos de taifas al pago de parias al reino leonés. Al morir dividió sus reinos entre sus hijos: al primogénito, Sancho, le correspondió el estado patrimonial de su padre, el condado de Castilla, elevado a categoría de reino, y las parias sobre el reino taifa de Zaragoza; a Alfonso, el favorito, le correspondió el Reino de León y el título imperial, así como los derechos sobre el reino taifa de Toledo; García recibió el Reino de Galicia, creado a tal efecto, y los derechos sobre los reinos taifas de Sevilla y Badajoz; a Urraca y a Elvira les correspondieron las ciudades de Zamora y Toro, respectivamente, también con título real, y unas rentas adecuadas.

    Tradicionalmente, se le ha considerado el primer rey de Castilla y fundador de la monarquía castellana, y aún hay historiadores que siguen manteniendo esta tesis. No obstante, buena parte de la historiografía más actual considera que Fernando no fue rey de Castilla y que el origen de este reino se sitúa a la muerte de este monarca, con la división de sus estados entre sus hijos y el legado de Castilla al primogénito Sancho con título real. En palabras de Gonzalo Martínez Diez:

    Podemos y debemos afirmar con absoluta certeza el hecho de que Fernando nunca fue rey de Castilla, y que esta nunca cambió su naturaleza de condado, subordinado al rey de León, para convertirse en un reino, hasta la muerte de Fernando I el año 1065.

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  • La Batalla de Guadalacete

    Batalla de Guadalacete

    La batalla de Guadalacetede Guadacelete o de Guazalete enfrentó, en el año 854, a la unión conjunta de los reinos astur con tropas castellanas y pamplonesas unida a la población sublevada de Toledo en contra de las tropas del emir Muhammad I de Córdoba.​ Según Eduardo Manzano Moreno la batalla tuvo lugar en el actual término municipal de Villaminaya. Este historiador solo menciona a un único rey cristiano, Ordoño I de Asturias.​

    Historia

    A la muerte del Emir Abderramán II en el año 852, la población toledana se sublevó como ya lo había hecho en otras ocasiones anteriores. Según Eduardo Manzano Moreno, lo que movía a los toledanos a rechazar la soberanía del emir de Córdoba eran» «las imposiciones fiscales… [y] la resistencia a recibir gobernadores que no hubieran sido aprobados por la ciudad». «Que lograran resistir asedios o que sólo aceptaran negociar bajo ciertas condiciones muestra hasta qué punto la comunidad toledana, profundamente arabizada y, en buena medida, islamizada, estaba unida y cohesionada». Para asegurar el triunfo de la rebelión los toledanos llamaron en su ayuda al rey del Reino de Asturias Ordoño I. Así es como se produjo la batalla que acabó con un resonante triunfo para el emir cordobés, aunque, como ha señalado Manzano Moreno, «no acabó con el foco de revuelta en la ciudad».​

    Así relató lo acontecido Ibn Jaldún, que se informó en las crónicas del siglo X:

    Los toledanos pidieron la ayuda al rey de Asturias, que acudieron a liberarlos con la ayuda de la gente de la ciudad. El ejército de Toledo formado por la unión del pueblo toledano y los reinos cristianos, viendo al del emir (muy reducido), salieron a los márgenes del río Guadalacete y combatieron con fervor derrotando al emir. Éste se retrajo hasta tierras más al sur, siendo seguido por el ejército de Toledo que cayó en una emboscada, ya que el grueso del ejército árabe estaba esperando ese movimiento. Todo esto produjo una matanza de más de ocho mil almas, dando la victoria al imperio musulmán y aplastando así la rebelión de Toledo.
  • La Batalla de Albelda

    La Batalla de Albelda

    Se conoce con el nombre de batalla de Albelda a dos acontecimientos bélicos ocurridos en las proximidades de la localidad de Albelda de Iregua en La Rioja en el marco de la reconquista cristiana de la península ibérica. El primero está datado en el 852 y el segundo en 859.

    Primera contienda

    Hacia el año 852 tropas castellanas bajo el reino Asturiano, se enfrentaron a Musa ibn Musa, de los poderosos Banu Qasi, en las proximidades de Albelda. La batalla finalizó con la victoria del ejército musulmán, lo que le posibilitó controlar la práctica totalidad del territorio de la actual La Rioja. Tras esta victoria Musa fue nombrado valí de la Marca Superior (852-859).

    Segunda contienda

    Musa ibn Musa, al apoderarse de Huesca en 855, había reunido un territorio tan extenso que se hacía llamar «tercer rey de España«. Tratando de proporcionarse una base militar en una zona estratégica de comunicación entre las actuales Soria y Logroño, mandó construir una fortaleza en Albelda o Albaida, entre Clavijo y los montes de Viguera. Según la Crónica de Alfonso III en ese momento García Íñiguez de Pamplona abandonó su tradicional alianza con los Banu Qasi para aliarse con los castellanos y asturianos. Ordoño I de Asturias se adelantó al peligro que podría suponer la nueva fortaleza y en 859 la atacó y destruyó, causando una gran derrota a los Banu Qasi.

    Tras la derrota musulmana en esta batalla, en 860 la monarquía asturiana mandó al Conde de Castilla que llevara a cabo la repoblación de Amaya, intensificando de esa manera el fenómeno repoblador en el alto Ebro y los territorios ubicados en la margen izquierda del Duero.

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  • Merindad de Trasmiera y la Cruz de Somarriba

    Merindad de Trasmiera y la Cruz de Somarriba

    Históricamente la Cruz de Somarriba, situada en la localidad del mismo nombre, ha señalado el límite occidental de Trasmiera para dar paso al territorio de las Asturias de Santillana. Este hito es considerado por tanto la divisoria entre la Cantabria oriental (que comienza en Trasmiera) y la Cantabria occidental.

    Trasmiera aparece citada en la crónica de Alfonso III, escrita en el siglo IX, y vinculada al condado de Castilla en la centuria siguiente.​ A partir del siglo XIII se estableció por orden real esta demarcación como entidad administrativa. A finales del Siglo XIV, se desarrollan en Trasmiera numerosos episodios de la guerra de bandos entre giles (de Solórzano) apoyados por los Velasco, y los Negretes (de Agüero)  como intento de restablecer el señorío de los linajes en Cantabria.

    El rey estaba representado por un merino que en un principio fue una persona de la familia burgalesa de los Lara. Pasados los años los administradores o merinos fueron elegidos en las familias autóctonas de la comarca.

    Regida por sus concejos de hombres de behetría, lograría en el siglo XIV liberarse del impuesto de la alcabala. Los Reyes Católicos ayudaron a la consolidación de su estructura interna en Juntas; Cudeyo, Ribamontán, Siete Villas, Cesto y Voto, a las que se agregaron, mediante carta de hermandad, las villas de Santoña y Escalante, así como el lugar de Argoños, en 1579. Cada junta construyó su casa de audiencia y cárcel, mientras las juntas generales de Merindad se celebraban en Hoz de Anero, siendo esta la capital de la merindad.

    Hasta la conformación de los ayuntamientos constitucionales, en 1834, gozó de considerables franquicias fiscales, un alto grado de autogobierno y exenciones militares en aras de la autodefensa (Trasmiera se guarda a sí misma).​ La unidad geográfica y administrativa le ha permitido la conservación de muchas de sus costumbres tradicionales.

    La Cruz de Somarriba

    La Cruz de Somarriba es de un claro estilo barroco aunque en ningún lugar consta fecha de su construcción.

    La Cruz de Somarriba marca el límite occidental de Trasmiera y el inicio de las tierras de las Asturias de Santillana; es decir marca la división entre Cantabria oriental y Cantabria occidental.

    Este monumento encierra una leyenda que lo hace más resaltante. La leyenda cuenta  que El Rey, como agradecimiento, le concedería a don Juan de Agüero, el privilegio de hacer noble a toda aquella tierra que pudiera recorrer en un solo día, de sol a sol, a lomos de su caballo.

    Don Juan partió de Agüero en su caballo y anduvo  cabalgando rápidamente hasta la entrada del pueblo de Pámanes, hasta donde se encuentra la Cruz del Avellano (actualmente), entre San Vitores y Pámanes. Justo ahí, su caballo agotado se tumbo sin poder andar más y murió.

    Los habitantes del pueblo vecino a donde el caballo había caído para verse beneficiados del regalo que se le hacía a Don Juan decidieron arrastrar al caballo hasta donde hoy se halla la Cruz de Somarriba consiguiendo así que su pueblo sea el limite concedido por el Rey. A partir de ese acontecimiento a los lugareños de esta zona se les llamarían “los arrastrados” y nacería el siguiente dicho popular: “Los de Pámanes trasmeranos de los arrastraos, los emboronaos de los de tercia y puñao.”

    Un hecho que se relaciona con la leyenda es la exención del impuesto de alcabalas a Trasmiera lograda por Pedro González de Agüero en el siglo XIV.

    Don José María de Pereda, escritor realista y costumbrista cántabro, en su obra Escritos de Juventud dentro del relato corto titulado La Cruz de Pámanes hace mención a la Cruz de Somarriba en un relato fechado en 1859.

    Ponemos en su conocimiento un breve extracto de dicho relato:  ” La atención de Pámanes, pues, directamente estaba fija en sus panojas, en sus ganados, en sus patatas y en su Cruz; porque sin Cruz no se concibe a Pámanes, como no se concibe a Roma sin Capitolio, a la China sin su muralla, a Rodas sin su Coloso, a España sin arrogancia, a El Escorial sin monasterio y a Cayetano sin suscriptores. La Cruz de Pámanes, tal cual hoy es, de tosca piedra, ennegrecida por los rigores de la intemperie, tiene una historia llena de interesantes episodios que se pierden entre el polvo de los más añejos pergaminos del tiempo del feudalismo.”

     

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  • Sancho Fernández de Tejada

    Sancho Fernández de Tejada

    Sancho Fernández de Tejada (La Rioja, siglo IX), figura histórica y al mismo tiempo legendaria que encarna el fundador epónimo del linaje de Tejada, héroe de la Reconquista. Conde de Castilla y lugarteniente del rey Ramiro I en la batalla de Clavijo, el 23 de mayo del año 844.​ Sancho, sus trece hijos, más doce caballeros gallegos obtuvieron una gran victoria que liberó a los cristianos de pagar el ignominioso tributo de las cien doncellas.

    Familia y orígenes

    Cuenta la tradición que en el año 642, el Conde Don Gonzalo, Señor de los Rucones se casó con la Princesa Goda, hija de Suintila y hermana de Chindasvinto, Sancha. El hijo de ambos, Tello, según documentos guardados en el monasterio de San Millan llevó la frontera con los moros más allá de la ciudad de Oca. Su hija se casó con el Duque de Cantabria, Don Fruela, hermano del Rey Don Alfonso I, “El Católico”, que gobernó el reino de Asturias y Galicia entre 739 y el 757. Fueron padres de Ruy Floraz, Conde de Lantarón. Su nieto, Fernán Díaz contrajo nupcias con Doña Ximena, hija del Conde de la Bureba, padre y madre de Don Sancho, fundador de la Villa y Solar de Tejada.

    No se da fecha ni lugar de nacimiento, pero se le atribuye el matrimonio con María Onúñez Gundimara, de la Casa de Toral, madre de sus trece hijos.

    Por su heroísmo, se le dio por apellido Tejada, en recuerdo de la rama de tejo que utilizó cuando se le quebró su lanza en plena batalla.

    Ver artículo sobre la Batalla de Clavijo.

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  • La Batalla de Clavijo

    La Batalla de Clavijo

    La batalla de Clavijo es una batalla dirigida por el rey Ramiro I de Asturias y capitaneada por el Conde de Castilla Sancho Fernández de Tejada contra los musulmanes. Se habría producido en el denominado Campo de la Matanza, en las cercanías de Clavijo, La Rioja (España), fechada el 23 de mayo del año 844. Sus características míticas (la intervención milagrosa del apóstol Santiago), su condición de justificación del Voto de Santiago, y la revisión que desde el siglo XVIII supuso la crítica historiográfica de Juan Francisco Masdeu, la han hecho ser considerada en la actualidad una batalla legendaria, cuya inclusión en las crónicas se debería al arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada.

    Lo que sabemos, por la Crónica Najerense, es de campañas de Ramiro contra los árabes, mientras que las crónicas de Abderramán II hablan de campañas moras en la castellana región de Álava, pero unas y otras coinciden en las fuertes luchas en el área riojana. Más concretamente, las fuentes asturleonesas cuentan que Ordoño I, el hijo de Ramiro I, cercó la ciudad de Albelda y estableció su base en el monte Laturce, es decir, el mismo lugar donde la leyenda sitúa la batalla de Clavijo. Y los hallazgos arqueológicos no dejan lugar a dudas: la noticia de la batalla de Clavijo, no apareció en ninguna fuente hasta siglos después de su supuesta fecha. También es la referencia histórica que Enrique IV y posteriormente el resto de monarcas han empleado para la creación y confirmación de privilegios al Antiguo e Ilustre Solar de Tejada, único señorío que se ha mantenido desde entonces hasta la actualidad.

    Muchos debieron ser los méritos de Sancho, ya que en la Historia antigua de España casi no hay ningún acontecimiento que se magnifique tanto y tenga tanta trascendencia como la Batalla de Clavijo y en ella tiene un papel muy destacado, según las palabras de su propio Rey.

    La batalla tendría su origen en la negativa de Ramiro I de Asturias a seguir pagando tributos a los emires árabes, con especial incidencia en el tributo de las cien Doncellas. Por ello las tropas cristianas de Ramiro I, capitaneadas por Sancho, irían en busca de los musulmanes, con Abderramán II al mando, pero al llegar a Nájera y Albelda se verían rodeados por un numeroso ejército árabe formado por tropas de la península y por levas provenientes de la zona que correspondería actualmente con Marruecos, teniendo los cristianos que refugiarse en el castillo de Clavijo en Monte Laturce.

    Las crónicas cuentan que Ramiro I tuvo un sueño en el que aparecía el Apóstol Santiago, asegurando su presencia en la batalla, seguida de la victoria. De acuerdo con aquella leyenda, al día siguiente, el 23 de mayo del año 844, los ejércitos de Ramiro I, animados por la presencia del Apóstol montado en un corcel blanco y capitaneados por Sancho, se enfrentaron al ejército árabe. Sancho, sus Trece Hijos, sus caballeros castellanos y los hombres del Rey Ramiro obtienen una victoria enorme que libera a los Cristianos de pagar el ignominioso tributo de las cien doncellas “cincuenta nobles para tratar casamiento con ellas y las otras cincuenta para mancebas”.

    El Rey le da por nombre «el de Tejada», en recuerdo de la rama de un Tejo que utilizó como arma cuando se rompió su lanza en el combate y que blandía valientemente arengando a sus tropas en un último esfuerzo.

    Voto de Santiago

    El día 25 de mayo en la ciudad de Calahorra (el año no se especifica) Ramiro habrá dictado el voto de Santiago, comprometiendo a todos los cristianos de la Península a peregrinar a Santiago de Compostela portando ofrendas como agradecimiento al Apóstol por su también supuesta intervención e imponiendo un impuesto obligatorio a la Iglesia.​

    Con este suceso, el Apóstol se convirtió en símbolo del combate contra el islam, y se le reconoció desde entonces como Santiago Matamoros.

    Leyenda

    La primera crónica que cita esta legendaria aparición fue narrada (hacia 1243) por Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo.

    Tras la Batalla

    El Rey Ramiro quiso honrar a Sancho por su gesta mediante una serie de privilegios:
    • Le nombró Alcaide de los fuertes de Viguera y Clavijo, que junto a la inmensa fortaleza natural de los Cameros, permitió en los valles y llanuras de la Rioja vivir en paz y prosperar.
    • Le hizo señor de los Montes Cadines (que son hoy los de Tejada). En estos montes edificó su casa, la entonces llamada Casa Cadina, ahora convertida en casa Tejada.
    • Le concedió la nobleza transmisible por línea de varón y de mujer a toda su descendencia. Sus descendientes —“señoras y señores hijosdalgo diviseros”— se inscriben en los registros de los Solares de Tejada y Valdeosera, considerados como corporaciones nobiliarias de las más antiguas de España, pues su documentación histórica comprobada se remonta a 1460. En ella hombres y mujeres son iguales y libres. Son dueños y Señores de sus tierras hasta el fin de los tiempos, el Rey, así lo reconoce y respalda. Además les concede un símbolo, un escudo, que representa esta Historia para que no se olvide y sirva de ejemplo permanente. Buena prueba de ello es su confirmación y reconocimiento por todos los Reyes de España y Jefes de Estado que se han sucedido hasta la actualidad, superando incluso momentos históricos de profunda persecución contra estas distinciones nobiliarias y de ahí logrando mantener su naturaleza jurídica y que no resultaran afectados sus Privilegios y distinciones ni por las Leyes Desvinculadoras ni las Disposiciones de uno y otro Gobierno.
    • Encomendó a Sancho y sus hijos mantener libres, seguros y transitables los caminos —también a Santiago de Compostela—, fundando la primera Orden de sus caballeros, tal y como se recoge en la Carta de Confirmación de Privilegios, Gracias y Mercedes otorgada por los Reyes Católicos al Solar de Tejada, firmada el 8 de julio de 1491 en la Vega de Granada.

    Más en adelante, Sancho consigue arrebatar a los moros todas las tierras hasta el Reino de Aragón y las puso a los pies de su Rey y Señor, quién en gratificación de sus servicios le dio una villa en tierra de León. El católico Rey le dio otra montaña llamada Valdeosera, llamada así por los muchos osos que allí había. En esta montaña edificó trece casas, y a ellas envió a los Doce Caballeros y a su hijo menor llamado Sancho, como el padre. De esta forma hizo a los doce Caballeros y a su hijo Sancho Señores de ella.

    El general Sancho se quedó en el Solar de Tejada junto a cinco de sus hijos, llamados: Fernando, Mateo, Martín, Andrés, Lope, Pedro y Gonzalo. Los cinco hijos restantes los envió a la villa de León, consiguió así acomodar a sus trece hijos.

    El señorío de Tejada siguió ejerciendo eficientemente la labor de protección de los caminos encomendada por el rey Ramiro. Cien años más tarde Gotescalco, Obispo de Puy, recorre esta ruta, se desplaza a Clavijo y se detiene en el Monasterio de San Martín de Albelda, -lugar donde entonces ya reposan los restos de la esposa de Sancho, Doña María, protectora, junto a su marido Don Sancho, del Monasterio, como también lo fueron del de San Millan. Encarga una copia del libro de San Ildefonso de Toledo sobre la Virginidad de Maria, el Códice Albeldense de Gomesano, que recoge un año más tarde a su vuelta de Santiago de Compostela. Los hombres de Tejada protegieron su peregrinar.

     

  • La Batalla de Simancas

    La Batalla de Simancas

    La batalla de Simancas fue un enfrentamiento bélico entre las tropas de una coalición cristiana encabezada por el rey de León, Ramiro II, y los musulmanes asentados en Córdoba del califa Abd al-Rahman III junto a los muros de la ciudad de Simancas, en la que se afianzó el dominio sobre las tierras del río Duero por los reinos cristianos del norte, en el año 939.

    En el año de 939, el rey Ramiro II de León actuó en apoyo de Muhámmad ibn Háshim, gobernador de Zaragoza (también conocido por Abu Yahya o Abohaia), a quien el califa acusaba de traidor y culpable principal del desastre de Osma, ocurrido 3 años antes. El cronista Sampiro abrevia así los hechos:

    Ramiro reuniendo su ejército se dirigió a Zaragoza. Entonces el rey de los sarracenos, Aboyaia, se sometió al gran rey Ramiro y puso toda su tierra bajo la soberanía de nuestro rey. Engañando a Abdarrahmán, su soberano, se entregó con todos sus dominios al rey católico. Y nuestro rey, como era fuerte y poderoso, sometió los castillos de Aboyaia, que se le habían sublevado, y se los entregó regresando a León con gran triunfo.

    Sampiro omite que el monarca leonés dejó guarniciones navarras en estos castillos, pues Ramiro contaba con el concurso y alianza del rey de Pamplona.

    Después de la pérdida de la estratégica Zaragoza, es fácil comprender la airada reacción del envanecido Abd al-Rahman III. Tras cercar y conquistar Calatayud, Abderramán se apoderó uno tras otro de todos los castillos de la zona. Al llegar a las puertas de Zaragoza, Abu Yahya capituló, acción que el califa aprovechó para emplearlo en una ofensiva contra Navarra que concluyó en la capitulación de la reina Toda, que se declaró vasalla del califa.

    Ramiro II de León por José María Rodríguez de Losada. Siglo XIX.
    El califa omeya, para acabar de una vez por todas con el reino leonés, concibió entonces un proyecto gigantesco, al que denominó gazat al-kudra, Campaña del Supremo Poder o de la Omnipotencia. El omeya reunió un gran ejército alentado por la llamada a la yihad. Desde la salida de Córdoba se dispuso que todos los días se entonase en la mezquita mayor la oración de la campaña, no con sentido deprecatorio, sino como anticipado agradecimiento de lo que no podía menos de ser un éxito incontrovertible.

    El califa levantó, con la ayuda del gobernador musulmán de Zaragoza (Abu Yahya), un gran ejército de casi 100.000 hombres, formado por mercenarios andalusíes, militares profesionales, tribus bereberes, soldados de las provincias militarizadas (yunds), contingentes de las Marcas y un buen número de voluntarios. Bien armada y pertrechada, esta heterogénea masa de combatientes emprendió la marcha a fines de junio de 939. Dejando atrás Toledo, el ejército atravesó el Sistema Central por Guadarrama (puerto de Tablada), internándose a continuación en la «Tierra de nadie» -políticamente hablando- situada al sur del Duero. Después de saquear y destruir los lugares que encontraban en su camino (Olmedo, Íscar, Alcazarén), los contingentes califales acamparon cerca del Cega y se instalaron en el Castillo de Portillo a principios de agosto.

    Entre tanto, el rey leonés Ramiro II había reunido a su lado a sus propias tropas, incluidas las de los condes castellanos Fernán González y Ansur Fernández, y a las tropas del reino de Pamplona de García Sánchez I.

    La batalla, que se libró en la margen derecha del Pisuerga, al noreste de Simancas, fue muy violenta y se prolongó durante varios días. Comenzó el 6 de agosto y concluyó con la grave derrota califal cuatro días después.3​ Las crónicas cristianas cuentan que se apareció San Millán. Y además, según relatan las crónicas, tanto árabes como cristianas, hubo un eclipse de sol unos días antes de la batalla:

    Encontrándose el ejército cerca de Simancas, hubo un espantoso eclipse de sol, que en medio del día cubrió la tierra de una amarillez oscura y llenó de terror a los nuestros y a los infieles, que tampoco habían visto en su vida cosa semejante. Dos días pasaron sin que unos y otros hicieran movimiento alguno.

    El sol padeció terrible eclipse, en el día en el que en España Abderramen rey de los sarracenos, fue vencido en una batalla por el cristianísimo rey D. Ramiro.

    Basándose en este dato, el eclipse previo a los días de batalla, este sucedió el 19 de julio de 939. El combate duró algunas jornadas, decidiéndose del lado de los cristianos, que hicieron huir a las tropas musulmanas, que no pudieron tomar la fortaleza de Simancas. Abu Yahya fue apresado al término de la contienda.

    Después de esto tornase el rey D. Ramiro con los suyos con grandes ganancias de oro, y de plata, y piedras preciosas y con muchos cautivos, y entre ellos llegó Abenaya, ca puesto caso que Abenaya había sido preso por el conde en lo de Haza.

    Los musulmanes sufrieron unas tres mil bajas, si bien también fueron abundantes las de los vencedores.​ Estos apresaron al gobernador tuyibí de Zaragoza, que combatía en las filas cordobesas.3​ Abderramán, que tuvo que huir apresuradamente para salvarse del descalabro, hubo de abandonar tras de sí su campamento.

    Después de la batalla de Simancas aconteció otro desastre para los musulmanes en tierras sorianas, en lo que se denomina la jornada de Alhándega o del Barranco. Los musulmanes, que en su retirada de Simancas habían arrasado la zona del río Aza (actual río Riaza) en su camino hacia Atienza, en dicha jornada sufrieron una emboscada en un barranco, donde fueron derrotados y puestos en fuga, consiguiendo los cristianos un gran botín.

    …y en la retirada el enemigo los empujó hacia un profundo barranco, que dio nombre al encuentro (Alhándega), del que no pudieron escapar, despeñándose muchos y pisoteándose de puro hacinamiento: el califa, que se vio forzado a entrar allí con ellos, consiguió pasar con sus soldados, abandonando su real y su contenido, del que se apoderó el enemigo…

     

    Como consecuencia de las victorias en Simancas y Alhándega, la línea de repoblación del reino de León avanzó hasta el río Tormes, rebasando el límite del río Duero. Es decir, se inicia la repoblación del sur del Duero que será diferente a la que hubo en el norte. Se ocupó Ledesma este mismo año y la ciudad de Salamanca en 941.​ No obstante, aunque Abd al-Rahman III no volvió a dirigir personalmente sus ejércitos en combate,​ estos siguieron haciendo incursiones más allá de los límites cristianos (como las aceifas del caudillo árabe Almanzor; una de ellas desembocó supuestamente en la batalla de Rueda en el año 981).

    La importancia fundamental (y por la que se recuerda esta batalla) no es tanto la ganancia territorial de los reinos cristianos, sino el valor simbólico de ser la primera gran victoria que se obtiene contra Al-Andalus.​ Para Abderramán III la derrota fue un importante contratiempo pero no alteró su gobierno, puesto que los territorios perdidos entre el sur del río Duero y el río Tormes se encontraban lejos de su capital en Córdoba, sin poner en peligro grave sus dominios.​ Aun así, tras el regreso a Córdoba después de la derrota, ordenó ejecutar a numerosos oficiales de su ejército por incompetencia y nunca más volvió a encabezar una expedición de guerra.

    La batalla tuvo amplia repercusión en el resto de Europa por la magnitud de la derrota musulmana.

     

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  • Las Merindades burgalesas y el origen de Castilla

    Las Merindades burgalesas y el origen de Castilla

    Las Merindades burgalesas, a pesar de sus múltiples atractivos, es una de las zonas menos frecuentadas por el turismo masivo, incluso desconocida para el gran público. Cantabria y el País Vasco son sus vecinos más cercanos. En lo físico huyen del cliché aplicado a las tierras de Castilla: anchas, llanas, áridas; muy al contrario, conforman un paisaje húmedo, verde, salpicado por montañas y manchas boscosas de robles y encinas.

    Es el Burgos más septentrional, cuna de Castilla, ya que es aquí donde en el año 800 apareció por primera vez este nombre referido a la Tierra de los Castillos en un documento de cesión de terrenos en el monasterio de San Emeterio de Taranco de Mena.

    A mediados del siglo XII, durante una visita a Medina de Pomar, el rey Alfonso VIII ideó la reforma de los alfoces (antigua agrupación de aldeas) en un sistema de municipios más eficaz.

    Así nacieron las merindades, a cuya cabeza puso a un merino todopoderoso, representante directo del monarca.

    Viniendo por carretera desde Burgos capital, lo primero que nos encontramos es la ermita de San Pedro de Tejada, un típico ejemplo del románico burgalés.

    Espinosa de los Monteros es, después de Burgos, la población con más monumentos catalogados de toda la provincia. Aquí tuvieron su origen los Monteros de Espinosa, una guardia personal de los condes castellanos y luego de los reyes de España.

    Quintanilla del Rebollar es un pequeño pueblo en el que se encuentra el centro de interpretación de Ojo Guareña, un importante complejo kárstico formado por más de 110 kilómetros de galerías subterráneas. Las grutas están situadas en el valle de Sotoscueva, entre los ríos Trueba y Nela, y fueron declaradas Monumento Natural en 1996. Con todo, lo más interesante para el turista es la ermita de San Bernabé, construida en una de las simas, que sirve de salida a la visita guiada por las grutas. Aprovechando las paredes naturales de la cueva, el exterior presenta una fachada de sillares rematada por una espadaña en la base de un acantilado. En el interior, una serie de frescos naifs a la manera de comics ocupan completamente las rocas de paredes y techo narrando la vida de San Tirso, mártir condenado a morir cortado por la mitad.

    En Puentedey la naturaleza ha obrado otra de sus maravillas. A lo largo de miles de años, el río Nela ha perforado la roca caliza dando como resultado un gran orificio de 15 metros de altura (como una casa de 5 pisos) y el doble de ancho lo que le da la apariencia de un gigantesco puente sobre el que se asienta parte del casco urbano.

    Medina de Pomar es la localidad con mayor población de Las Merindades, casi 6.000 habitantes. Ciudad amante del arte, cuenta en sus calles con un museo de pintura al aire libre con más de medio centenar de obras fijadas en los muros de algunas casas, especialmente en la Calle Mayor.

    Oña y su casco medieval; el Monasterio de Riseco, fantásticas ruinas en reconstrucción; la ermita de San Pantaleón de Losa, encaramada a la Peña Colorada; las cabañas pasiegas, en la linde con Cantabria… son otros de los muchos puntos de interés que hay que ir descubriendo poco a poco, sin prisas, en estas tierras de constantes sorpresas.

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  • El Condado de Castilla

    El Condado de Castilla

    El condado de Castilla fue un área geográfica que formaba parte del reino de Asturias y del reino de León hasta que tomó forma de un Estado autónomo en el año 932. Un siglo después, en el año 1065, pasó a ser el reino de Castilla.

    Fue repoblado por personas procedentes de diversos pueblos (leoneses, godos, bárdulos, navarros, cántabros, mozárabes…). Residentes en un primer momento en Vizcaya, los movimientos de los bardulos hacia el oeste (que huían del hostigamiento de los francos) obligaron a los autrigones y sobre todo los bárdulos (que dieron su nombre) a desplazarse hacia el oeste, a un lugar tradicionalmente llamado desde entonces Bardulia y conocido anteriormente como Autrigonia. Desde allí se dirigieron progresivamente hacia el sur, ocupando los territorios que luego formaron parte del reino de Castilla.

    Primeras repoblaciones (791-850)

    Primera etapa (791-822)

    Castilla dentro del reino de Asturias, siglo IX.

    Aprovechando los momentos de debilidad del emirato de Córdoba, van a atravesar la Cordillera Cantábrica desde las tierras de Cantabria y Vizcaya personas que realizarán presuras de terrenos, restaurarán iglesias y recuperarán molinos. Estos movimientos migratorios no son patrocinados por los reyes asturianos, sino por abades y familias de poder. Son varias las aceifas musulmanas que van a tener que soportar y poca la ayuda que pueden recibir desde la lejana capital asturiana.

    Existieron tres núcleos iniciales de repoblación: el Valle de Mena desde Taranco, Valpuesta y el núcleo occidental. Además de estos, en 814 los foramontanos germen de la antigua Castilla, un nombre que indica que procedían de un lugar situado fuera de las montañas, posiblemente del valle del Ebro, salen de Malacoria y van hacia Castilla (según los Anales castellanos). Esta noticia hace que actualmente no se esté seguro del recorrido exacto de esta migración, existiendo varias hipótesis. El periodista Víctor de la Serna, estudioso del tema, publicó en 1956 su libro La ruta de los foramontanos recibiendo el Premio Nacional de Literatura.

    Va a haber importantes corrientes migratorias hacia tierras incultas para obtener nuevas tierras de cultivo, y así paliar la falta de alimentos debida a la superpoblación y a las malas condiciones climáticas. De todas formas, aún no existe un sistema defensivo organizado y capaz de hacer frente a las aceifas cordobesas. Será más adelante cuando los reyes asturianos se preocupen de defender adecuadamente la zona.

    Solo cuando los cordobeses tienen problemas internos es cuando existen movimientos repoblatorios, sucediéndose acciones militares entre 791 y 822. A pesar de estas continuas aceifas, los dos núcleos del valle de Mena y Valpuesta no parecen haber sufrido sus efectos, al contrario que Álava, Castilla (entendiendo Castilla como la zona de Espinosa de los Monteros y Sotoscueva) y la zona en torno a Miranda de Ebro.

    Segunda etapa (822-842)

    Tras morir al-Hakam I, su sucesor ‘Abd al-Rahman II ha de hacer frente a multitud de rebeliones internas. Aun así, viendo el progresivo avance asturiano por la zona del Ebro, realizó una primera incursión el verano del 822. ‘Abd al-Karim invade las tierras de Álava, saqueándolas. Tras recibir promesa de sumisión por parte de castellanos, ‘Abd al-Karim volvió a Córdoba llevando en garantía numerosos rehenes.

    Esta terrible expedición afectó casi únicamente a la región de Álava. Y en noviembre de ese mismo año, va a haber nuevas repoblaciones en la zona de Valdegovia.

    En el norte de Palencia la repoblación no se detiene. Un conde magnate, llamado Munio Núñez, fue dirigiendo a los foramontanos hacia la zona de Aguilar de Campoo. El fuero de Brañosera, concedido por dicho conde y su esposa Argilo el 13 de octubre de 824, es posiblemente el primero en Europa.

    En el año 825 dos ejércitos cordobeses se dirigieron de nuevo hacia la parte oriental del reino asturiano, atacando a la vez Álava y Castilla. Habrá otra razzia más en el 826 sobre el valle de Mena y los territorios limítrofes del valle de Losa y Espinosa de los Monteros. Después hubo unos años de paz hasta que en el 830, un hijo de ‘Abd al-Rahman penetra hasta Sotoscueva, tomando el castillo de al-Garat. Una violenta insurrección en Toledo suspenderá durante casi diez años las aceifas sobre el condado de Castilla y el resto del reino asturiano.

    Sigue habiendo presuras y la repoblación no se detiene. Y tras la tregua forzosa del 830, un nuevo impulso de repoblación se localiza tras las montañas de la cordillera Cantábrica. Por otra parte, puede que tras las expediciones anteriores, los asturianos se dieran cuenta de la importancia que tiene el desfiladero de Pancorvo como paso estratégico y van a intentar mantenerlo bajo sus manos.

    En el 837 Abderramán II entra en Toledo sofocando su rebelión. Poco después tres ejércitos se encaminan hacia el reino de Asturias. El primero ataca Galicia, el segundo se dirige hacia León y el tercero vuelve a golpear Álava y Castilla. En esta expedición se conquista una fortaleza, que probablemente sea Pancorbo. Pancorbo es la llave de Castilla y Álava y a partir de ahora este va a convertir el punto desde el cual se van a organizar todas las operaciones de saqueo por parte de los cordobeses. Habrá que esperar hasta los años alrededor del 870 para que Pancorbo vuelva a estar en manos asturianas.

    Y con esta importante plaza bajo su poder, Abderramán II organiza una aceifa en el 838. Esta expedición estaba comandada por Ubaid Allah ben al-Balesi, remontó el río Ebro, pasó por la zona de Villarcayo y asoló la región de Sotoscueva «consiguiendo una gran victoria».

    Sin descanso para los habitantes de Álava, el 839 Musa ibn Musa, el jefe del importante clan de los Banu Qasi que gobernaban el valle del Ebro en torno a Tudela y Zaragoza, penetra en Álava y la saquea.

    Poco después, en el 842 muere Alfonso II tras un largo reinado en el que había expandido su reino haciendo frente en la medida de sus posibilidades al su poderoso vecino sureño.

    El reinado de Ramiro I (842-850)

    Durante el reinado de Alfonso II, Ramiro I de Asturias (hijo de Bermudo I), fue nombrado gobernador de Galicia probablemente hacia el 830, ante la falta de descendencia propia de Alfonso II.

    Ramiro y su primera esposa Urraca fueron padres de Ordoño I de Asturias, y se encontraba en Bardulia para contraer nuevo matrimonio con Paterna, hija de un noble castellano, cuando sucedió la muerte de Alfonso II. En este momento Ramiro tenía ya cincuenta años. Estando aún en Castilla conoció también el encumbramiento del conde palatino Nepociano, casado con una hermana de Alfonso II, como rey. Ante este hecho, Ramiro regresa apresuradamente a Galicia, donde tiene gran cantidad de partidarios, reúne un ejército en Lugo y marcha hacia Asturias.

    Se produce un enfrentamiento entre sendas facciones entre Cangas de Onís y Tineo. Poco después, Nepociano es abandonado por los suyos y tiene que huir hacia Oviedo. Pero los condes Escipión y Sonna le alcanzan cerca de Pravia y le llevan en presencia de Ramiro I. El castigo para Nepociano consistió en sacarle los ojos y su posterior confinamiento en un monasterio. En el verano de este mismo año Ramiro es coronado rey en Oviedo a la manera gótica, dando vía libre a la sucesión hereditaria, abandonándose la elección. De él partirá la línea dinástica que perdurará durante varios siglos.

    En esta lucha, Ramiro fue apoyado por los magnates gallegos, mientras Nepociano es sostenido por los mandatarios astures, cántabros, castellanos (a pesar de que Ramiro estaba casado con una castellana) y vascones. La coronación de Ramiro I como rey no acabó con las conjuras palaciegas y el enfrentamiento de las diferentes tendencias que ya empezaban a apuntarse en el reino asturiano.

    Ramiro I es denominado el de la Vara de Justicia, porque hizo desaparecer a los bandidos de Asturias, sacó los ojos a los ladrones que capturaba y enviaba a la hoguera a los adivinos y magos. Además, durante su corto reinado tuvo que hacer frente a varias rebeliones palaciegas. Los enemigos externos también atacan.

    Los dos primeros jueces legendarios, Nuño Rasura y Laín Calvo, fueron nombrados en el año 842 y según la tradición, crónicas y obras literarias posteriores (como el Poema de Fernán González) fueron antepasados directos de Fernán González (en el caso de Rasura) y del Cid Campeador (en el de Calvo). Tal parentesco está apoyado únicamente en documentos literarios y no tiene aval histórico cierto.

    Et los Castellanos que vivian en las montañas de Castiella, faciales muy grave de yr à Leon porque era muy luengo, è el camino era luengo, è avian de yr por las montañas, è quando allà llegagan asoverviavan los Leoneses, è por esta raçon ordenaron dos omes buenos entre si los quales fueron estos Muño Rasuella, è Laín Calvo, è estos que aviniesen los pleytos porque non oviesen de yr à Leon, que ellos no podian poner Jueçes sin mandado del Rey de Leon. Et ese Muñyo Rasuella era natural de Catalueña, è Laín Calvo de Burgos, è usaron así fasta el tiempo del Conde Ferrant Gonçalvez que fue nieto de Nuño Rasuella
    Tit. Por qual raçon los fijosdalgo de Castiella tomaron el fuero de Albedrío.

    En el 843, el hijo de Abderramán II, al-Mutarrif vuelve con una expedición contra el norte peninsular. Pero el resultado no debió valer la pena y no volverá a haber acciones importantes hasta el 846.

    En el 844 llegan por primera vez los vikingos a las costas españolas. Primero desembarcaron cerca del actual San Sebastián y se adentraron en el naciente reino navarro capturando a su rey Íñigo Arista de Pamplona. Después realizaron un intento de desembarco fallido frente a Gijón y se dirigen hacia la Torre de Hércules (Brigantium), cerca de La Coruña. Mientras estaban saqueando La Coruña y Betanzos, fueron sorprendidos por un ejército asturiano y tuvieron que retirarse con la escuadra maltrecha y gran cantidad de muertos.

    Las cosas tampoco estaban fáciles para el emir cordobés: a las rebeliones del gobernador de Zaragoza hay que sumarles las incursiones normandas y la rebelión mozárabe en torno a Toledo al frente de San Eulogio y Álvaro (850).

    Ante los problemas internos cordobeses, Ramiro aprovecha para ampliar los límites de su reino llegando a León, antiguo campamento romano, que parecía una buena base para organizar una nueva zona de repoblamiento. Pero ‘Abd al-Rahman II, preocupado por este avance asturiano, envió a su hijo Muhámmad al mando de un expedición que tomó León (846). Los asturianos huyeron despavoridos, incapaces de hacer frente a las máquinas de guerra cordobesas. Muhámmad incendia León y abre grandes brechas en las murallas, retirándose después. León quedó desierta hasta varios años después.

    Ramiro murió en 850 en el palacio del Naranco, siendo enterrado en Oviedo, en el panteón de los reyes que había erigido Alfonso II, junto con su esposa Paterna. Durante el breve y tumultuoso reinado de Ramiro I se edifican las más notables construcciones del prerrománico asturiano: la iglesia de San Miguel de Lillo y el palacio de Santa María del Naranco. Además, después, el arzobispo Rodrigo haría al rey Ramiro I protagonista de una famosa batalla, la de Clavijo.

    Los años del reinado de Ramiro I suponen un parón de la repoblación por tierras de Castilla. En un ambiente de desorden y continuas rebeliones, aparecen en las leyendas los Jueces de Castilla. Sus nombres son Nuño Rasura o Rasuella y Laín Calvo e impartirían justicia entre los castellanos apoyándose en las costumbres y cuyas sentencias se denominaban fazañas, sin tener en cuenta el Liber Iudiciorum, de herencia visigoda, que se respetaba en el resto del reino asturiano. Posiblemente fueron dos, para que cuando uno de ellos viajara a la corte astur, otro se quedara en el condado para mantener la justicia.

    Rodrigo, el primer conde de Castilla (850-873)

    Rodrigo bajo el reinado de Ordoño I (850-866)

    El nuevo rey Ordoño va a delegar el gobierno de sus territorios fronterizos a gentes de la familia real, quienes tendrán gran libertad de acción a cambio de su fidelidad: su hermano Gatón será conde del Bierzo y su hermano o cuñado Rodrigo, conde de Castilla. La llegada de Ordoño I al trono en el 850 coincide con una nueva rebelión del jefe de los Banu Qasi, Musa II, que controlaba el valle del Ebro entre La Rioja y Zaragoza. Musa ibn Musa estaba aliado con su hermanastro Íñigo Arista de Pamplona y buscaba la creación de un reino independiente de Córdoba. Hacia el 852 tropas asturianas y gasconas se enfrentaron a los vascones y a los Banu Qasi en la primera batalla de Albelda, siendo vencedores estos últimos. Musa II se hacía con el control de casi la totalidad de la actual La Rioja.

    Mientras tanto Abd al-Rahman II muere (852) y su hijo Mohámed I es nombrado emir. En un primer momento su reinado fue tranquilo pero tras nombrar visir a Hashim ben ‘Abd al-Aziz, el descontento se extendió entre mozárabes y muladíes. Y es Toledo donde mayor fue la resistencia al poder del emir. Los mozárabes, dirigidos por Eugenio, depusieron al gobernador musulmán y conquistan la fortaleza de Calatrava, pidiendo ayuda militar a Ordoño I. Este envió al conde Gatón del Bierzo, derrotando a los cordobeses en Andújar (853), aunque en el 854 las tropas castellanas del reino de Asturias fueron derrotadas en la batalla de Guadalacete, al sudoeste de Toledo. Sin embargo, la sublevación se reprodujo en el 858, siendo ajusticiado Eulogio al año siguiente. Posteriormente surgirán más sublevaciones en al-Ándalus.

    En el 859 los vikingos llegan a Pamplona y secuestran al nuevo rey García Íñiguez de Pamplona. Solo tras pagar un costoso rescate el rey vuelve a Pamplona, pero a partir de entonces la vieja alianza entre los Arista y los Banu Qasi se ha roto y García I será aliado del reino de Asturias.

    Debido a los problemas internos de cordobeses y al cambio de actitud de los navarros, el único enemigo de Ordoño I fue el caudillo de los Banu Qasí, Musa ibn Musa (Musa II), quien se titulaba tercer rey de España. En continua rebelión contra Córdoba, trata de asegurar el valle del Ebro a su paso por la Rioja. En el 855 va a realizar una dura razzia contra Álava y al-Qilá y tras ella se preocupa de restaurar y fortalecer la guarnición militar de Albelda. Viendo la amenaza que esta fortaleza supone sobre los dominios orientales del reino asturiano, Ordoño I y los navarros lanzan una ofensiva contra Albelda. Tras una dura lucha, Ordoño toma la fortaleza y la arrasa.

    Musa Ibn Musa seguirá peleando contra navarros y cordobeses hasta su muerte en el 862. Mientras tanto su hijo Lupp o Lope ben Musa, gobernador de Toledo, se declarará vasallo de Ordoño I.

    La situación es propicia para impulsar la expansión del reino asturiano hacia el sur. El fenómeno de la repoblación es apoyado y fomentado por el rey, quizás para dar solución al problema derivado del acogimiento de importantes grupos de mozárabes acogidos en su reino tras las rebeliones en Toledo y otras poblaciones de al-Ándalus.

    El condado de Castilla hacia el 860 se extendía hacia el sur por la Merindad de Sotoscueva, Espinosa de los Monteros, Bricia, Valdivielso, Valle de Mena, La Losa, Valdegovía y el Valle de Tobalina, y llegando por el este siguiendo el río Ebro hasta Puentelarrá y por el oeste hasta Brañosera, Aguilar de Campoo y el obispado de Veleia (Uelegia Alabense), entraba dentro de la jurisdicción de Rodrigo.

    El conde será el encargado de recaudar los impuestos, cobrar las multas e impartir justicia en sus territorios. En los primeros años de su gobierno se reanuda la repoblación de nuevos territorios bajo la acción de eclesiásticos y señores pero a partir del 860 el propio conde va actuar y repoblará Amaya (860). Dichos señores y eclesiásticos son: el abad Paulo, el abad Rodanio, Sona y Munina, Fernando Núñez de Castrosiero y su mujer Gutina, y los obispos Severo y Ariolfo.

    La expansión del condado de Castilla hacia el sur y el este se produce aprovechando la debilidad del emirato de Córdoba y es ejecutada a instancias del rey Ordoño I por el conde Rodrigo. En la frontera riojana se van a conquistar diversas fortalezas y ciudades: Haro, Cerezo de Río Tirón, Castil de Carrias y Grañón. Y se fundan nuevas fortalezas (Frías, Lantarón).

    Pero el hito más conocido del conde Rodrigo es la repoblación de Amaya en el 860, lo que lleva a adelantar la línea de fortalezas hasta Úrbel del Castillo, Castil de Peones, Moradillo de Sedano, Oca y Cerasio (Cerezo de Roo Tirón).

    Envalentonados con la nueva expansión, los asturianos atacan incluso posiciones de los cordobeses. Así, Ordoño I saquea Coria mientras el conde Rodrigo pasa el puerto de Somosierra y saquea y arrasa la nueva fortaleza de Talamanca de Jarama (863), apresando al gobernador Murzuk y a su mujer Balkaria, a los que pondría en libertad poco después. Muhámmad I no duda en responder y ese mismo año su hijo ‘Abd al-Rahmán y el general ‘Abd al-Málik ben Abbás entran en Álava y Castilla. Rodrigo trata de cortarles la retirada en el desfiladero de Pancorvo. Pero los cordobeses se dan cuenta de la maniobra y toman la cuenca del río Oja para retirarse. La expedición debió de ser fatídica para los castellanos.

    Nuevamente atacan los cordobeses en el 865, esta vez centrándose sobre todo en Castilla (Batalla de La Morcuera). Ibn Alanthir nos refiere una nueva incursión en el 866, y de nuevo el príncipe ‘Abd al-Rahmán dirige el ejército contra Álava y Castilla, llegando hasta la ciudad de Mano, probablemente el valle de Mena, de donde volvió sin grandes botines pero sin sufrir pérdidas.

    En el 866 muere Ordoño I de gota habiendo designado sucesor a su hijo Alfonso, que desde hacía varios años era gobernador de Galicia.

    Rodrigo bajo el reinado de Alfonso III (866-873)

    Contexto histórico

    Alfonso III ya estaba asociado al trono de su padre desde el 864 a la edad de dieciséis años, y gobernaba Galicia desde el 862. Cuando muere Ordoño, Alfonso se encuentra en Santiago de Compostela. Pero pronto el conde de Lugo Fruela Bermúdez se sublevó, alcanza Oviedo y es proclamado rey, obligando a Alfonso a huir hacia tierras castellanas y alavesas para acogerse bajo el conde Rodrigo.

    Mientras tanto Rodrigo está rechazando la incursión cordobesa del 866. Tras esta acometida, Rodrigo y otros nobles se proponen entronizar a Alfonso en Oviedo. Rápidamente Rodrigo prepara a su ejército y se dirige hacia Asturias para expulsar a Fruela.

    Alfonso III fue coronado el 25 de diciembre de 866 y es la primera vez en que los castellanos afianzan a un rey en Oviedo. Indudablemente, Rodrigo va a tener ahora una gran influencia sobre el nuevo rey. Rodrigo permaneció algún tiempo en la corte ovetense pero a principios del 867 debió regresar a Castilla, a tiempo para enfrentarse a dos nuevas dificultades.

    Los cordobeses vuelven a penetrar en Álava y Castilla en el 867. Esta vez están dirigidos por otro hijo del emir Muhámmad I, al-Hakam, quien llega hasta Djernik (Herrenchun?), ciudad que asaltan y saquean, para luego pasar por el valle de Mena, Espinosa de los Monteros y Bricia hasta llegar a la zona de Reinosa, donde debía encontrarse el conde Rodrigo regresando desde Oviedo. al-Hakam regresa a Córdoba sin haber intentado combates en aquella zona. Esta será la última acción musulmana hasta años después debido al recrudecimiento de sus problemas internos.

    Por otra parte, aprovechando los problemas sucesorios, un magnate o conde llamado Eglyón o Elyón se subleva en Álava. Rodrigo fue el encargado de sofocar la rebelión que pareció acabarse (867 u 868) sin ni siquiera sacar la espada. Este pudo ser el motivo por el cual a partir de ahora el conde Rodrigo va a extender sus dominios también sobre Álava. Aunque su nombre sigue sin aparecer en los documentos firmados en los dominios del obispado de Valpuesta, sí aparece en un documento de donación de Obarenes (870) y en una carta del monasterio alavés de San Millán de Salcedo (18 de abril de 873), en el valle de Cuartango junto con el señor Sarracín Muñoz, que pudiera ser el lugarteniente de Rodrigo en tierras alavesas.

    Los ataques cordobeses paran a partir del 867. Alfonso III, considerado como el verdadero ideólogo de la Reconquista, el que impulsó la idea de una restauración del antiguo reino visigodo, continúa los avances comenzados por su padre. Mientras por el oeste el conde Vímara Pérez llega a Oporto (868), en la frontera oriental el objetivo es hacerse con una serie de fortalezas que impide la expansión del reino asturiano. Entre este año y el 873, cuando muere el conde Rodrigo, los castellanos parecen haberse hecho con la fortaleza de Pancorvo y Cellorigo. Aun así, los cordobeses seguirán manteniendo durante años otras importantes plazas como Ibrillos, Grañón y Carazo.

    Las últimas apariciones documentales del conde Rodrigo son las siguientes, datadas en el 873: la donación que Oveco y Gontroda hacen al monasterio de San Mamés de Obarenes, y otra carta, en la que los monjes de San Pedro de Tejada hacen obediencia al abad Acisclo, que sucedía al fundador, el abad Rodanio.

    Existen actas datadas en los años 863, 864, 869 y 871 en las que el nombre del conde de Castilla es Diego Rodríguez Porcelos, el hijo de Rodrigo. Normalmente se supone que estas cartas, aunque auténticas, están antedatadas, al menos con seguridad las dos primeras, ya que hablan del rey Alfonso, que no empezó a reinar hasta el 866. La muerte de Rodrigo acaeció el 4 de octubre de 873.

    Extensión del condado de Castilla en 873

    El condado de Castilla experimenta una gran expansión durante el gobierno del conde Rodrigo, que se dirige hacia el sur hasta llegar a Amaya (860) y a costa de los cordobeses por la Rioja. Además, a partir de la sublevación del conde alavés Eglyón, Álava se incorpora al condado de Castilla.

    Fortalezas musulmanas eran Pancorvo, Cellorigo, Cerezo de Río Tirón, Castil de Carrias, Briones, Grañón e Ibrillos. Muy importante era la situación de Pancorvo, que impedía el avance castellano hacia las tierras de los Montes de Oca (Burgos), antigua sede episcopal visigoda de la Diócesis de Oca. Frente a estas fortalezas surgen las fortificaciones de Lantarón y Término.

    Es ahora cuando los castellanos conquistan Cellorigo, Buradón y Pancorvo y las plazas cercanas. De esta forma se arrebata a los cordobeses las llaves de entrada a Álava y Castilla, pero que aún conservan Grañón e Ibrillos.

    Una nueva línea de fortalezas surgió para proteger estos nuevos territorios, con el fin de contener de una vez las constantes acometidas cordobesas por este flanco del reino asturleonés.

    En definitiva, el conde Rodrigo actúa como garante de la realeza asturiana en la conflictiva marca oriental. Aprovechando los momentos de debilidad del emirato cordobés, reorganiza la línea fronteriza y expande las fronteras del condado hasta Amaya y los montes Obarenes. Tras las duras razzias primero de Musà ben Musà y luego de Muhámmad I consigue asegurar la frontera riojana. Además se convirtió en un poder fáctico del reino tras lograr la imposición del rey Alfonso III en Oviedo y acabar con la revuelta alavesa encabezada por Eglyón. El condado de Castilla aparece ya perfectamente configurado como un territorio diferenciado tanto de León como de Álava y con una mirada puesta en su expansión hacia el Duero y hacia La Rioja.

    Diego Rodríguez Porcelos (873-c. 885)

    El condado de Castilla bajo Diego Rodríguez

    El primer conde de Castilla, Rodrigo, murió en 873. En la Crónica Albeldense se nos dice que en tiempos de Alfonso III era conde de Castilla Diego Rodríguez Porcelos, hijo de Rodrigo, siendo el primer caso en el que el título de conde es hereditario en el reino de Asturias y así parece confirmarlo cuando en una carta del cartulario del San Millán de la Cogolla firma como Diego, conde de Castilla por la gracia de Dios. Quizás se deba a la deuda que Alfonso III había contraído con su padre cuando este le ayudó a recuperar el trono asturiano.

    Existen varias cartas en los que el nombre del conde de Castilla es Diego y no su padre. Según Fray Justo Pérez de Urbel, las cartas son auténticas, pero están antedatadas. De todas formas, la mayor parte de la escasa documentación que se refiere a Diego llevan fechas que parecen imprecisas.

    Contexto histórico

    Alfonso III va a realizar una tremenda labor expansiva de su reino, avanzando hacia al sur en todos los frentes y ayudando a cuantos rebeldes andalusíes se opongan al domino cordobés. Pero también va a tratar de fortalecer su autoridad real, coartando la libertad de acción de sus condes lo cual va a provocar multitud de sublevaciones entre los magnates del reino.

    El periodo de gobierno de Diego Rodríguez está marcado por tres acontecimientos: el definitivo afianzamiento de la frontera en el valle del Ebro en colaboración con el conde de Álava, Vela Jiménez; la creación de una nueva línea defensiva más al sur, siguiendo el curso del río Arlanzón; y la restauración de la antigua sede episcopal de Oca.

    Afianzamiento de la frontera en el valle del Ebro

    Es casi imposible seguir con precisión la evolución de la frontera oriental del reino asturiano. El valle del Ebro riojano había sido la entrada natural de la mayor parte de las razzias musulmanas contra Álava y Castilla y estaba jalonado de fortalezas como Pancorbo, Cellorigo, Ibrillos, Grañón, etc.

    En época de Rodrigo, y tras la victoriosa campaña contra Albelda (859), fortaleza de Musà II, los castellanos se debieron hacer con el control de multitud de fortalezas en la zona como Cerezo de Río Tirón, Castil de Carrias, Ibrillos y Grañón. Sin embargo, esta derrota del poder de los Banu Qasí y la muerte de Musà II (862) también fue aprovechada por Muhámmad I para controlar de una vez estas tierras. Por eso envió sucesivas aceifas a esta zona. La primera fue en el 863, de la que Ibn Idhari dice que fueron derrotados diecinueve condes, aunque no parece que tuviera beneficios territoriales. La siguiente fue en el 865, resultó más contundente y llegó hasta Salinas de Añana, acabando con una victoria cordobesa en la Batalla de La Morcuera (entre Foncea y Bugedo, cerca de Miranda de Ebro) que obligó a replegarse a castellanos y cordobeses, y puede que se tradujera en la pérdida de algunas de las fortalezas anteriormente conquistadas, en concreto de Cerezo Río Tirón, Ibrillos y Grañón. Muhámmad I aprovechó esta debilidad para enviar nuevas acometidas en el 866 y 867.

    Desde este momento habrá un parón en las acometidas cordobesas pues Muhámmad I ha de afrontar números rebeliones internas. Quizás la más interesante desde nuestro punto de vista es la protagonizada por los hijos de Musà II. Desde el 871 se van a sublevar contra el poder central, Ismael ben Qasí en Zaragoza, Fortún ben Qasí en Tudela y un sobrino de este último, Muhámmad ben Lope, en Borja y Rueda. Alfonso III va a prestar su apoyo a todos ellos. A partir del 873, Muhámmad va a realizar varias acometidas sobre estos núcleos rebeldes.

    Pero viendo que la alianza era fuerte, trató de acometer contra los dos enemigos a la vez. En el 882 inició una campaña contra los Banu Qasi. Ismael y Fortún resistieron pero Muhammad ben Lope se rindió y acompañó al príncipe hacia la marca oriental del reino asturiano. Remontando el Ebro se dirigieron primero contra Cellorigo defendida por Vela Jiménez, que resistió el ataque en la batalla de Cellorigo; unos días después avanzaron sobre Pancorbo, defendida por Diego Rodríguez Porcelos, que también resistió. Viendo que la entrada por los Montes Obarenes era imposible, se dirigen hacia una zona recién ocupada por los castellanos: las nuevas fortalezas a orillas del río Arlanzón, que aún no estaban suficientemente organizadas. Munio Núñez, encargado de la defensa de Castrogeriz tiene que abandonarla.
    Desde este momento, los únicos ataques que van a sufrir Álava y la primitiva Castilla van a ser los dirigidos por el Banu Qasi Muhámmad ben Lope. Tras la traición realizada a Alfonso III, Muhámmad ben Lope volvió a rebelarse contra Córdoba, derrotó a sus parientes y se hizo con el control de un extenso territorio que abarcaba Toledo, Valtierra, Zaragoza, Tudela y Villamayor de Monjardín, cerca de Estella. Los castellanos realizaron una incursión sobre sus territorios en el 883 que fue respondida inmediatamente con un provechosos ataque sobre Álava y Castilla. Sin embargo, volvió a pedir la ayuda asturiana en el 884 pero le fue negada. Ese mismo año fue derrotado por Muhámmad I.
    A comienzos del gobierno de Diego Rodríguez había dos posiciones castellanas que ya serían inamovibles: Pancorbo en manos castellanas y Cellorigo en manos alavesas. Por parte musulmana Ibrillos y Grañón serán las dos plazas más importantes y no serán conquistadas hasta inicio del siglo X. El resto de fortalezas debieron cambiar de manos en multitud de ocasiones, pero es plausible que los castellanos poco a poco fueran afianzándose en algunas de ellas como Cerezo de Río Tirón y Castil de Carrias. Así permite al menos ser inducido de la actividad repobladora que se va a llevar a cabo en la zona de Oca.

    Restauración de la sede episcopal de Oca

    Oca es la antigua Auca Patricia, sede episcopal ya en época visigoda. Es posible que en esta zona siempre hubieran quedado poblaciones y fortificaciones aunque no organizadas por el reino asturiano, como San Miguel de Pedroso. Sin embargo es ahora cuando empieza a ser parte del reino asturiano gracias a la labor del conde Diego Rodríguez Porcelos.

    La repoblación definitiva parece que se hizo entre los años 873 y 880. La sede aucense está en pleno funcionamiento durante el gobierno del conde Diego y además se ve favorecida por numerosas donaciones del conde. Puede que esta actitud se deba a que en los dominios del obispado de Valpuesta no se vea reconocida su autoridad, como lo confirman dos documentos uno del 875, en el que el presbítero Emérito dona diversos bienes al monasterio de San Cosme y San Damián; y otro fechado hacia el 884 en el cual el presbítero Sisnando entrega posesiones al monasterio de San Emeterio y Celedonio de Taranco.

    La línea fronteriza del Arlanzón

    La expansión continúa hacia el sur y llega a orillas del río Arlanzón. Los Anales Castellanos nos dan la fecha del 882 para la repoblación de Ubierna y Burgos por parte del conde Diego Rodríguez. Y ese mismo año debió acontecer la repoblación de Castrogeriz, el antiguo Castrum Sigerici visigodo. Sin embargo el mismo 882 los cordobeses asolaron esta nueva zona de fortalezas y al menos obligó a Nuño Núñez, encargado de la defensa de Castrogeriz, a abandonar la fortaleza. Pero es seguro que en el 884 estas plazas ya estaban los suficientemente organizadas.

    Parece probable que Diego Rodríguez fuera también el fundador de una nueva villa cercana a Castrogeriz, Villadiego, que aparece en los documentos desde comienzos del siglo X.

    Por lo tanto la nueva frontera va a tener fortalezas de renombre como Castrogeriz, Ubierna y Burgos, pero seguro que otras muchas se levantaron en esta época. Fray Justo Pérez de Urbel cita las siguientes: Castrillo de Riopisuerga, Castrogeriz, Torres de Villasandino, Castrillo Mota de Judíos, Castrillo de Murcia, Torres de Hornillos del Camino, Castrillo de Tardajos, Castrillo de Muñó, Burgos, Celada de la Torre, Castrillo de Arlanzón, Castrillo de la Vega, Castrillo del Val, Castrillo de Verrocue, Torrepadre, Pampliega y Torre de Doña Imblo.

    El oscuro final del conde Diego

    No existe una fecha clara sobre la muerte de Diego Rodríguez. Parece ser que murió ejecutado y asesinado. De hecho, en 885 se produjo la rebelión contra Alfonso III del conde Hermenegildo Pérez, hijo de Pedro Theón. Tanto Pedro Theón como Rodrigo fueron hombres de la mayor confianza para el rey y sus hijos continuaron siendo condes. Es probable que Diego apoyara esta revuelta y corriera la misma suerte que los demás nobles: Hermenegildo Pérez, Hanno… y fuera ejecutado. Seguramente fuera enterrado en Cornuta (Cornudilla, Burgos) o en la iglesia de San Felices de Oca.

    La Crónica najerense consigna la muerte del conde Diego en Cornudilla el 31 de enero de 885.

    Vela Jiménez, conde de Álava (c. 870-d. 883)

    Tras la sublevación de los alaveses al mando de Eglyón en torno a los años 867 u 868, Rodrigo se hizo con el control de las tierras alavesas. Parece que parte de estos dominios pasaron también a manos de su sucesor Diego. Así nos lo demuestra un documento fechado en el 871, que parece antedatado, en el cual una familia procedente de León, a cuyo frente se encuentra Arroncio, dona al abad Pedro del monasterio de San Vicente de Aosta numerosas posesiones en Aosta (Acosta-Akozta, VI), Zativa (Záitegui, VI), Foze de Arganzone (La Puebla de Arganzón, BU), Zestave (Zestafe, VI), Olleros (Ollerías, VI), Letonnu (Letona, VI), Foronda (Foronda, VI) y Ganna (Gauna, VI). Es probable que los dominios de Diego en la zona abarcaran una zona delimitada por el río Zadorra desde su nacimiento en la sierra de Gorbea hasta su desembocadura, incluyendo las importantes fortalezas de Divina y Mendoza.

    Sin embargo, el resto de las tierras de Álava ya no van a pasar a manos de Diego Rodríguez Porcelos. Otro personaje va a aparecer como conde de estos territorios, Vela Jiménez. Está fuera de duda que estas tierras eran de soberanía asturiana como lo confirma un diploma de Jaca del 867 que dice: «Reinando el rey Carlos en Francia, Alfonso, hijo de Ordoño, en la Galia Comata y García Íñiguez en Pamplona». Alfonso III va a tener una política de acercamiento con el reino pamplonés, antaño enemigo y aliado con los Banu Qasi. Se va a casar con Jimena, posiblemente hija del rey Garcia Íñiguez de Pamplona y hermana del rey Fortún Garcés.

    El resultado es que en torno al 870 aparece un nuevo conde alavés, Vela Jiménez quien se ocuparía de la defensa de Álava desde su fortaleza de Cellorigo, gobernando el territorio a las órdenes de Alfonso III, pero siendo parte de la familia reinante en Pamplona.

    Los diversos condes castellanos (h. 885-931)

    Los últimos años del reinado de Alfonso III (885-910)

    El último periodo del reinado de Alfonso III estuvo marcado por tres hechos. El primero es la firma de una tregua con Córdoba con lo que los únicos ataques externos serán por parte de los Banu Qasí. Por otra parte, el avance hacia el sur parece detenerse, seguramente para proceder a su organización territorial y defensiva. Y sus últimos años vendrán marcados por la inestabilidad provocada por varias rebeliones incluso de sus hijos.

    El único enemigo externo activo durante los años finales del reinado de Alfonso III fue el formado por la familia Banu Qasí. Muhámmad ben Lope, gobernador de Toledo y antiguo aliado de Alfonso III, atacó en el 883 a sus parientes de Zaragoza y Tudela, derrotando a ambos y creando de nuevo una amenaza para la parte oriental del reino de Asturias.

    Los condes de Álava (Vela Jiménez) y Castilla (Diego Rodríguez) van a tratar de contener su avance saqueando las posesiones de los Banu Qasí en el actual territorio de La Rioja. Muhámmad ben Lope contestará ese mismo año saqueando de nuevo Álava y Castilla.

    Tras dos aceifas cordobesas en los años 882 y 883 a cargo del hijo del emir Muhámmad I, al-Mundir, en el 884 se firma una tregua entre Córdoba y Oviedo. Mientras tanto Castilla y Álava tienen que seguir soportando las acometidas de Muhámmad ben Lope (886). Este Banu Qasí murió en el 898, en batalla con el conde barcelonés Wifredo I, el Velloso, quien fue herido de muerte. Muhámmad deja como heredero a Lope ben Muhámmad. Alfonso III, tras entrar en la fortaleza de Grañón en el año 899, sitió a Lope en Tarazona (900) pero este lo rechaza matándole 300 hombres.

    Toledo seguía siendo otro foco de agitación tanto para el emirato omeya como para el reino asturiano. En el 903, Lope ben Muhámmad puso como gobernador de Toledo a su pariente Isa ben Musà, pero fue asesinado en el 906 por el toledano Lope ben Tarbisha, con el apoyo de Alfonso III (907). Mientras tanto Lope ben Muhámmad no cesaba en sus correrías y atacó y conquistó el castillo de Bayas, cerca de Miranda de Ebro (904). Sin embargo, la estrecha unión entre los monarcas asturianos y navarros posibilitó el fin de los Banu Qasí. Lope ben Muhámmad murió en 907 mientras atacaba Pamplona.

    El año 885 está marcado por la rebelión de Hermenegildo Pérez, hijo del conde Pedro Theón, en Galicia así como Sarracino Gatónez, hijo del conde Gatón, repoblador de Astorga. Además ese mismo año parece que murió el conde de Castilla, Diego Rodríguez. Es probable que esta rebelión de los hijos de aquellos condes que habían sido parte de los confidentes del rey se deba a intentos del monarca de atajar cualquier deseo de independencia o de tener más poder del que estaba dispuesto a ceder.

    A estas tensiones con los magnates del reino se vino a sumar la decisión real de repartir el reino de Asturias entre sus hijos, tal y como se hacía en varios estados europeos. A Ordoño, Galicia; a Fruela, el núcleo primitivo de Asturias; y a García, el primogénito, las tierras foramontanas de León y Castilla. La primera muestra de descontento ante este modo de proceder fue la revuelta del conde palatino Adamnino, quien fue ajusticiado junto a sus hijos. Poco después, en el 909 se rebelaría el conde de Amaya, Nuño Núñez, y esta rebelión se vería apoyada por los hijos de Alfonso III y su esposa. Alfonso III fue obligado a abdicar y se retiró al pueblo asturiano de Bortes o Boiges, el actual Puelles. Aún pudo peregrinar a Santiago y lanzar, con el permiso de su hijo García, una nueva salida contra los musulmanes. Murió en Zamora en 910.

    Castilla entre 885 y 910

    Tras la oscura desaparición del conde Diego Rodríguez, probablemente en 885, ninguno de su estirpe volverá a ocupar una dignidad condal. Entre 885 y 897 solo se encuentran dos documentos referentes a la zona del condado de Castilla. Ninguno alude a la existencia de un conde pero sí a la del rey Alfonso. Es posible que Alfonso III no quisiera dar la oportunidad a ningún magnate de tomar el poder en la región más alejada del centro de poder asturiano que pudiera llevar a algún intento secesionista. Puede ser también que más tarde viera que era indispensable delegar el gobierno de aquella problemática zona en alguien de su confianza. ¿Cómo conciliar ambas posiciones?: dando poder de gobernar sobre Castilla no a un único conde sino a varios.

    El nombre de Munio Núñez aparece por primera vez ligado a la fortificación de Castrogeriz (882). Su gobierno se debía extender en un principio en la zona que mediaba entre Brañosera al norte, pasando por las importantes fortalezas de Amaya y Castrogeriz hasta el río Esgueva. Su hija, llamada Munniadonna o Nuña, se casó con el primogénito de Alfonso III, García. De esta forma se unía con la familia más poderosa del momento en Castilla, ya que Munio Núñez aparece como conde de Castilla. Tras la rebelión del conde palatino Adamnino, Alfonso sospechó de las intrigas de su primogénito y desde Carrión marchó hacia Zamora, donde apresó a García y lo envío al castillo asturiano de Gonzón. Es entonces cuando el conde Munio Núñez se rebela contra Alfonso III. Y además sus hijos no le apoyaron y le obligaron a abdicar (909). García se convertiría en el rey de los dominios castellanos.

    Gonzalo Fernández es nombrado por primera vez en el 899 como conde de Burgos, y pronto hace de Lara su base, extendiendo su gobierno desde la zona de Espinosa y Escalada hasta el río Arlanza. Antes de la independencia de Castilla, tendrá que hacer frente a la guarnición musulmana de Carazo.

    Gonzalo Téllez es nombrado en 897 como conde de Lantarón, abarcando sus dominios desde el río Nervión hasta la sierra de la Demanda con las fortificaciones de Lantarón, Pancorvo y Cerezo. Desde sus dominios asegura la frontera oriental contra las aceifas sobre todo de la familia Banu Qasí. En el 899, Alfonso III recupera la importante plaza riojana de Grañón, pero tras la derrota de Valdejunquera tiene que ser abandonada. Unos años después, en el 904, Alfonso III asedia de nuevo Grañón sin éxito, ante la acometida de Lope ben Muhámmad, aunque logra ocupar y destruir otra plaza fuerte musulmana, Ibrillos. No será hasta el 913 cuando Grañón aparezca ya como fortaleza del reino de León.

    Estos tres condes van a ser los protagonistas del movimiento expansivo hacia el sur más importante, van a avanzar hasta llegar a la ribera del río Duero.

    Reinado de García I de León (910-914)

    Alfonso III dividió sus posesiones entre sus hijos, legando al primogénito, García, León y las tierras foramontanas (entre las que se incluye Castilla); a Ordoño, Galicia (y Portugal que en aquel entonces era territorio gallego); y a Fruela, Asturias.

    Con García regresa el impulso expansivo que va a tener dos frentes en el ámbito castellano. Por una parte, alcanza el río Duero en el año 912 y acomete también por la zona riojana, punto de convergencia de los intereses leoneses, navarros y musulmanes.

    Precisamente tras tomar diversas fortalezas riojanas, y a su vuelta a Zamora, encontró su muerte, en marzo del 914. Muerto sin descendencia le sucedió su hermano Ordoño.

    Es lógico pensar que el conde Munio Núñez, que a partir de ahora vemos en la corte leonesa al lado del rey García, haya influido en la decisión de expandir las tierras del reino hasta alcanzar el río Duero en su parte oriental. Munio Núñez ya no vuelve a figurar desde el 909 como conde de Castilla, sino únicamente de Amaya, su solar, el lugar desde donde había emprendido la repoblación de Castrogeriz.

    Ahora son dos los magnates importantes sobre el terreno: Gonzalo Fernández, desde su centro de Lara, se titula conde de Castilla y de Burgos; Gonzalo Téllez, desde sus fortalezas orientales, se hace llamar conde de Lantarón y Cerezo. Y esta situación es cuando las diversas crónicas se hacen eco de que «en el año 912 poblaron los condes Nuño Núñez, Roa; Gonzalo Téllez, Osma; y Gonzalo Fernández, Aza, Clunia y San Esteban, junto al río Duero».

    Se conforma así otra frontera a lo largo de un río. Hace casi algo más de cien años, se comenzó a fortificar la ribera del Ebro, y en un siglo se pasa sucesivamente de norte a sur por el Arlanzón, el Arlanza, el Esgueva y se llega al Duero. Se van a revitalizar antiguas ciudades como Roa (la antigua Rauda arévaca y romana), Clunia y Osma (Uxama).

    Pronto se configurará una nueva línea fronteriza de la que aún quedan vestigios tanto arqueológicos como toponímicos. Así, la nueva frontera irá de oeste a este: Peñafiel, Curiel de Duero, Roa, Berlangas de Roa, Castrillo de la Vega, Gumiel de Hizán, Aranda de Duero, Torre de Salce, Caleruega, Vadocondes, Alcozar, Langa, Torres de Guisando, San Esteban de Gormaz, Peñaranda de Duero, Abolmondar, Abolazaba, Berlanga de Duero, Gormaz, y Osma.

    García volvió a dar un nuevo impulso a la frontera riojana apoyándose en el conde de Lantarón y Cerezo, Gonzalo Téllez y en el conde Fernando Díaz, sito en Lantarón, hijo del otrora fundador de Burgos, Diego Rodríguez. Aprovechando que en el 912 había muerto el emir ‘Abd Al·lah y su sucesor ‘Abd al-Rahmán III se dedicaba a acabar con los innumerables focos de rebelión, García I acudirá a su frontera oriental en el 913. Y desde aquí avanzará por La Rioja conquistando Nájera y Calahorra y sitiando Arnedo, que resistió. Sin embargo, las tropas leonesas se retiraron, quizás por una grave enfermedad de García. Poco después, en marzo del 914, García I muere en Zamora. Los avances por La Rioja apenas fueron aprovechados.

    Reinados de Ordoño II (914-924) y Fruela II de Asturias y León (924-925)

    Tras la muerte de García I, su hermano Ordoño II, que hasta ese momento había reinado en Galicia, es coronado en León en 914. Reagrupando de nuevo los reinos gallego y leonés mientras que en Asturias, sigue gobernando su hermano Fruela II. Estableció definitivamente la capital en la ciudad de León

    Su primera acción fue una incursión contra Mérida (914), en la que logró un importante botín y tributos. Mientras tanto, el emir Abd al-Rahman III va pacificando sus territorios, tomando Sevilla (913) y acosando a Omar ben Hafsun en Algeciras y Bobastro (914). La instauración de una línea fronteriza en el río Duero es vista como una amenaza por parte de los cordobeses, y por ello enviará varias incursiones: en 916 (exitosa) y en 917. En la última los castellanos causaron grandes bajas, aprovechando de las disensiones surgidas entre andalusíes y bereberes. Cuando llegaron los refuerzos leoneses, los andalusíes se retiraron y los bereberes fueron derrotados.

    El reinado de Ordoño II está marcado por una estrecha alianza con el rey navarro Sancho Garcés I. Esta estrecha colaboración posibilita la conquista definitiva de La Rioja (923-924), asegurando para siempre el flanco oriental del reino leonés, aunque a costa de ceder la soberanía al reino navarro.

    Ordoño II muere en 924 en el camino de Zamora a León, y su hermano Fruela II es nombrado sucesor, con lo que todos los territorios de Alfonso III vuelven a estar de nuevo unidos. Durante su reinado de apenas catorce meses no realizó ninguna acción de relevancia, salvo prestar ayuda a Sancho Garcés I ante la acometida cordobesa del 924, aunque no pudo evitarse la derrota navarro-leonesa y la destrucción de Pamplona.

    Fruela II muere en 925 a consecuencia de la lepra, iniciándose una sangrienta guerra entre los hijos de Ordoño II (Alfonso, Sancho y Ramiro) y el hijo de Fruela, Alfonso Froilaz por la disputa del trono.

    La conquista definitiva de La Rioja (924)

    La frontera oriental del reino leonés siempre estuvo en peligro. El río Ebro era el lugar más adecuado por el que penetrar en Castilla para realizar saqueos y así fue puesto en práctica tanto por los emires cordobeses como los Banu Qasi.

    Lope ben Muhammad era uno de los miembros de esta familia, que tenía un poder considerable en la zona riojana. En 904 Lope ben Muhammad conquista la fortaleza de Bayas, cercana a Miranda de Ebro, y obligaba a los castellanos a levantar el cerco de los castillos de Buradón y Grañón. En 908 Lope encabeza una operación contra Pamplona pero muere en el transcurso de la misma. Su hermano ‘Abd Allah se instala en Tudela y continúa su política de hostigamiento a navarros y leoneses: en el 911 vuelve a derrotar a Sancho Garcés I. Por eso en el 913 leoneses y navarros deciden unir sus fuerzas y así logran conquistar numerosas fortalezas riojanas llegando hasta Calahorra. Sin embargo se retiraron al poco y ‘Abd Allah recuperó las posiciones perdidas casi sin esfuerzo (914).

    La conquista de La Rioja y de Nájera era crucial para mantener la estabilidad de ambos reinos. De nuevo en el 918 van a atacar las posiciones musulmanas en Nájera, Tudela, Valtierra, Arnedo y Viguera, pero sin poder consolidar ninguna posición.

    Como reacción, en 920 los ejércitos cordobeses se encaminan hacia la frontera del Duero. Los castellanos, ante las pocas fuerzas disponibles (el grueso del ejército leonés se hallaba reunido con el navarro para atacar de nuevo La Rioja), trata de negociar con los cordobeses para que desvíen su ataque. Aunque en un principio parece que consiguen su objetivo, finalmente ‘Abd al-Rahman III cae sobre Osma, destruye la fortaleza de San Esteban y arrasa Alcubilla y Clunia. Después se dirige hacia Tudela que está siendo asediada por leoneses y navarros. Y en algún punto cercano a Muez, en el valle del Junquera, derrota a ambos ejércitos en la llamada batalla de Valdejunquera. Puede que esta derrota y la posible inacción de los castellanos fuera la causante de que ese mismo año Ordoño II mande encarcelar a los cuatro condes castellanos: Nuño Fernández, Fernando Ansúrez, Rodrigo Díaz Abolmondar Albo y su hijo Diego Rodríguez.

    En 921 Ordoño II se desquita de esta derrota atacando la zona de Sigüenza. Pero en 923 la unión de las fuerzas leonesas y navarras van a conseguir la total dominación de La Rioja. Sancho de Navarra tomará Viguera mientras Ordoño conquista Nájera. Desde este momento La Rioja será parte integrante del reino de Pamplona, que a partir de ahora se llamará reino de Pamplona y Nájera, para resaltar la importancia de la conquista. Nájera dispondrá además de palacios reales y en ella residirá un delegado del rey navarro. A cambio de la ayuda leonesa, Navarra reconocerá la primacía del reino de León.

    Aunque en 924 los cordobeses tratan de remediar esta conquista y llegan incluso a incendiar Pamplona, solo lograrán someter Calahorra. El resto de La Rioja quedará en manos pamplonesas. La Rioja será repoblada con navarros, y castellanos, que se unirán a los mozárabes, muladíes y judíos que allí habitaban.

    Los nuevos condes castellanos

    Poco después de la subida al trono de Ordoño II vamos a asistir a un reemplazo de los antiguos condes castellanos.

    Gonzalo Fernández aparece como conde en Burgos y como conde de Castilla. Parece ser que después pasa a la corte leonesa, donde figura en una asamblea de magnates y nobles antes de la derrota de Valdejunquera (920). Fray Justo Pérez de Urbel supone que después marcharía a la corte navarra, donde, entre los años 924 y 930, aparece un Gundisalvus comes, nombre poco frecuente en los documentos navarros.

    Gonzalo Téllez y su mujer hacen una donación al monasterio de San Pedro de Cardeña el 25 de febrero de 915 aunque ya no figura como conde, aunque la razón pueda ser la naturaleza familiar de la transacción.

    Los nuevos nombres que aparecen en los documentos son:

    Fernando Ansúrez, de la familia de los Assur o Ansúrez que había repoblado los montes de Oca a mediados del siglo IX.
    Fernando Díaz, al frente de los dominios de Cerezo y Lantarón.
    Munio Vélaz, al frente del condado de Álava.

    Además tenemos el llamado Episodio de Tebular (920) en el cual el rey Ordoño manda encarcelar a los condes de Castilla que según este suceso son cuatro: Fernando Ansúrez, Nuño Fernández, Abolmondar Albo y su hijo Diego.

    De estos dos últimos Fray Justo Pérez de Urbel los supone descendientes de Diego Rodríguez Porcelos, que actúan en la zona de Burgos. Para Pérez de Urbel, el nombre de Abolmondar Albo sería Rodrigo Díaz, hijo de Diego Rodríguez Porcelos. Así en el 924 existe un documento en el que un tal Rodrigo Díaz funda el monasterio de San Juan de Tabladillo entre Silos y Covarrubias, firmando entre otros Diego Roderiz, que sería su hijo.

    Al año siguiente parece que Ordoño II vuelve a hacer cambios entre los gobernantes de su marca oriental:

    Nuño Fernández, posible hermano del antiguo conde Gonzalo Fernández, que aparecerá como conde de Castilla.
    Fernando Ansúrez parece quedarse en la corte leonesa.
    Álvaro Herraméliz aparece ahora como conde en Álava.
    Abolmondar Albo aparece junto a Ordoño en La Rioja en el 923, y su hijo Diego Rodríguez en el 924.

    Las causas del enfrentamiento entre los condes castellanos y el rey leonés que llevaron al Episodio de Tebular seguramente se deban a dos causas: la primera a que la política de colaboración con los pamploneses y la renuncia al territorio riojano choca con las ambiciones de los condes castellanos que durante años han defendido la frontera oriental del reino leonés; la segunda es que el esfuerzo llevado a cabo en La Rioja debilitó las defensas en el río Duero, por donde los cordobeses penetraron varias veces de forma victoriosa: 916, 920 frente a San Esteban y 918 con Badr ben Ahmed frente a Mituniya (¿Monzón de Campos?).

    Reinado de Alfonso IV (925-931)

    La muerte de Fruela II dio paso a una guerra civil entre diferentes pretendientes al trono leonés. Por una parte se encuentran los hijos de Fruela II: Alfonso, Ramiro y Ordoño; y por otra los hijos de Ordoño II: Alfonso, Sancho y Ramiro. En un principio los partidarios de Alfonso Froilaz el Jorobado, le aclaman como rey en León. Pero Alfonso Ordóñez pide ayuda a su suegro Sancho Garcés I de Navarra, y con esta ayuda y el apoyo de los nobles de Galicia y el condado de Portugal, arrojó a Alfonso Froilaz del trono leonés. El rey destronado se refugió en Asturias donde conservó su poder regio.

    Alfonso IV Ordóñez fue coronado en León en 926. Sus hermanos Sancho y Ramiro recibieron el gobierno de Galicia y Portugal respectivamente. Sancho murió sin descendencia en 929, con lo que ambos reinos quedaban de nuevo unidos.

    En la primavera del 930 murió su esposa, Onneca (o Íñiga) Sánchez, y Alfonso IV decidió abdicar de su trono e ingresar en el monasterio leonés de Sahagún. Llamó a su hermano Ramiro y ante los nobles y obispos reunidos en Zamora, le cedió el trono leonés. Sin embargo a comienzos del 931, y sin saberse a ciencia cierta las causas, Alfonso IV abandonó el monasterio y se dirigió a León, volviendo a proclamarse rey. Ramiro II, que estaba en Zamora, cercó León y la rindió, hizo preso a Alfonso IV en torno a agosto del 931 y lo encerró con grilletes en un calabozo.

    Aprovechando este suceso, Alfonso Froilaz y sus hermanos Ordoño y Ramiro atacaron a Ramiro II desde sus posesiones en Asturias. Pero de nuevo Ramiro II venció a sus contrincantes haciéndoles esta vez prisioneros, fueron conducidos a León y encerrados junto con Alfonso IV de León. Acabó así la guerra civil leonesa que había lastrado al reino desde la muerte de Fruela II. Poco después todos ellos fueron condenados a ser cegados, y posteriormente fueron trasladados al monasterio de San Julián y Santa Basilisa de Ruiforco (Ruiforco de Torío), donde permanecieron encerrados hasta que fallecieron.

    Durante la contienda por el trono leonés entre los Froilaz y los Ordóñez, esta fue la situación en la marca oriental del reino. El conde de Álava y Lantarón, Álvaro Herraméliz, reconoce a Alfonso IV pues está casado con una hermana de su mujer, de la estirpe real navarra.

    El conde Nuño Fernández también le reconoce, pero es la última vez que aparece en la documentación. Puede que su postura durante la contienda no fuera muy clara y por eso debió de caer en desgracia. En otro documento que se refiere a la zona de la actual Cantabria aparece su nombre y reconoce como rey a Alfonso Froilaz.

    El poder en Castilla pasará a Fernando Ansúrez, del linaje asentado de antiguo en la zona de Oca. Entre marzo de 926 y 929 no hay documentación que nos permita conocer la fecha exacta en la que Fernando Ansúrez se hace cargo del condado. Existen documentos donde se reconoce a Fernando Ansúrez como conde de Castilla. Ambos se refieren a donaciones hechas al monasterio de San Pedro de Cardeña. Su nombre no aparecerá más y será sustituido por Gutier Núñez.

    En la zona al sur del río Arlanzón parece que no se extiende la autoridad del conde. En esta zona se respetaría la autoridad de la familia del antiguo conde Gonzalo Fernández, con sede en Lara. Pero la situación se volvió a complicar con el enfrentamiento en los hermanos Alfonso IV y Ramiro II. En un principio, el conde alavés, Álvaro Herraméliz, y el nuevo conde de Burgos, Gutier Núñez, serán fieles a Alfonso IV. Pero el triunfo final del rey Ramiro II significó el fin de poder de ambos condes y el ascenso de un nuevo dirigente que a la larga será el verdadero conformador de Castilla como unidad política e histórica, Fernán González.

    Fernán González y la autonomía del condado de Castilla (931-970)

    Orígenes de Fernán González

    Fernán González encarnó todos los valores que se le atribuyen al buen castellano: trabajador, con honor, combativo a favor de la fe católica e independiente. Desde el siglo XIII hubo una tradición nacionalista y religiosa que consideró a Fernán González como el héroe defensor de Castilla, y teniendo como punto central de la unidad en la fe católica. Esta tradición comenzará con el Poema de Fernán González.

    La importancia de este conde en la historia castellana es innegable. Su actuación política en el reino de León dará lugar a que Castilla debilite los vínculos feudales con el reino leonés en un grado que no alcanzaron ningún otro de los territorios que también lo intentaron: condado de Saldaña, condado de Portugal y los condes de Galicia. Al final de su gobierno, Castilla actúa libremente en su política exterior, aunque sin dejar de otorgar cierta preeminencia a León, ya se puede considerar autónomo de facto. Otras interpretaciones históricas consideran este punto el comienzo de su independencia, pero siempre estuvo ligado políticamente a los reinos de León y de Navarra, hasta su constitución formal como reino en 1065 a la muerte de Fernando I de León y Castilla.

    De los orígenes de Fernán González existen varias noticias en las crónicas, algunas de ellas contradictorias entre sí, y la mayoría, añadidos imaginarios. Todas las crónicas posteriores a la época de Fernán González tratan de emparentarlo primero con uno de los míticos Jueces de Castilla, Nuño Rasura; y después con la primera familia condal, la iniciada por el conde Rodrigo.

    Se pueden dar dos genealogías. La primera, más completa y emparentándole con los reyes de León, un Juez de Castilla y la primera familia condal. Esta genealogía nunca podrá ser probada pues no existen documentos que la acrediten y se basa en noticias muy posteriores a la época y en suposiciones más o menos sólidas de los historiadores.

    La segunda genealogía será más corta pero más segura. Tras analizar la documentación existente se puede concluir como cierto que Gonzalo Fernández era su padre y que Munio Núñez de Castrogeriz y Munio Núñez de Brañosera fueron antepasados suyos pues ambos confirmaron el Fuero de Brañosera y cuando lo hace Fernán González se refiere a que su padre y abuelos lo hicieron. Por otra parte, asumiendo que el hijo toma el cognomen del padre, Gonzalo Fernández tuvo que tener un padre llamado Fernando, que podría ser Fernando Núñez de Castrosiero.

    Todo parece apuntar a que nació en el castillo de Lara, y allí debió pasar sus primeros años. Existe una leyenda sobre su crianza en la Montaña, en la actual Cantabria.

    Fernán González, conde de Lara (c. 929-c. 931)

    Los años que transcurren entre la muerte de Fruela II (925) y el ascenso definitivo al poder de Ramiro II (931) están presididos por el reinado de Alfonso IV de León Ordóñez, el Monje, el cual comenzó con una guerra civil contra Alfonso Froilaz y acabó con otro conflicto con Ramiro II. Hagamos ahora un repaso de los diferentes magnates con atribuciones condales que dominan el territorio castellano en esta época.

    Nuño Fernández ostenta el título de conde de Castilla y de Burgos desde el 921. Es muy difícil conocer su posición en el conflicto entre Alfonso Ordóñez (Alfonso IV) y Alfonso Froilaz. Sin embargo es esta su última aparición en la zona.

    Fernando Núñez ya había tenido dignidad condal en el reinado de Ordoño II cuando aparece como conde en Castilla. Vuelve a aparecer con Alfonso IV como conde en Castilla en el 929 quizás sustituyendo a Nuño Fernández. No se vuelve a tener noticia de él desde esta fecha en Castilla coincidiendo con los sucesos de la renuncia al trono de Alfonso IV y su posterior arrepentimiento y conflicto con Ramiro II.

    Álvaro Herraméliz domina el condado de Álava, siendo nombrado por primera vez en 923 y desde esta base parece que dominó el condado de Lantarón y el de Cerezo. Parece que apoyó a Alfonso IV, pues estaba casado con una hermana de la mujer del rey, frente a Ramiro II pues desde el 931 ya no se vuelven a tener noticias de él en Castilla.

    Gutier Núñez aparece como conde en Burgos en el difícil año del 931, en pleno enfrentamiento entre Alfonso IV y Ramiro II. Dice Pérez de Urbel que este magnate debía de ser un importante conde gallego hermano de Goto, viuda de su hermano el rey Sancho y que pudo ser nombrado conde para asegurar la fidelidad de esta importante familia. Si es así, la caída de Alfonso IV también provocó la suya. Años después, en el 935, parece que recuperó la confianza real pues aparece en León confirmando una donación real a la sede episcopal leonesa.

    De lo explicado anteriormente se puede deducir que ante el conflicto en Alfonso IV y Ramiro II, los condes de Castilla y Álava, Gutier Núñez y Álvaro Herraméliz, apuestan por Alfonso. Parece incluso que este rey estuvo en la zona de Castilla durante la contienda. Esto explica que ambos dejen de disponer de sus cargos con el triunfo definitivo de Ramiro II.

    La primera dignidad de Fernán González fue conde de Lara. La presencia de la familia del conde de Castilla en ese momento, Fernando Ansúrez, parece reconocer del dominio de estos territorios al sur del río Arlanzón a Fernán González. Suponemos que las relaciones entre ambos son de momento cordiales aunque en el futuro su familia y la de Ansúrez serán rivales.

    Fernán González, conde de Castilla, Lantarón y Álava (c. 931-944)

    Primeras apariciones documentales

    Los primeros testimonios documentales sobre el mandato de Fernán González como conde de Castilla se producen en 932. En dos de ellos queda confirmado que en la persona de Fernán González se vuelven a unir la gobernación de todos los territorios castellanos, Lantarón, Cerezo, Burgos y Álava. Nos encontramos por tanto con que en apenas un año, el señor de Lara se convierte en el gobernador de toda la marca oriental del reino de León, sin ningún tipo de contrapeso en dicho territorio y con la confianza plena del rey. Es posible que esta maniobra regia se deba a los cambios que se estaban produciendo más al sur, donde desde el 929 Abderramán III se había proclamado califa.

    En dicho documento se puede leer: «Primo anno regni sui Ranimiri principis in Legione; Fredenandus comes in Castella et in Alapa». Junto con otra carta del Monasterio de San Millán de la Cogolla, también del 932, que dice que el noble alavés Sarracín Gutiérrez con sus hermanos vende al abad entre otras cosas una tierra en Salinas de Añana «contigua a otra que es propiedad de nuestro señor, el conde Fredelando».

    Relaciones matrimoniales entre León, Castilla y Navarra

    El reino de Navarra tiene en esta época un protagonista en la persona de la reina Toda, segunda esposa de Sancho Garcés I, regente del reino debido a la minoría de edad de su hijo García Sánchez. La situación de su pequeño reino le obligó a tratar de buscar alianzas matrimoniales con el resto de las entidades políticas que le rodeaban.

    Sus primeros movimientos fueron encaminados a fortalecer su alianza con el reino de León y asegurar cierta preeminencia en el condado de Álava.

    Su hija Onneca o Íñiga se casó con el rey leonés Alfonso IV firmando así una estrecha alianza entre ambos reinos.

    Su hija Sancha se casó con el rey Ordoño II en el 924 poco antes de morir. Después se unió con el recién nombrado conde de Álava, Álvaro Herraméliz, el cual tras la guerra civil del 931 fue despojado de sus dominios y probablemente también murió. Un nuevo matrimonio unió a Sancha con Fernán González quizás en el 932, ya que en una carta de donación al monasterio de San Pedro de Cardeña del 13 de agosto de 935 aparecen el conde y su esposa junto con sus dos hijos Gundisalvo Fredinandiz y Sancius Fredinandiz.

    Otra hija llamada Velasquita se casó con el conde de Álava, Munio Vélaz en 924 o 925. Este conde parece que murió poco después y fue sucedido por Álvaro Herraméliz. Siguiendo las indicaciones maternas se volvió a casar con Galindo, hijo del conde Bernardo de Ribagorza; y aún tuvo un tercer esposo, Fortún Galíndez, que fue gobernador de Nájera entre 928 y 973.

    El ascenso de Ramiro II al trono leonés supuso un golpe a esta política matrimonial navarra pues para Toda representó que sus dos yernos, Alfonso IV y Álvaro Herraméliz eran desbancados del poder. Sin embargo supo de nuevo tejer la red y logró que otra hija, Urraca, se casara con Ramiro II, una vez que este renunció a su matrimonio con la gallega Adosinda Gutiérrez por ser pariente suya. El matrimonio también se debió contraer en torno al 932, siendo la primera aparición documental de la nueva reina en el 934.

    Tras todo este manejo político tenemos una estrecha alianza entre leoneses y navarros además de una enorme influencia de la reina Toda sobre los asuntos del reino de León ya que su rey y uno de sus condes más poderosos, el castellano, son yernos suyos.

    Contexto histórico: Ramiro II y el califa ‘Abd al-Rahmán III

    En agosto del 932 ‘Abd al-Rahmán III logró acabar con todos los movimientos de rebeldía que desde fines del siglo pasado se habían extendido por todo al-Ándalus. Fue la siempre rebelde ciudad de Toledo la última en caer a pesar de los apoyos que siempre habían recibido desde el reino de León.

    Una vez restablecido el orden en la Marca Media, ‘Abd al-Rahmán vuelve sus miras hacia el objetivo de la frontera del Duero que desde el 912 era la posición más meridional del reino de León con la excepción de la zona portuguesa, donde estaba algo más al sur, en el río Mondego.

    En la primavera del 933, desde la importante base de Medinaceli un ejército cordobés amenazó Osma y San Esteban de Gormaz. La acción conjunta del conde castellano y el rey leonés logró parar este envite que anunció el inicio de un período de continuos ataques contra esta posición estratégica que no acabará hasta el siglo XI. Quizás como respuesta a este ataque, Ramiro organizó una razzia contra la fortaleza de Maŷrit (Madrid) a la que también acudió Fernán González. La ciudad fue tomada así como su castillo, mandado edificar en tiempos del emir Muhámmad I. Sin embargo tras obtener el botín correspondiente se abandonó la posición que pronto fue retomada por los cordobeses poniendo al frente al cordobés Áhmad ben ‘Abd Al·lah ben Yahya al-Laythi.

    El conflicto se reanuda al año siguiente. Los cordobeses vuelven a acechar Osma, esta vez con mayor fortuna, pues las tropas leonesas y castellanas se refugian en las fortalezas. Tras dejar un cuerpo del ejército cerca de Osma, ‘Abd al-Rahmán III prosigue por tierras de Soria hacia el norte con el objetivo de atacar el reino navarro. Llegando a Pamplona, se entablaron negociaciones con la reina Toda quien se declaró junto con su hijo García vasallos del califa. Una vez conseguida esta sumisión, los ejércitos cordobeses se dirigieron por La Rioja para atacar Álava y luego adentrarse hasta Burgos, que fue completamente destruida. Según nos cuentan los Anales Castellanos, en su retirada parece que fueron hostigados por las tropas leonesas a su paso por Osma causándoles una derrota, que en todo caso no debió de ser de gran importancia.

    Otra incursión cordobesa en el 936, esta vez a través de Somosierra, acabó con la muerte del gobernador de Madrid antes citado. Mientras tanto la familia dominante en la Marca Superior de al-Ándalus tramaba una rebelión contra Córdoba que consiguió el apoyo de Ramiro II. Tras la caída de los Banu Qasí, los Tuchibíes eran los dominadores de la zona. En el 937 el gobernador de Zaragoza y jefe de la familia, Abu Yahya ben Muhammad, pidió tropas auxiliares a León que le fueron concedidas. Por supuesto, ‘Abd al-Rahmán tardó poco en atacar a los rebeldes. Primero fue asediada Calatayud, gobernada por Mutarrif quien murió durante el asedió. Su hermano Hakam entregó la ciudad y los castellanos allí concentrados fueron pasados a cuchillo. Poco después el resto de ciudades rebeldes claudicaron incluyendo Zaragoza. Abu Yahya fue perdonado por ‘Abd al-Rahmán y continuó al mando de la región.

    La batalla de Simancas (939

    ‘Abd al-Rahman III es un gobernante indiscutido en al-Ándalus. Su único enemigo está en los reinos de León y Navarra, y en los condados aragoneses y catalanes. Ante esto, el califa lanzará la campaña del poder supremo, según fuentes árabes. Un fuerte ejército parte de Córdoba hacia Medinaceli en los comienzos del verano del 939, mientras que la alianza de leoneses, castellanos y navarros se concentra en la frontera del Duero. Cuando se hacían los preparativos se produjo un eclipse total de sol, que debió impresionar a ambos bandos.

    El ejército musulmán avanzó siguiendo el curso del Duero hasta llegar a la fortaleza de Simancas, donde instaló un campamento esperando el inicio del enfrentamiento con Ramiro II, sus tropas y las de castellanos y navarros allí reunidas. El 6 de agosto de 939 se entabló una primera batalla que duró varios días y acabó en una importante derrota cordobesa, en parte por los recelos de los generales ante el mando de un esclavo, obligando a los musulmanes a retirarse con grandes pérdidas. La alianza norteña persiguió al ejército musulmán y volvió a enfrentarse con él, esta vez en un lugar que suele ser identificado como Alhándega, el 21 de agosto de 939. Fue una batalla de gran trascendencia por la magnitud de la derrota cordobesa, que permitirá al reino de León reanudar su labor de reorganización más allá de río Duero.

    Discurrir histórico tras la batalla de Simancas (940-944)

    A pesar de la derrota cordobesa en Simancas prosiguen las aceifas contra el reino leonés y el condado de Castilla en el 940. Como respuesta a las mismas los castellanos realizaron una incursión en la primavera de ese año contra Talamanca que no fue afortunada pues las fuentes árabes hablan de la victoria del gobernador Mutarrif ben Din al-Dun y de una aceifa en verano del mismo Mutarrif contra Clunia y Peñafiel.

    Sin embargo comenzaron una serie de conversaciones para pactar una tregua entre León y Córdoba que se firmó finalmente en agosto del 941. En esta tregua, por mediación de Ramiro II, también se incluyó al reino navarro. Como consecuencia se liberó a Muhammad ibn Hashim al-Tuyibi, en manos leonesas desde la batalla de Simancas. Pero la duración de la paz fue efímera pues en septiembre de ese mismo año el rey navarro García atacó diversas fortificaciones de la zona de Huesca (Labata, Labiba, Sen y Men). Y en la primavera del 942 Ramiro II decide ayudar a su cuñado García enviando a Fernán González a combatir contra al-Tuyibi en Tudela. Dicha expedición fue derrotada, y como represalia hubo una nueva aceifa cordobesa contra Castilla ese mismo año.

    En julio del 942 los húngaros arrasaron diversas plazas cordobesas del noreste peninsular como Lérida y Barbastro.

    Las repoblaciones más allá del río Duero

    La victoria de Simancas supuso un nuevo impulso en la reorganización del territorio más allá del río Duero. Por el oeste se repuebla el valle del río Tormes con gentes de León, destacando en el empeño el obispo Oveco, con núcleos como Salamanca, Ledesma, Baños de Ledesma, Peñausende, Alhándega, etc. En la parte central es posible que se avanzara hasta Íscar y Olmedo. Y por el este serán dos los protagonistas de esta avanzadilla: Ansur Fernández y Fernán González.

    El primero, que poco después aparecerá con el título de conde de Monzón, parece que fue el primero en asentarse en Peñafiel para después continuar hasta Cuéllar. El segundo llegó hasta Sepúlveda.

    Sepúlveda o Septempública está situada en el cerro de Somosierra sobre las hoces del río Duratón y el río Caslilla, de fácil defensa, convirtiéndose en punta de lanza, una avanzadilla meridional para proteger así las zonas de Sacramenia y Montejo. El conde concedió a la villa un fuero para atraer así a pobladores. Dicho fuero fue sancionado por sus sucesores. El texto más antiguo conservado de este fuero data de 1076. Por desgracia, esta primera repoblación fue de corta duración, pues las acometidas de Almanzor van a ser desastrosas y van a impedir la consolidación de este movimiento hacia el sur. Es difícil determinar el momento exacto de la repoblación de Peñafiel y quién la realizó, aunque se puede suponer que en torno a 943 la zona fue repoblada por Ansur Fernández, conde Monzón, y no será hasta los tiempos del conde Sancho García cuando la zona pase al Condado de Castilla.

    Igual o más difícil es determinar las circunstancias de la repoblación de Cuéllar, situada en la zona límite de acción de ambos condes aunque es atribuible con mayor seguridad a los condes de Monzón. Esta primera repoblación, al igual que la de Sepúlveda, acabó durante las aceifas de Almanzor.

    Assur Fernández, conde de Castilla y Álava (c. 944-c.945)

    El condado de Saldaña y Carrión

    Al norte de la actual provincia palentina se constituyó el condado de Saldaña y Carrión en época de Ramiro II, siendo Diego Muñoz su primer conde.

    Diego Muñoz era hijo de Munio y Gulatruda, quienes aparecen en una carta del 2 de mayo de 925 vendiendo tierras a San Martín de Liébana (luego Santo Toribio). En carta de tiempos de Alfonso IV aparece Gulatruda ya viuda comprando a su cuñado Silo varias tierras de Liébana y Asturias de Santillana, y en el documento aparecen como testigos sus hijos Diego Muñoz, Dedegoncia, Vistrili y Baudili. Esta familia parece que se emparentó con los condes de Liébana.

    Diego Muñoz fue un aliado incondicional de Fernán González en sus rebeliones contra los reyes de León, quizás para servir a sus propios intereses de acaparar más tierras en detrimento del condado instituido al sur de sus tierras, el condado de Monzón, de la familia de los Ansúrez.

    El condado de Monzón

    La zona de actuación de este condado entraba en conflicto primero con los dominios de Fernán González quien también intenta actuar en la zona de Peñafiel y Sacramenia; y también con el conde Diego Muñoz de Saldaña, que ve frenado su expansión hacia el sur.

    Assur Fernández es ahora el jefe de la familia Ansúrez. Aparece en el 941 en una sentencia de un tribunal presidido por Fernán González, pero después ya permanecerá junto al rey Ramiro II y a este apoyará contra la rebelión de los condes de Castilla y Saldaña.

    La primera rebelión de Fernán González (943/944)

    Tras la batalla de Simancas, Fernán González prosigue su labor y aparece en varios documentos confirmando donaciones.

    A partir de este momento los documentos silencian su nombre. Es este un episodio bastante oscuro del que lo único que tenemos son las noticias que nos dan la Crónica de Sampiro o la Crónica najerense. Si seguimos los documentos de la época nos encontramos con que, efectivamente, existen una serie de diplomas en los que Fernán González ya no aparece como conde de Castilla.

    De todo esto lo único que se puede deducir sin recurrir a explicaciones poco fundamentadas es que tras la rebelión de Fernán González y su captura el rey Ramiro II nombra a Ansur Fernández como nuevo conde y envía al infante Sancho para reafirmar su soberanía en tierras castellanas permaneciendo allí al menos hasta el año 950. Tras permanecer alrededor de un año en prisión, Diego Muñoz y Fernán González recuperan sus dignidades condales.

    Fernán González y los últimos años de Ramiro II (945-951)

    Una vez resuelto el enfrentamiento entre el rey de León y los condes de Castilla y Saldaña, Ramiro II tiene que enfrentarse de nuevo a la actividad militar de ‘Abd al-Rahmán III. El califa decide reforzar la organización militar de la Marca Media, con capital en Toledo, para hostigar de una forma más efectiva a los reinos castellanos y en concreto al condado de Castilla. En el 946 reedifica la ciudad de Medinaceli y la convierte en la nueva capital de la Marca Media.

    Desde ese momento son muchas las aceifas lanzadas contra el reino de León. Una del verano del 947 dirigida por el gobernador de Toledo parece que afectó a las zonas de repoblación al sur del Duero de los condes de Monzón y de Castilla. No parece que Ramiro II respondiera a estas acometidas. Esto es debido a que en torno a los años 948 y 949 tuvo que hacer frente a otra revuelta, esta vez de varios condes gallegos. Es en el año 950, cuando, según Sampiro, atacó Talavera en la que sería su última hazaña militar. En ese mismo año, estando en Oviedo, enfermó gravemente. De regresó a León y abdicó del trono el 5 de enero del 951. Murió poco después, con seguridad antes del 8 de junio de acuerdo con las crónicas árabes. El infante Sancho permanece aún en Burgos, siendo del 1-II-947 el último documento firmado por él.

    La labor del conde es totalmente normal hasta la muerte del rey leonés. Hasta este momento nada vemos de la supuesta independencia del condado de Castilla respecto al reino de León. Las relaciones entre rey y conde son siempre de subordinación de Fernán González a Ramiro II. La rebelión protagonizada por él era algo común en la época, como vemos en el caso de los condes gallegos.

    Fernán González y Ordoño III (951-956)

    Ramiro II tuvo dos matrimonios. El primero fue con Adosinda, hija del conde gallego Gutier Osoriz, que fue repudiada en 931. Fruto de esta unión el rey tuvo dos hijos: Bermudo, que falleció sin descendencia en 941, y Ordoño, nacido en 925 y casado con Urraca Fernández, hija de Fernán González. Se casó en segundas nupcias con Urraca Sánchez, hija de Sancho Garcés I y Toda Aznárez. De esta unión nacieron Sancho (futuro rey de León), Elvira, Teresa, que fue esposa de García Sánchez I de Pamplona, y Velasquita.

    Tras la abdicación de Ramiro II, su hijo Ordoño III fue nombrado rey de León sin aparente oposición. Desde ese momento su hermano Sancho no aparece en la documentación leonesa y parece que emigró al lado de su tío García I Sánchez, rey de Navarra, y de su abuela Toda.

    Desde los inicios de su reinado tuvo que hacer frente a nuevas acometidas de ‘Abd al-Rahman III.

    En 954 Ordoño III tuvo que hacer frente a un intento de su hermano Sancho de destronarle y apoderarse del trono leonés. En este objetivo fue apoyado por su tío García, rey de Pamplona, y por Fernán González. Cada uno de ellos avanzó hacia León con su propio ejército. Ordoño III se defendió con éxito y los rebeldes tuvieron que regresar a sus territorios. Tras este hecho, Fernán González volvió al servicio de Ordoño III, sin que hubiera más problemas entre ellos hasta el fin del reinado de Ordoño.

    Para explicar el comportamiento de Fernán González en contra de su yerno se han esgrimido varias hipótesis fundadas en una adición del obispo Pelayo de Oviedo que afirma que Ordoño III habría repudiado a su esposa Urraca Fernández para casarse con una mujer llamada Elvira o Teresa, la cual sería madre de Bermudo II de León. Sin embargo, actualmente varios investigadores han puesto en duda este repudio y aseguran que Bermudo II es hijo de Ordoño III y Urraca Fernández.

    En 955 se atacó la fortaleza castellana de San Esteban de Gormaz y se venció a los castellanos pero no se consiguió el dominio de la fortaleza. Mientras tanto, Ordoño III tenía que someter una rebelión de los condes gallegos, que fue sofocada rápidamente, y luego inició una razzia contra Lisboa. En este momento se inician conversaciones de paz firmadas en 955 a cambio de que muchas plazas fronterizas fueran entregadas a los musulmanes o, al menos, desmanteladas. En 956 Ordoño solicitó la inclusión en la tregua del conde Fernán González, tal y como cuenta Ibn Jaldún.

    Ordoño III murió de enfermedad en 956 y fue enterrado en León. Aunque contaba con un hijo, Bermudo, su hermano Sancho aprovechó la oportunidad para asumir de forma pacífica el trono leonés, con apoyo de los navarros y del conde de Castilla.

    El conde García Fernández (970-995)

    García Fernández era conocido como «el de las Manos Blancas». Vivió entre los años 938 y 995, y su mandato se extendió entre el 970 y el 995. Hijo del conde Fernán González, recibió un condado de Castilla en un momento de esplendor, con una paz precaria con Al-Ándalus que se mantuvo hasta el 974. En ese año García Fernández atacó Daza, incursionando hasta Sigüenza. Al año siguiente intentó fallidamente asaltar San Esteban de Gormaz en una alianza con navarros y leoneses, aunque lo conseguirían en 978, llegando hasta Atienza. Se casó con Ava de Ribagorza, hija de Ramón II, conde de Ribagorza. Junto a Galib, gobernador de Medinaceli, y el infante Ramiro de Viguera, fueron derrotados en la fortaleza de San Vicente, muriendo tanto Galib como el infante Ramiro. En el año 981, en una nueva coalición de navarros, leoneses y castellanos, García Fernández sería derrotado en La Rueda, perdiendo posiciones y abandonando Sepúlveda y Atienza. En la Guerra Civil leonesa, García Fernández tomó partido por Bermudo II de León, que acabaría venciendo. Abd Allah, hijo de Almanzor, vivió refugiado durante aproximadamente un año en la corte castellana. Tras la entrega de Abdalá a su padre, fue ajusticiado por Sad. En 994, su hijo Sancho García emprendió una revuelta en contra de su padre, ayudado por la mayor parte de la nobleza y su madre. Aprovechando la situación, Almanzor atacó Castilla y en una batalla entre Langa y Alcozar cayó herido y fue apresado y llevado a Córdoba, muriendo dos meses después en ese mismo año.

    Castilla bajo Sancho Garcés III de Pamplona (1028-1035)

    Sancho Garcés III (c. 992/961​-18 de octubre de 1035), apodado el Mayor o el Grande, fue rey de Pamplona desde el año 1004 hasta su muerte. Su reinado es considerado la etapa de mayor hegemonía del reino de Pamplona sobre el ámbito hispano-cristiano en toda su historia. Dominó por matrimonio en Castilla, Álava y Monzón (1028-1035), que aumentó con el condado de Cea (1030-1035). Añadió a sus dominios los territorios de Sobrarbe y Ribagorza desde 1015 y 1018, respectivamente. Su intervención en el corazón del reino de León en 1034-35 ha sido objeto de interpretaciones opuestas: desde una guerra relámpago a una colaboración más o menos voluntaria con Bermudo III (ya que la documentación no menciona luchas entre leoneses y navarros).

    Designado en una carta como Rex Ibericus por el Abad Oliva y Sancio rege Navarriae Hispaniarum por el cronista galo Rodolfus Glaber. En el acta de traslación del cuerpo de San Millán fechada el 14 de mayo de 1030 —según recuerda el historiador Vaca de Osma— se dice del rey Sancho: «reinando en Nájera, en Castilla y en León el rey de las Españas».​ Autores como Germán de Iruña sostuvieron en 1935 la discutida interpretación de que en 1034, tras la toma de León, se hizo proclamar Imperator totius Hispaniae, sobre la base de una moneda con la inscripción «Imperator» acuñada en Nájera y atribuida a este monarca.​ Dicha moneda actualmente está considerada posterior a Sancho el Mayor y las afirmaciones que sostenían que se intituló Imperator carecen de fundamento.

    Castilla bajo Fernando I (1035-1065)

     

    Atribución imagen:

    De Crates – File:España1000.jpg, part of this map, liberated to the public domain by the University of Texas, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5750080
  • La Ermita de San Pedro de Tejada

    La Ermita de San Pedro de Tejada

    La ermita de San Pedro de Tejada es una ermita románica ubicada en la población castellana de Puente-Arenas, en el municipio burgalés de la Merindad de Valdivielso, comunidad autónoma de Castilla y León. Se considera una de las obras de mayor importancia del arte románico en Burgos.

    La ermita se encuentra sobre una loma a las afueras de la población, al pie de la Sierra de la Tesla. Su historia comienza en el siglo IX, cuando en 850 se funda el monasterio del que formaba parte. Este, ya desaparecido, pasó en el siglo XI a depender del cercano Monasterio de San Salvador de Oña.

     

    La ermita tiene planta de cruz, contando con una torre en uno de los brazos del mismo. Toda ella está construida con sillería de gran calidad.

    El cuerpo principal consta de una única nave dividida en dos tramos mediante un arco fajón, parte de una bóveda de cañón.​ La nave acaba en un ábside que consta de presbiterio y sobre el crucero se levanta una torre.

    La cabecera, formada por las tradicionales secciones recta y semicircular, en sencilla.​ Cuenta con cinco ventanas, tres de ellas ciegas y una imposta.​ El alero se sustenta sobre canecillos decorados con motivos muy variados: animales, bustos, músicos, acróbatas…

    La torre sobre el crucero es de planta cuadrada, cuenta con dos cuerpos y ángulos achafanados cubiertos con columnas con capiteles labrados. En el cuerpo de abajo hay arcos ciegos.​ En el superior una columna divide por la mitad cada muro y en cada una se halla una ventana de arco de medio punto dividida por columnas. El acceso a la torre se realiza por una torrecilla cilíndrica adosada al muro sur, hallándose la entrada en el interior del edificio.

    La portada se halla en el muro occidental del edificio y está construida también de sillería de piedra rojiza de gran calidad. El hastial en el que se encuentra la portada presenta tejaroz decorado con canecillos y un estrecho ventanal polilobulado sobre el mismo.​ Los canecillos muestran a los evangelistas y al tetramorfos.​ Bajo el alero un friso muestra a Jesucristo y los apóstoles.​ Bajo el friso hay dos motivos más, a la derecha de la portada un león atacando a un hombre y a la izquierda la última cena.​ La portada es poco abocinada y está decorada con motivos diversos.​ El guardapolvos es ajedrezado.​ Los arcos se sustentan sobre 2 columnas que cuentan con capiteles decorados con motivos vegetales.

    Interior

    Torre de la ermita y detalle de la fachada norte.

    El interior del edificio da sensación de altura y esbeltez.​ La nave muestra la bóveda de cañón,​ sustentada en columnas entrega con grandes capiteles decorados.​ El crucero cuenta con una cúpula semiesférica, bajo la torre.​ Más allá se encuentra el presbiterio con bóveda de medio cañón y la capilla absidal, que muestra una arquería ciega.

    Retablo

    Retablo de san Pedro, procedente de San Pedro de Tejada, expuesto en el Museo de Burgos. La parte pictórica del retablo fue realizada por Fray Alonso de Zamora y su taller.

    El retablo principal hoy se expone en el Museo de Burgos. Está fechado hacia 1503-1506 y atribuido en su parte pictórica a Fray Alonso de Zamora (también conocido como Maestro de Oña).

     

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  • Las Primeras Repoblaciones del Condado de Castilla

    Las Primeras Repoblaciones del Condado de Castilla

    Primeras repoblaciones (791-850)
    Primera etapa (791-822)

    Castilla dentro del reino de Asturias, siglo IX.
    Aprovechando los momentos de debilidad del emirato de Córdoba, van a atravesar la Cordillera Cantábrica desde las tierras de Cantabria y Vizcaya personas que realizarán presuras de terrenos, restaurarán iglesias y recuperarán molinos. Estos movimientos migratorios no son patrocinados por los reyes asturianos, sino por abades y familias de poder. Son varias las aceifas musulmanas que van a tener que soportar y poca la ayuda que pueden recibir desde la lejana capital asturiana.

    Existieron tres núcleos iniciales de repoblación: el Valle de Mena desde Taranco, Valpuesta y el núcleo occidental. Además de estos, en 814 los foramontanos, un nombre que indica que procedian de un lugar situado fuera de las montañas, posiblemente del valle del Ebro, salen de Malacoria y van hacia Castilla (según los Anales castellanos). Esta noticia hace que actualmente no se esté seguro del recorrido exacto de esta migración, existiendo varias hipótesis. El periodista Víctor de la Serna, estudioso del tema, publicó en 1956 su libro La ruta de los foramontanos recibiendo el Premio Nacional de Literatura.

    Va a haber importantes corrientes migratorias hacia tierras incultas para obtener nuevas tierras de cultivo, y así paliar la falta de alimentos debida a la superpoblación y a las malas condiciones climáticas. De todas formas, aún no existe un sistema defensivo organizado y capaz de hacer frente a las aceifas cordobesas. Será más adelante cuando los reyes asturianos se preocupen de defender adecuadamente la zona.

    Solo cuando los cordobeses tienen problemas internos es cuando existen movimientos repoblatorios, sucediéndose acciones militares entre 791 y 822. A pesar de estas continuas aceifas, los dos núcleos del valle de Mena y Valpuesta no parecen haber sufrido sus efectos, al contrario que Álava, Castilla (entendiendo Castilla como la zona de Espinosa de los Monteros y Sotoscueva) y la zona en torno a Miranda de Ebro.

    Segunda etapa (822-842)

    Tras morir al-Hakam I, su sucesor ‘Abd al-Rahman II ha de hacer frente a multitud de rebeliones internas. Aun así, viendo el progresivo avance asturiano por la zona del Ebro, realizó una primera incursión el verano del 822. ‘Abd al-Karim invade las tierras de Álava, saqueándolas. Tras recibir promesa de sumisión por parte de castellanos y alaveses, ‘Abd al-Karim volvió a Córdoba llevando en garantía numerosos rehenes.

    Esta terrible expedición afectó casi únicamente a la región de Álava. Y en noviembre de ese mismo año, va a haber nuevas repoblaciones en la zona de Valdegovia.

    En el norte de Palencia la repoblación no se detiene. Un conde magnate, llamado Munio Núñez, fue dirigiendo a los foramontanos hacia la zona de Aguilar de Campoo. El fuero de Brañosera, concedido por dicho conde y su esposa Argilo el 13 de octubre de 824, es posiblemente el primero en Europa.

    En el año 825 dos ejércitos cordobeses se dirigieron de nuevo hacia la parte oriental del reino asturiano, atacando a la vez Álava y Castilla. Habrá otra razzia más en el 826 sobre el valle de Mena y los territorios limítrofes del valle de Losa y Espinosa de los Monteros. Después hubo unos años de paz hasta que en el 830, un hijo de ‘Abd al-Rahman penetra hasta Sotoscueva, tomando el castillo de al-Garat. Una violenta insurrección en Toledo suspenderá durante casi diez años las aceifas sobre el reino asturiano.

    Sigue habiendo presuras y la repoblación no se detiene. Y tras la tregua forzosa del 830, un nuevo impulso de repoblación se localiza tras las montañas de la cordillera Cantábrica. Por otra parte, puede que tras las expediciones anteriores, los asturianos se dieran cuenta de la importancia que tiene el desfiladero de Pancorvo como paso estratégico y van a intentar mantenerlo bajo sus manos.

    En el 837 Abderramán II entra en Toledo sofocando su rebelión. Poco después tres ejércitos se encaminan hacia el reino de Asturias. El primero ataca Galicia, el segundo se dirige hacia León y el tercero vuelve a golpear Álava y Castilla. En esta expedición se conquista una fortaleza, que probablemente sea Pancorbo. Pancorbo es la llave de Castilla y Álava y a partir de ahora este va a convertir el punto desde el cual se van a organizar todas las operaciones de saqueo por parte de los cordobeses. Habrá que esperar hasta los años alrededor del 870 para que Pancorbo vuelva a estar en manos asturianas.

    Y con esta importante plaza bajo su poder, Abderramán II organiza una aceifa en el 838. Esta expedición estaba comandada por Ubaid Allah ben al-Balesi, remontó el río Ebro, pasó por la zona de Villarcayo y asoló la región de Sotoscueva «consiguiendo una gran victoria».

    Sin descanso para los habitantes de Álava, el 839 Musa ibn Musa, el jefe del importante clan de los Banu Qasi que gobernaban el valle del Ebro en torno a Tudela y Zaragoza, penetra en Álava y la saquea.

    Poco después, en el 842 muere Alfonso II tras un largo reinado en el que había expandido su reino haciendo frente en la medida de sus posibilidades al su poderoso vecino sureño.

    El reinado de Ramiro I (842-850)

    Durante el reinado de Alfonso II, Ramiro I de Asturias (hijo de Bermudo I), fue nombrado gobernador de Galicia probablemente hacia el 830, ante la falta de descendencia propia de Alfonso II.

    Iglesia de San Juan Bautista de Bisjueces, estatuas de los Jueces de Castilla.
    Ramiro y su primera esposa Urraca fueron padres de Ordoño I de Asturias, y se encontraba en Bardulia para contraer nuevo matrimonio con Paterna, hija de un noble castellano, cuando sucedió la muerte de Alfonso II. En este momento Ramiro tenía ya cincuenta años. Estando aún en Castilla conoció también el encumbramiento del conde palatino Nepociano, casado con una hermana de Alfonso II, como rey. Ante este hecho, Ramiro regresa apresuradamente a Galicia, donde tiene gran cantidad de partidarios, reúne un ejército en Lugo y marcha hacia Asturias.

    Se produce un enfrentamiento entre sendas facciones entre Cangas de Onís y Tineo. Poco después, Nepociano es abandonado por los suyos y tiene que huir hacia Oviedo. Pero los condes Escipión y Sonna le alcanzan cerca de Pravia y le llevan en presencia de Ramiro I. El castigo para Nepociano consistió en sacarle los ojos y su posterior confinamiento en un monasterio. En el verano de este mismo año Ramiro es coronado rey en Oviedo a la manera gótica, dando vía libre a la sucesión hereditaria, abandonándose la elección. De él partirá la línea dinástica que perdurará durante varios siglos.

    En esta lucha, Ramiro fue apoyado por los magnates gallegos, mientras Nepociano es sostenido por los mandatarios astures, cántabros, castellanos (a pesar de que Ramiro estaba casado con una castellana) y vascones. La coronación de Ramiro I como rey no acabó con las conjuras palaciegas y el enfrentamiento de las diferentes tendencias que ya empezaban a apuntarse en el reino asturiano.

    Ramiro I es denominado el de la Vara de Justicia, porque hizo desaparecer a los bandidos de Asturias, sacó los ojos a los ladrones que capturaba y enviaba a la hoguera a los adivinos y magos. Además, durante su corto reinado tuvo que hacer frente a varias rebeliones palaciegas. Los enemigos externos también atacan.

    Los dos primeros jueces legendarios, Nuño Rasura y Laín Calvo, fueron nombrados en el año 842 y según la tradición, crónicas y obras literarias posteriores (como el Poema de Fernán González) fueron antepasados directos de Fernán González (en el caso de Rasura) y del Cid Campeador (en el de Calvo). Tal parentesco está apoyado únicamente en documentos literarios y no tiene aval histórico cierto.

    Et los Castellanos que vivian en las montañas de Castiella, faciales muy grave de yr à Leon porque era muy luengo, è el camino era luengo, è avian de yr por las montañas, è quando allà llegagan asoverviavan los Leoneses, è por esta raçon ordenaron dos omes buenos entre si los quales fueron estos Muño Rasuella, è Laín Calvo, è estos que aviniesen los pleytos porque non oviesen de yr à Leon, que ellos no podian poner Jueçes sin mandado del Rey de Leon. Et ese Muñyo Rasuella era natural de Catalueña, è Laín Calvo de Burgos, è usaron así fasta el tiempo del Conde Ferrant Gonçalvez que fue nieto de Nuño Rasuella
    Tit. Por qual raçon los fijosdalgo de Castiella tomaron el fuero de Albedrío.
    En el 843, el hijo de Abderramán II, al-Mutarrif vuelve con una expedición contra el norte peninsular. Pero el resultado no debió valer la pena y no volverá a haber acciones importantes hasta el 846.

    En el 844 llegan por primera vez los vikingos a las costas españolas. Primero desembarcaron cerca del actual San Sebastián y se adentraron en el naciente reino navarro capturando a su rey Íñigo Arista de Pamplona. Después realizaron un intento de desembarco fallido frente a Gijón y se dirigen hacia la Torre de Hércules (Brigantium), cerca de La Coruña. Mientras estaban saqueando La Coruña y Betanzos, fueron sorprendidos por un ejército asturiano y tuvieron que retirarse con la escuadra maltrecha y gran cantidad de muertos.

    Las cosas tampoco estaban fáciles para el emir cordobés: a las rebeliones del gobernador de Zaragoza hay que sumarles las incursiones normandas y la rebelión mozárabe en torno a Toledo al frente de San Eulogio y Álvaro (850).

    Ante los problemas internos cordobeses, Ramiro aprovecha para ampliar los límites de su reino llegando a León, antiguo campamento romano, que parecía una buena base para organizar una nueva zona de repoblamiento. Pero ‘Abd al-Rahman II, preocupado por este avance asturiano, envió a su hijo Muhámmad al mando de un expedición que tomó León (846). Los asturianos huyeron despavoridos, incapaces de hacer frente a las máquinas de guerra cordobesas. Muhámmad incendia León y abre grandes brechas en las murallas, retirándose después. León quedó desierta hasta varios años después.

    Ramiro murió en 850 en el palacio del Naranco, siendo enterrado en Oviedo, en el panteón de los reyes que había erigido Alfonso II, junto con su esposa Paterna. Durante el breve y tumultuoso reinado de Ramiro I se edifican las más notables construcciones del prerrománico asturiano: la iglesia de San Miguel de Lillo y el palacio de Santa María del Naranco. Además, cuatro siglos después, el arzobispo Rodrigo haría al rey Ramiro I protagonista de una famosa e irreal batalla, la batalla de Clavijo.

    Los años del reinado de Ramiro I suponen un parón de la repoblación por tierras de Castilla. En un ambiente de desorden y continuas rebeliones, aparecen en las leyendas los Jueces de Castilla. Sus nombres son Nuño Rasura o Rasuella y Laín Calvo e impartirían justicia entre los castellanos apoyándose en las costumbres y cuyas sentencias se denominaban fazañas, sin tener en cuenta el Liber Iudiciorum, de herencia visigoda, que se respetaba en el resto del reino asturiano. Posiblemente fueron dos, para que cuando uno de ellos viajara a la corte astur, otro se quedara en el condado para mantener la justicia.

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  • Fernando Díaz conde de Castilla y Alava

    Fernando Díaz conde de Castilla y Alava

    Fernando Díaz (fl. 917-924), conde y tenente en Lantarón y Cerezo. Hijo de Diego Rodríguez, aparece gobernando Latarón y Cerezo en 923.

    En 917, después de la muerte del conde Gonzalo Fernández, aparece como conde en Castilla un Fernando, sin mencionar su patronímico. Este conde Fernando pudo haber sido o bien Fernando Díaz o el conde Fernando Ansúrez.2​ En enero de 918, Fernando Díaz también aparece suscribiendo un diploma en la Catedral de León como Fredinandus Didazi, comes.

    Acompañó a las tropas de los reyes Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Pamplona en la conquista de La Rioja que fue definitiva en 924.

    Tuvo por lo menos dos hermanos: Gómez Díaz, alférez del conde Fernán González,​ y Gonzalo Díaz.

    Existe un documento datado el 28 de marzo de 913, reinando el rey Vermudo en León y el conde Fernando Díaz en Lantarón. Sin embargo, el año consignado es erróneo ya que en ese año no reinaba Bermudo II y en esas fechas, el conde todavía lo era Gonzalo Téllez. El historiador Gonzalo Martínez Díez corrige el año a 923.

    Hacia el Gobierno de Castilla

    En el año 919 aparece como conde de Álava Munio Vélaz, por lo que es factible que a partir de ese momento ya sólo fuera conde de Castilla. Acompañó al rey Ordoño II en su campaña de conquista de La Rioja en el verano del 923 en la que el rey leonés ocupó Nájera. En ese momento se produjo la fundación del monasterio de Santa Coloma en la que vuelve a aparecer el conde Fernando Díaz acompañando al rey y por delante de Álvaro Herramélliz, nuevo conde de Álava, el 20 de octubre del 923.5

    Su gobierno coincide prácticamente con el del rey Ordoño II y es posible que fuera destituido de sus cargos tras la muerte del rey Ordoño II (924) y que Fruela II nombrará nuevos condes. En Castilla y Burgos aparece Nuño Fernández, posible hermano del conde Gonzalo Fernández; en Álava, Lantarón y Cerezo gobierna el conde Álvaro Herramélliz.

  • Ramiro II de León

    Ramiro II de León

    Ramiro II de León, llamado el Grande ( 898-León, enero de 951), fue un rey de León entre 931 y 951. Sus enemigos musulmanes le llamaban el Diablo por su ferocidad y energía.

    Hijo de Ordoño II, a la muerte de su padre y tras ayudar a su hermano Alfonso a llegar al trono deponiendo a su primo Alfonso Froilaz, hijo de su tío Fruela II, se hizo con el dominio del norte de Portugal (926), al que añadió el de Galicia cuando murió su hermano Sancho en 929.

    Luchó activamente contra los musulmanes. Derrotó a las huestes del califa omeya Abderramán III en la batalla de Simancas (939).

    Juventud

    Tercer hijo de Ordoño II y Elvira Menéndez. Siendo niño se encomendó su crianza y educación a Diego Fernández y a su esposa Onega,​ un poderoso matrimonio residente en las tierras del Duero y más tarde en las del valle del río Mondego —centro de un núcleo de repoblación agrupado en torno al infante Bermudo Ordóñez, hermano de Alfonso el Magno, de quien Onega pudo ser sobrina—. Ramiro se ganó en pocos años la admiración entusiasta de las gentes de guerra, creando en torno a su persona la imagen del caudillo inteligente y atrevido a cuyo espontáneo homenaje se fueron sumando romances, coplas, leyendas y relatos populares.

    En 924 muere Ordoño II y hereda el trono su hermano Fruela II, que desplaza a los hijos de Ordoño II. Sin embargo, Fruela muere de lepra al cabo de un año, provocando un grave problema sucesorio que enfrentó a su propio hijo, Alfonso, con los hijos de Ordoño II.​ Alfonso Froilaz contaba con el apoyo de los nobles asturianos, mientras que Sancho, Alfonso y el propio Ramiro, los hijos de Ordoño II, tenían el respaldo de los magnates gallegos y portugueses, amén del apoyo del rey pamplonés Sancho I Garcés.

    La victoria correspondió a estos últimos, dividiéndose el reino:​

    León, para Alfonso, segundogénito del rey Ordoño, que reinaría como Alfonso IV de León y disfrutaría de la primacía jerárquica sobre sus hermanos.
    Galicia, hasta el Miño, para el mayor, Sancho Ordóñez, con el título de rey.
    La zona entre los ríos Miño y Mondego, en el norte del actual Portugal, para Ramiro, también con título regio.

    Bermudo Ordóñez y Diego Fernández murieron poco antes de 928, pero ya desde 926 el infante Ramiro se hacía cargo de la provincia, cuya frontera sur avanzó constantemente hasta llegar a la vista del Tajo desde sus centros principales de Viseo y Coímbra. Este territorio del norte del actual Portugal, con título de reino, fue adjudicado al joven Ramiro al finalizar la contienda sucesoria entre los Froilaz y los Ordóñez. El infante, que debía de contar por estos días los 25 años, estaba ya casado con Adosinda Gutiérrez, hija del conde Gutierre Osorio y Aldonza Menéndez, hermana del conde Osorio Gutiérrez.

    Alfonso, el futuro monje, se coronó solemnemente en León el 12 de febrero de 926. Once días después Ramiro, su hermano, se hallaba ya en Viseo, capital de su pequeño reino, donde quiso dar el primer testimonio de su realeza y el primer reconocimiento público de su deuda de gratitud y afecto a sus padres nutricios, Diego Fernández y Onega, ahora representados por su hija Muniadona Díaz y Hermenegildo González, esposo de esta, a quienes donó la villa de Creximir próxima a Guimarães, solemnizando el acto con la presencia y suscripción de dieciséis personajes que debieron ser el selecto grupo de su séquito oficial.

    En 929 muere su hermano Sancho y Ramiro es coronado rey de Galicia en Zamora, ciudad que inmediatamente convierte en su capital.

    En junio de 931, la muerte de Oneca, esposa de Alfonso IV, sumió a este en una gran depresión, por lo que llamó a su hermano Ramiro para que se hiciera cargo del trono leonés, manifestando su intención de retirarse al monasterio de Sahagún para practicar la oración.

    Comienzo del reinado

    Ramiro se hizo coronar en León, según la Nómina leonesa, el 6 de noviembre de 931. En 932 el nuevo rey se trasladó a Zamora con objeto de armar un gran ejército para socorrer a la ciudad de Toledo que le había pedido ayuda contra Abderramán III.3​ Sin embargo, por entonces Alfonso IV ya se había arrepentido de su renuncia al trono.​ A finales del 933 o principios del año siguiente, Alfonso se apoderó de León en ausencia de su hermano, con la colaboración de los nobles de Castilla y los tres hijos del difunto rey Fruela.​ Enterado Ramiro II de tales movimientos por mensaje del obispo Oveco, a quien había encomendado el gobierno en su ausencia, marchó sobre León con sus tropas y partidarios e hizo detener y encerrar en un calabozo a su hermano.

    La situación fue aprovechada por su primo Alfonso Froilaz y sus hermanos, los hijos del rey Fruela II el Leproso, para intentar acceder al poder. Sin embargo, el enérgico e inflexible Ramiro II contaba con el valioso auxilio del conde de Castilla, Fernán González, así como del rey navarro Sancho I Garcés. En pocos días dominó la situación y persiguió a sus enemigos hasta Oviedo, donde los derrotó. Tras capturarlos, ordenó que les sacaran los ojos a todos, incluido a su hermano, y los confinaran en el monasterio de Ruiforco de Torío.

    Ilustración idealizada del asalto y toma de Madrid por Ramiro II, publicada en el primer tomo de Historia de la Villa y Corte de Madrid (1860).

    Una vez afianzado en el trono, Ramiro prosiguió el proceso de conquista territorial en el sur del reino. Comenzó conquistando la fortaleza omeya de Margerit, la actual Madrid, a mediados de 932, en su idea de liberar a Toledo. Pero ya ocupadas por al-Nasir, tiempo antes, las fortalezas de la margen derecha del Tajo, Ramiro solo pudo desmantelar las fortificaciones de Madrid y depredar sus tierras más próximas, de donde trajo numerosas gentes, mientras Abderramán entraba triunfalmente en Toledo el 2 de agosto.

    Campañas militares

    Al comienzos del verano del año 933, el propio califa se presentaba con su ejército frente a San Esteban de Gormaz o Castromoros, de lo que Ramiro tuvo noticia por correos que le envió Fernán González. Una vez oído lo cual, según el cronista Sampiro, el rey puso en movimiento su ejército y salió contra ellos en un lugar llamado Osma, e invocando el nombre del Señor, mandó ordenar sus huestes y dispuso que todos los hombres se preparasen para el combate. El Señor le dio gran victoria, pues matando a buena parte de ellos y haciendo muchos miles de prisioneros trájolos consigo y regresó a su ciudad con señalado triunfo.

    El verano de 934, otra poderosa aceifa cordobesa marchó sobre Osma. Avanzando por el corazón de Castilla, llegó hasta Pamplona, donde obtuvo la sumisión de la reina Toda Aznárez de Pamplona. Volvió luego sobre Álava, Burgos y el monasterio de Cardeña —donde dio muerte a 200 monjes—, comenzando a retroceder desde Hacinas acosado por guerrillas y emboscadas. Ramiro llegó al Duero cuando el ejército cordobés ya había alcanzado Burgos y Pamplona. Tomó sin gran esfuerzo la fortaleza de Osma y esperó allí el regreso de su enemigo, que marchaba por el mismo camino de entrada. Los Anales Castellanos Primeros resumen la acción que subsiguió: Segunda vez vinieron los moros a Burgos, en la era 972 (año 934). Pero nuestro rey Ramiro les salió al encuentro en Osma y mató a muchos millares de ellos.

    Tres años después veremos al rey leonés actuando en apoyo de Abu Yahya o Aboyaia, rey de Zaragoza, a quien el califa acusaba de traidor y culpable principal del desastre en Osma. El cronista Sampiro abrevia así los hechos:

    Ramiro reuniendo su ejército se dirigió a Zaragoza. Entonces el rey de los sarracenos, Aboyaia, se sometió al gran rey Ramiro y puso toda su tierra bajo la soberanía de nuestro rey. Engañando a Abdarrahmán, su soberano, se entregó con todos sus dominios al rey católico. Y nuestro rey, como era fuerte y poderoso, sometió los castillos de Aboyaia, que se le habían sublevado, y se los entregó regresando a León con gran triunfo.

    Sampiro omite que el monarca leonés dejó guarniciones navarras en estos castillos, pues Ramiro contaba con el concurso y alianza del rey de Pamplona.

    La gran ofensiva cordobesa

    Después de la pérdida de la estratégica Zaragoza, es fácil comprender la airada reacción del envanecido Abderramán III, tantas veces humillado y castigado por un rey cristiano tan notable como escaso en recursos. Tras cercar y conquistar Calatayud, Abderramán se apoderó uno tras otro de todos los castillos de la zona. Al llegar a las puertas de Zaragoza, Abu Yahya capituló, acción que el califa aprovechó para emplearlo en una ofensiva contra Navarra que concluyó en la capitulación de la reina Toda que se declaró vasalla del califa.​ La vuelta a Córdoba la realizó el califa por tierras castellanas, que arrasó sin que Ramiro, que junto los condes de Carrión acudió en auxilio del conde Fernán González, pudiese impedirlo.

    En abril de 936, firmó una corta tregua con los cordobeses en la que se comprometía a no colaborar con el gobernador rebelde de Zaragoza, un tuyibí, y que rompió pocos meses después.

    A comienzos de 939, penetró en territorio andalusí, quizás para socorrer a la plaza rebelde de Santarém, que las fuerzas califales habían tomado el 20 de enero, pero sus huestes fueron derrotadas por un caíd.

    El califa Omeya concibió entonces un proyecto gigantesco para acabar de una vez por todas con el reino leonés, al que denominó gazat al-kudra o campaña del supremo poder. El Omeya reunió a más de cien mil hombres alentados por la llamada a la yihad. Desde la salida de Córdoba se dispuso que todos los días se entonase en la mezquita mayor la oración de la campaña, no con sentido deprecatorio, sino como anticipado agradecimiento de lo que no podía menos de ser un éxito incontrovertible.

    A la cabeza de tan imponente fuerza militar, el califa cruzó el sistema Central, adentrándose en territorio leonés en el verano de 939. Ramiro II reunió una coalición navarra, leonesa y aragonesa que aniquiló a los ejércitos del califa en agosto de 939 en la batalla de Simancas, una de las más destacadas de todo el siglo X.

    Abderramán III «escapó semivivo» dejando en poder de los cristianos un precioso ejemplar del Corán, venido de Oriente, con sus valiosas guardas y su maravillosa encuadernación, y hasta su inestimable cota de malla, tejida con hilos de oro, que el sobresalto del suceso no le dejó tiempo a vestir.​ Del campamento mahometano «trajeron los cristianos muchas riquezas con las que medraron Galicia, Castilla y Álava, así como Pamplona y su rey García Sánchez».

    Esta victoria permitió avanzar la frontera leonesa del Duero al Tormes, repoblando lugares como Ledesma, Salamanca, Peñaranda de Bracamonte, Sepúlveda y Guadramiro. En los años 940 y 941, los leoneses firmaron dos treguas con los cordobeses, que habían reforzado a su vez las defensas de la Marca Media.​ Los pactos, sin embargo, no acabaron por completo con los choques entre los dos Estados.​ En 942 sus fuerzas acudieron a colaborar con el rey de Pamplona, recientemente batido por el gobernador tuyibí de Zaragoza —liberado el año anterior por los leoneses tras dos años de cautiverio—. El primer choque favoreció a los cristianos, pero el segundo, librado cerca de Tudela el 3 de abril, les fue adverso.7​ En agosto el gobernador cordobés de Calatayud corrió tierras castellanas.

    La labor de gobierno

    Además de obtener tan señeras victorias y extender las fronteras del reino desde el Duero hasta las cercanías del Tajo, Ramiro II estabilizó y fortaleció el entramado administrativo, completando la tarea de asentamientos mozárabes y su organización, que, en algunas comarcas, como la cuenca del Cea, fue dirigida personalmente por el rey.

    Engrandeció la Corte con la creación del nuevo palacio real, la restauración del monasterio de San Claudio y la nueva implantación de los de San Marcelo y de San Salvador, contiguo al palacio real, todo ello bajo el patrocinio del monarca. Asimismo, se erigieron y dotaron convenientemente otros muchos monasterios en todo el territorio del reino.

    Normalizó el desarrollo de las funciones administrativa y jurisdiccional, planificando los cuadros personales de la curia regia y de otras instituciones subordinadas. Veló incluso por la autenticidad de la vida cristiana. Con tal finalidad se celebró en los primeros días de septiembre de 946, por iniciativa del obispo Salomón de Astorga y bajo la presidencia personal del rey, la gran asamblea de Santa María de Monte Irago.

    El conflicto con Fernán González

    En los últimos años de su reinado, Ramiro II tuvo que hacer frente a los afanes independentistas del condado de Castilla. Fernán González, que hasta entonces había sido la mano derecha del monarca, incurrió en la ira del soberano al violar la tregua con el califato omeya y hacer una incursión de saqueo.

    Tras encargar la repoblación de Peñafiel y Cuéllar al conde Assur Fernández, distinguiéndole con la merced de conde de Monzón, Fernán González se sintió agraviado, porque tal condado taponaba la expansión de su territorio hacia el sur. Junto con el conde Diego Muñoz de Saldaña, se declararon en abierta rebeldía en 943.

    Según Sampiro, «Fernán González y Diego Muñoz ejercieron tiranía contra el rey Ramiro, y aun prepararon la guerra. Mas el rey, como era fuerte y previsor, cogiólos, y uno en León y otro en Gordón, presos con hierros, los echó en la cárcel.» Efectivamente, al año siguiente Fernán González estaba ya encarcelado​ y en Castilla había sido reemplazado por su rival, Assur Fernández y por el segundogénito del rey, el infante Sancho, a quien Assur Fernández serviría de ayo y consejero. Tras este descabezamiento, las aguas volvieron a su cauce en Castilla y se impuso la autoridad regia.

    La prisión de Diego Muñoz, conde de Saldaña, pudo durar solo unos meses, mientras que la del conde de Castilla, Fernán González, debió de durar algún tiempo más, hasta la Pascua de 945. Ramiro II liberó al traidor, no sin antes hacerle jurar fidelidad y obligarle a renunciar a sus bienes.​ Para dar solemnidad a lo pactado, poco después se celebró la boda entre la hija del conde, Urraca Fernández, y su propio hijo y heredero, Ordoño.​

    Sin embargo, ya en libertad, Fernán González siguió proclamando su título condal, refugiado en la parte oriental de Castilla. Estas disensiones internas debilitaron el reino leonés, lo cual fue aprovechado por los mahometanos para lanzar varias aceifas de castigo con destino al reino cristiano. El arabista francés Lévi-Provençal sospechaba que durante estos años Fernán González pudo establecer algún tipo de amistad o de alianza con el califa de Córdoba. Las aceifas dejaron en paz a Castilla y se dirigieron hacia la zona occidental del reino. La de 940, capitaneada por Ahmed ben Yala, fue hacia la llanura leonesa; la de 944, mandada por Ahmed Muhammad ibn Alyar, penetró en el corazón de Galicia; la de 947 bajo el mando de Kand, un cliente del Califa, llevaba la misma dirección, aunque no logró pasar de Zamora; y la de 948 penetró hasta Ortigueira.

    Con tantas expediciones en contra, tan pertinazmente dirigidas hacia el núcleo del reino, Ramiro II hubo de concentrarse en el Occidente de su reino, descuidando mucho las tierras castellanas, lo que fue aprovechado por Fernán González para recuperar todo lo perdido. Tanto recuperó que las |relaciones no tuvieron otra opción que la de «mejorar», incluso hasta restituirle los viejos honores con el título de conde. El infante Sancho regresó a León y Assur Fernández volvió a su condado de Monzón.

    El ocaso del rey

    Sobrevinieron unos años de relativa tranquilidad, únicamente salpicados por las continuas aceifas musulmanas. En 950 el monarca leonés partió desde Zamora hacia su última aventura en tierras mahometanas, realizando una expedición de saqueo por el valle del Tajo en la que derrotó una vez más a las tropas califales en Talavera de la Reina, matando según Sampiro a doce mil musulmanes y apresando otros siete mil, además de obtener un rico botín.

    El rey de León, físicamente decaído, fue sustituido por su hijo, el futuro Ordoño III, quien prácticamente se hizo cargo de los asuntos del reino. Al regreso de un viaje a Oviedo se vio aquejado de una grave enfermedad de la que no conseguiría recuperarse.

    El último acto público de su vida fue su abdicación voluntaria en León, la tarde del día 5 de enero de 951, cuando el rey debía de contar unos 53 años. Creyéndose próximo a la muerte se hizo llevar a la iglesia de San Salvador de Palat del Rey, contigua al palacio. En presencia de todos se despojó de sus vestiduras y vertió sobre su cabeza la ceniza ritual, uniendo en el mismo acto la renuncia solemne al trono y la práctica de la penitencia pública in extremis con la misma fórmula que en su día pronunciara san Isidoro de Sevilla.

    Falleció ese mismo mes, reinando ya su hijo Ordoño III de León.

    Sepultura

    Recibió sepultura en la iglesia de San Salvador de Palat del Rey de la ciudad de León que formaba parte de un monasterio, hoy desaparecido, fundado durante el reinado de Ramiro II por su hija, la infanta Elvira Ramírez, que deseaba ser religiosa.9​ En el mismo templo recibieron sepultura posteriormente los reyes Ordoño III y Sancho I de León.

    Los restos mortales de los tres soberanos leoneses sepultados en la iglesia de San Salvador de Palat del Rey fueron trasladados posteriormente a la basílica de San Isidoro de León y colocados en un rincón de una de las capillas del lado del Evangelio, donde también yacían los restos de otros reyes, como Alfonso IV, y no en el panteón de Reyes de San Isidoro de León.​

    Matrimonios y descendencia

    Ramiro había casado primeramente con su prima hermana Adosinda Gutiérrez, hija del conde Gutierre Osorio y de Aldonza Menéndez, hija a su vez del conde Hermenegildo Gutiérrez y hermana de Elvira Menéndez, la madre del rey Ramiro.​ Ramiro y Adosinda fueron padres de:

    • Bermudo, muerto en su niñez, poco antes de enero de 941.
    • Ordoño, que le sucedió en el trono como Ordoño III de León.
    • Teresa Ramírez, la segunda esposa del rey García Sánchez I de Pamplona.

    Repudiada Adosinda, seguramente por imposición de la ley canónica, el rey contrajo un segundo matrimonio entre 933 y 934​ con Urraca Sánchez,​ hija de Sancho Garcés y de Toda Aznar de quien tuvo otros dos hijos documentados:

    • Sancho,​ que sucedió a su hermano Ordoño III en el trono titulándose Sancho I de León.
    • Elvira Ramírez,​ que profesó a temprana edad en el monasterio de San Salvador de Palat del Rey. Fallecida cerca de 986.

    Semblanza del monarca

    La personalidad histórica de este príncipe, una de las más destacadas y atrayentes figuras de la Edad Media, se nos presenta bajo el signo de un incesante quehacer: el mismo rasgo –labori nescius cedere: «no sabía descansar»- que, según la Historia silense, había caracterizado a Ordoño II, su padre.

    Pese a su carácter temperamental, Ramiro II fue un hombre de una profunda religiosidad, que en documento de 21 de febrero de 934, con ocasión de confirmar a la sede compostelana los privilegios otorgados por sus predecesores, se expresaba así: De qué modo el amor de Dios y de su santo Apóstol me abrasa el pecho, es preciso pregonarlo a plena voz ante todo el pueblo católico.

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