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El Hostigamiento a Tierra de Campos

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El hostigamiento a Tierra de Campos fue una serie de incursiones bélicas de carácter marcadamente antiseñorial, dirigidas por el obispo comunero Antonio de Acuña en la región de Tierra de Campos a comienzos de 1521, en el marco de la Guerra de las Comunidades de Castilla.

Acuña, tras afianzar la Comunidad en la ciudad de Palencia por orden de la Santa Junta, pasó a la acción directa a comienzos de enero de 1521. La primera localidad a la que acudió fue Frechilla. Allí tomó prisioneras a las autoridades de la Audiencia del Adelantamiento mayor de Castilla y nombró un corregidor comunero. A continuación, pasó a Fuentes de Valdepero y se apoderó de la fortaleza y sus bienes. El 10 de enero entró en Paredes de Nava y el 16 terminó uniéndose en Trigueros del Valle a las tropas de Juan de Padilla, quien había salido de Valladolid el día anterior con vistas a reconquistar las fortalezas de Ampudia y Torremormojón. Acuña, pues, participó en los combates entablados en estas dos localidades entre el 16 y el 21 de enero. De hecho, Torremormojón no tardó en capitular ante los rebeldes. Solamente Ampudia, gracias a sus murallas y a su castillo, pudo resistir unos cuantos días más.

Una vez resueltos estos dos focos de resistencia, las tropas de Padilla, Acuña y el conde de Salvatierra marcharon juntas sobre Burgos, con la esperanza de que de esa manera darían coraje a los comuneros de la ciudad para levantarse contra el condestable. Finalmente, la proyectada operación no pudo concluirse porque el levantamiento se adelantó dos días. El obispo comunero, algo desanimado, regresó a Tierra de Campos y se dedicó a proseguir varios días más con la ofensiva antiseñorial. Así, el día 23 cayó sobre Magaz, pero al no poder vencer la resistencia de la fortaleza, se contentó con saquear ferozmente la villa. Siguió su recorrido hacia Cordovilla la Real y Tariego —propiedades del conde de Castro y el conde de Buendía, respectivamente—, cuyos castillos se encargó de derribar para evitar que cayeran en manos del enemigo. Finalmente, Frómista vio finalizar la exitosa campaña de Acuña, aunque no de la mejor manera, pues debió sufrir el saqueo de las tropas.

Acuña en Palencia

El 23 de diciembre de 1520 la Santa Junta le encomendó al obispo de Zamora, Antonio de Acuña, la tarea de establecer la Comunidad de manera definitiva en las regiones palentinas. Al mando de 4000 peones y 400 lanzas, asentó su cuartel general en la localidad de Dueñas (sublevada en septiembre contra los condes de Buendía) y marchó a Palencia. Allí arrestó a los sospechosos o indiferentes a la causa, recaudó impuestos en un monto de 4000 ducados y constituyó un aparato político local fiel al movimiento. El día 25 nombró a Antonio Vaca de Montalvo nuevo corregidor de la ciudad, y teniente al licenciado Martínez de la Torre. El 28 ambos asumieron oficialmente los cargos respectivos.

Primeras incursiones

Tras establecer sólidamente la comunidad en Palencia, Acuña retornó a Valladolid, ciudad que desde hacía unas pocas semanas se había convertido en la nueva capital del movimiento. No permaneció allí muchos días; a comienzos de enero retornó a las tierras palentinas para dar inicio a sus incursiones bélicas.

Frechilla

El obispo de Zamora, al mando de 300 hombres, entró en Frechilla el 5 de enero. Allí se apoderó de los oficiales de la Audiencia del Adelantamiento de Castilla y de la esposa del licenciado Lerma, los cuales envió prisioneros a Becerril de Campos. No contento con eso, dio permiso a los soldados para saquear sus bienes —las pérdidas se calcularon en 2000 ducados de oro—, y liberar a los presos de la ciudad. A continuación el licenciado de la Torre, Juan de Lila, Francisco Gómez y un tal Corral ocuparon la alcaldía mayor y el alguacilazgo del Adelantamiento. Finalmente, el 10 de enero el bachiller Zambrano tomó posesión del corregimiento de la villa.​

Fuentes de Valdepero

El 6 de enero de 1521 tropas medinenses capitaneadas por un tal Larez y mandadas por Acuña, sitiaron el castillo de Fuentes de Valdepero. Luego de dos horas de asedio, Acuña ordenó a un grupo de soldados incendiar las puertas de la fortaleza, y a otro grupo disparar ballestas con tiros que llevasen estopas encendidas, para quemar así el vigamen del tejado.​ Andrés de Ribera conferenció entonces un rato con el obispo, pero sin resultados positivos. La refriega continuó y ocho escopeteros comuneros llegaron a perder la vida, por lo que Acuña, convencido de lo dura que sería la lucha, dio garantías a los sitiados respecto a sus bienes, esperando de ese modo que se rindiesen. Ribera aceptó y permitió a los atacantes ingresar a la fortaleza.

No obstante, Acuña no respetó el acuerdo, sino que saqueó la aldea, tomó prisioneros a los señores del lugar, el doctor Tello y su yerno Ribera (el mismo que había conferenciado con él horas antes), y los condujo a Valladolid. Los daños se calcularon en 20.000 ducados, 30.000 según el cronista Alonso de Santa Cruz.​

Monzón y Paredes de Nava

En Monzón de Campos Acuña entró a saco y pudo recaudar un total 20.000 maravedíes.​ Luego se presentó en Dueñas y finalmente en Paredes de Nava el 11 de enero. Allí celebró con los vecinos una concordia ofensiva y defensiva para que le auxiliasen cuando lo necesitase.

Reacción realista y enfrentamientos en Ampudia y Torremormojón

Cuando el condestable Iñigo Fernández de Velasco tomó conocimiento de las andadas del obispo de Zamora por Tierra de Campos, reclamó al almirante y al cardenal Adriano de Utrecht (con los que compartía la gobernación del reino), el envío de los soldados necesarios para detenerlo. Mientras llegaban, encomendó esta tarea a los condes de Castro y de Osorno, al mariscal de Frómista y a Juan de Rojas.

Pero los capitanes Francés de Beaumont y Pedro Zapata no esperaron órdenes desde la gobernación y en la mañana del 15 de enero partieron con sus 1300 infantes, 150 lanzas y 40 escuderos en dirección a la villa de Ampudia, propiedad del rebelde conde de Salvatierra, Pedro López de Ayala. Su toma ese mismo día produjo un gran desorden en el dispositivo montado por los comuneros en Tierra de Campos.

La Junta respondió enviando al toledano Juan de Padilla, el cual se unió con Acuña en Trigueros del Valle​ para formar un ejército de aproximadamente 4000 hombres.​ Los ocupantes de Ampudia, al tener noticias del inminente contraataque comunero, se refugiaron en Torremormojón, que los rebeldes recuperaron el 17 de enero luego de acordar con los vecinos el pago de un cuantioso tributo de guerra. Ampudia resistió varios días más gracias a la fortaleza de sus murallas y su castillo, pero finalmente capituló el 21 de enero.

Marcha hacia Burgos

Inmediatamente, Acuña, Padilla y el conde de Salvatierra marcharon con sus tropas en dirección a Burgos. Su plan consistía en animar a los comuneros burgaleses a levantarse contra la autoridad del condestable.​ La sublevación en cuestión tuvo lugar, pero no el 23 de enero, tal como estaba pactado, sino dos días antes, el 21. Este desfase permitió al virrey castellano al día siguiente restaurar el orden en la ciudad sin demasiados problemas. Las tropas comuneras, por otro lado, decidieron retirarse sin entablar hostilidades.

Continuación de la ofensiva antiseñorial

Tras el episodio de Burgos, el espacio geográfico de las incursiones de Acuña se trasladó ligeramente al este. Magaz de Pisuerga, Tariego de Cerrato, Cordovilla la Real y Frómista fueron, pues, los últimos objetivos del prelado antes de dirigirse al reino de Toledo.

Magaz

En la madrugada del 23 de enero Antonio de Acuña puso sitio al castillo de Magaz. Ocurrió que al verse incapaz de vencer la resistencia orquestada por García Ruiz de la Mota, dos horas antes de que amaneciese decidió ensañarse con la población. No dejó nada, ni un brocado, ni un maravedí, ni una cabeza de ganado, escriben sus enemigos. Robó los crucifijos, los ornamentos de las iglesias, inclusive el manto de la Virgen.​ De Palencia se enviaron diez escopeteros, diez caballeros y otros treinta hombres al mando del capitán Sant Román, con el fin de dar alcance a las fuerzas de Acuña y repartirse las cabezas de ganado.​ Cuando regresaban de noche a su ciudad Mota sacó al encuentro cinco caballeros, siete escopeteros y tres piqueros. El éxito fue total: recuperaron el ganado, capturaron a dos de los palentinos, mataron a otros tres, y el resto resultó herido. Mota pretendió ahorcar a uno de los prisioneros, que resultó ser el regidor Pedro de Haro, pero prefirió esperar la respuesta del condestable.

Cordovilla la Real y Tariego

Desde Torquemada, el obispo Acuña partió en dirección al castillo de Cordovilla la Real, propiedad del conde de Castro, y lo incendió. Tras este episodio, el 29 de enero saqueó Tariego de Cerrato, feudo del conde de Buendía. Al principio se pensó dejar una guarnición comunera en el castillo, pero ante el peligro de que cayese en manos del condestable, Acuña sugirió a la Junta la conveniencia de derribarlo y abandonarlo, junto con el castillo de Cordovilla.

Frómista

El próximo y último objetivo de Acuña fue la ciudad de Frómista, a la que entró el primer día de febrero. La población, envuelta en un clima de terror por la modalidad de lucha del obispo comunero, se comprometió a reunir un rescate de 500 ducados para evitar el pillaje. Pero cuando Acuña se percató de que no habían podido recaudar dicha cantidad, procedió a despojar a las iglesias de sus crucifijos, cálices, y patenas de plata.

Consecuencias

La muchas veces denominada «dictadura» del obispo de Zamora en Tierra de Campos permitió a los comuneros incrementar el tesoro de guerra, tanto por los impuestos que recaudaba en nombre de la Junta como por los saqueos a iglesias, castillos y aldeas pertenecientes a los señores:

El roba todos los lugares pequeños que puede y por ser perlado atrevese a las iglesias y dejalas sin cuidado de tener que guardar y a los lugares grandes rescatalos y componelos porque no les haga guerra acá.
Carta del licenciado Vargas al rey, fechada en Burgos el 2 de febrero de 1521.

Sus enemigos evocaron constantemente el ambiente de descontrol e inseguridad que reinaba a la región, que hacía recordar el reinado de Enrique IV. Por otro lado, estas incursiones bélicas dotaron al movimiento comunero de una las características más notables de su segunda etapa: el rechazo de un orden social basado en el régimen señorial.

Tras la revuelta, como fue común en todos los casos, sobrevinieron las repercusiones judiciales. Así, por ejemplo, cuando Andrés de Ribera recuperó la libertad en marzo eligió tres comisionados, Juan Álvarez de Torres, Diego Ruiz del Corral y Antonio de Miranda, para que recobrasen por su precio los objetos vendidos por los soldados de Acuña a vecinos palentinos. A principios de agosto de 1522 el juez pesquisidor Francisco Castañeda se presentó en Palencia para investigar las «cosas y cabsas tocantes» al saqueo a Fuentes de Valdepero. Acudió a la junta del cabildo celebrada el 14 de agosto, pues estaba interesado en la devolución de algunos objetos, entre ellos los tubos de un órgano, que, en cuarenta reales, compró el canónigo Lorenzo de Herrera a unos soldados. Herrera ayudó a Juan Álvarez en su comisión y se mostró dispuesto a devolver cuanto se le pedía, previo abono del importe. Hasta tanto que esto se hiciera, los bienes reclamados quedaron en depósito, según resolvieron los capitulares.

Otro caso lo ofrecen los concejos de Monzón y Valdespina, que en noviembre de 1522 reclamaron a Acuña 160 ducados que había obtenido de la localidad a fuerza de amenazas.

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