Vardulia o Bardulia es el nombre antiguo de las regiones que conformaban el territorio que finalmente pasaron a ser denominados con el nombre de Castilla territorio ubicado al norte de la provincia de Burgos.
El término Bardulia o Vardulia procede de la tribu prerromana de los bárdulos (o várdulos) que en época prerromana y romana poblaban la parte Oriental de la costa cantábrica (situados en la mayor parte de la provincia de Guipúzcoa). Algunos afirman que los várdulos también englobaban o bien terminaron asimilando a caristios y autrigones.
Se ha especulado que una posible expansión vascona (vasconización tardía), ocupando el actual País Vasco, entre los siglos VI-VIII d. C. ocasionara migraciones de este pueblo hacia lo que en documentos de la Baja Edad Media se llamará Bardulia.
La definitiva adopción del término Castilla aparece antes del siglo IX. En la Crónica de Alfonso III, donde, relatando las conquistas de Alfonso I, textualmente dice
Eo tempore populantur Primorias, Lebana, Transmera, Supporta, Carranza, Bardulia quae nunc appellatur Castella
(«…Bardulia, que ahora es llamada Castilla«).
Bardulia, entre el mito y la leyenda
La primera mención de Bardulies está en la Crónica de Alfonso III. Tras varias redacciones, aparecerá en otros textos cronísticos. Hay seis textos en que se llama así a Castilla.
Los cuatro primeros textos pertenecen a la Crónica de Alfonso III, en sus dos redacciones: «Bardulies qui (quae) nunc uocitatur (appellatur) Castella» y la «Barduliensem provintiam» a la que se encaminará Ramiro para tomar esposa y donde se hallaba al morir Alfonso II.
La Historia Silense, escrita en los primeros años del siglo XII, dice de Ramiro I:
«cum Bardulies, quae nunc Castella vocatur, ad accipiendan uxorem accederet».
También cita a Bardulia la Crónica najerense (mediados del siglo XII) y la falsificación de la donación a los obispados de Lugo y Oviedo (siglos XI-XII).
En la primera mitad del siglo XIII, Lucas de Tuy menciona dos veces a Bardulia.
Y Jiménez de Rada, en su alusión a Ramiro que al morir Alfonso II,
«in Bardulia pro accipienda uxore aliquandiu fecit moram»
y en otro lugar en que nos recuerda la redacción alfonsina al escribir:
«nobiles Barduliae, quae nunc Castella dicitur».
En la Primera Crónica General de Alfonso el Sabio se dice cuatro veces Bardulia.
Según los Anales Compostelanos, Albutaman fue muerto en la era 844 (año 806) en Pisuerga,
«quando venit in Bardulias».
Sánchez-Albornoz dice del nombre de Bardulia
«estaba difundido en la misma Castilla durante el siglo IX, lo que se aviene mal con su origen erudito».
y no cree que Alfonso III incurriera en error; pero sus palabras, sin embargo, no reflejan un total convencimiento:
«Es muy probable que Alfonso III no cometiera un error erudito al identificar Bardulies con Castilla».
Y se demora explicando cómo pudo llegarse a la ecuación Bardulies = Castilla primitiva;
«Si había error en la identificación de Vardulia y Castilla —escribe—, ese error estaba difundido en la misma Castilla durante el siglo IX, lo que se aviene mal con su origen erudito».
Bardulia y preludio a Castilla
El nombre de Bardulia ha designado diferentes territorios. Estrabón localizaba a los bárdulos ocupando la actual Guipúzcoa con parte de Álava y Navarra. En el siglo V, Hidacio presenta a los hérulos saqueando las costas de Cantabria y Bardulia. Pero en el siglo VIII Bardulia es referida en una crónica como de haberse desplazado hacia el norte de la provincia de Burgos y sur de Cantabria. La causa de este desplazamiento puede haber sido el poblamiento y conquista del actual País Vasco por los vascones durante el siglo VI, mientras la zona no estaba sometida por los visigodos.
Pero es a raíz de la caída del imperio y tras la toma bajo asalto del rey Eurico de Tolosa, de la mayor parte de la Tarraconense en 473 —en un movimiento en pinza a través de ambos extremos del Pirineo, en el que el dux Guterico tomó Pamplona, Calahorra y Zaragoza—, en que los abusos consecuentes del ejército de ocupación visigodo sobre la calzada romana aún en servicio y que unía ambas provincias del reino de Tolosa a su paso por tierras vasconas, que hicieron que el número de refugiados en tierras menos accesibles, como las de sus pagos várdulos, desbordara y les hiciera pedir refugio legal en los territorios hispanorromanos adyacentes hasta entonces correspondientes dentro de la vecina Cantabria, hasta que el gobierno legítimo de esta también cayó cien años después.
La creación o aceptación por parte de los monarcas Merovingios de la autoridad de duques vascos o Patricios romano-aquitanos en las zonas colindantes de la antigua Vardulia-Cantabria hace sospechar del alcance de su autoridad e influencia dentro de la Vardulia o Cantabria oriental. En todo caso, el estrato arqueológico de esos dos siglos inciertos demuestran que la influencia cultural y material sobre los anteriores territorios orientales del convento tarraconense de Cantabria, ducado visigodo después, pasaron a ser dominantes no ya por vascones del Pirineo o tierras del Ebro navarras, sino por otras de más allá de Aquitania.
A la caída del reino visigodo de Toledo, los invasores magrebíes pasaron a tomar posesión de los dominios militares en ducados o plazas fuertes de condes visigodos, bien por la fuerza o bajo tratados de aceptación de autoridad pero tributaria, como los que hicieron en la zona de Murcia-Villena el duque Teudomir, o más cercana, Ebro abajo, el conde hispano-godo Casius de la Rioja y sus hijos los Banu Qasi, o los condes de Estella y Olite, como muchos otros en Galicia y otros puntos. No sucedió lo mismo en Cantabria, cuyo duque opuso resistencia y tuvo que refugiarse junto a la población de las comarcas cántabras llanas de la meseta, de forma dispersa por sus dominios más recónditos, quedando la plaza fuerte y capital de Amaya arrasada. El ejército magrebí dejó guarniciones a lo largo de la calzada que unía el Ebro con la principal capital militar andalusí de la Meseta en Astorga, con lo que las zonas limítrofes también sufrieron bastante despoblación al estar los vecinos menos expuestos a levas y otros abusos de ocupación militar tras la cordillera, aunque el convento jurídico/ducado de Asturias tramontano llegó a estar ocupado, y Gallaecia-Galicia junto a León-Astorga (Asturias leonesa) aún estuvieron ocupadas unas décadas más.
No se sabe exactamente si el supuesto espathario real de Toledo e hijo del anterior duque de Astúrica, Fávila, Don Pelayo se encontraba refugiado en el territorio del vecino ducado de Cantabria —que comprendía la zona oriental de la posterior provincia de Asturias— ofreciendo al duque Pedro refuerzos en la defensa del posible asalto a su ducado por parte del caudillo bereber Munuza, o para desde allí iniciar la recuperación del dominio de Asturias. Lo que sí resultó de todo ello fue, la elección por otros nobles visigodos galaicos y astures aún bajo ocupación, a elevar a don Pelayo si no a la corona real de Toledo sí a ser su regente, al igual que los nobles ostrogodos habían hecho con Teya en Italia, y a las fuerzas islámicas a abandonar sus guarniciones avanzadas sobre la cordillera vulnerables a un bloqueo logístico y replegarse al pie de ella en la Meseta.
Alfonso I de Asturias y su hermano Fruela hicieron dos expediciones por el sector oriental del reino. Aunque las campañas fueron de saqueo y destrucción, parece que intentaron conservar las fértiles tierras de las márgenes del Ebro y en cuanto el primer emir Omeya, Abderramán I logró pacificar su emirato, envió sus ejércitos al mando de Badr hacia la marca oriental del reino asturiano en 767. Desde La Rioja, Badr remontó el río Ebro devastando la zona, y luego se ensañó con la llanada alavesa. En su retirada fortificó los puntos estratégicos con el fin de mantener el control de la calzada romana que surcaba el territorio.
Si en alguna parte resistieron las avanzadillas repobladoras asturianas, la dura campaña del 791 terminó por ahogar esos intentos de repoblación de la zona.