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Hernán Cortés, conquistador castellano

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En ese afán de las élites y las oligarquías de borrar la identidad castellana y de mezclar lo español que no es otra cosa que una unión de reinos, bajo una corona imperial, con lo castellano, la figura del gran conquistador Hernán Cortés ha quedado diluida en esa mezcla para muchos incomprensible de lo español y lo castellano. Mezcla interesada y partidista, en ese afán siempre destructivo de destruir la memoria y la grandeza de Castilla. Por tanto, el caso de este extremeño universal, súbdito de la Corona de Castilla no iba a ser menos.

Cortés era un personaje de transición, que realizó su conquista coincidiendo con los alzamientos comuneros en su patria natal, por tanto, su figura corresponde más a la de esa Castilla ya vasalla del emperador déspota, al servicio del imperio de la Casa de los Habsburgo, que los reyes posteriores modelarían como el reino de España. Un hombre audaz y aventurero, que supo buscar fortuna y jugarse la vida con una valentía indiscutible, pero que forma parte de ese periodo de transición indiscutible entre lo castellano y lo español, que tanta confusión genera.

Hoy hablaremos de ese castellano universal, de una figura incomprendida por la historia y muchas veces maltratada por intereses políticos modernos, que en nada hacen justicia a la historia y a la buena memoria de los pueblos.

Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano, I marqués del Valle de Oaxaca (nación en Medellín, Corona de Castilla, 1485 – y murió en Castilleja de la Cuesta, Corona de Castilla,  de diciembre de 1547), fue un conquistador castellano que, a principios del siglo xvi, lideró la expedición que inició la conquista de México que significó el fin del imperio azteca, poniéndolo bajo dominio de la Corona de Castilla, creándose a partir de ello la denominada Nueva España.

Nació en la ciudad extremeña de Medellín, en el seno de una familia de menor hidalguía.​ Decidió buscar fortuna en el Nuevo Mundo viajando a La Española y Cuba, donde por un corto período de tiempo fue alcalde de la segunda ciudad fundada por los españoles durante la tercera expedición a tierra firme, la cual financió parcialmente. Su enemistad con el gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar, provocó la cancelación del viaje a última hora, una orden que Cortés ignoró.

Llegando al continente, Cortés realizó una exitosa estrategia de aliarse con determinados grupos indígenas para derrotar a otros. También se enamoró una mujer nativa, doña Marina (la Malinche), que le ayudó como intérprete y con quien tuvo un hijo llamado Martín. Cuando el gobernador de Cuba mandó emisarios para apresar a Cortés, este los enfrentó y derrotó, al tiempo que enroló a la tropa que iba a arrestarlo como refuerzos para su expedición. Cortés mandó varias cartas al rey Carlos I a fin de que fuese reconocido su éxito de conquista en lugar de ser penalizado por su amotinamiento. Finalmente le fue concedido el título de marqués del Valle de Oaxaca, si bien el más prestigioso título de virrey le fue dado a un aristócrata de alto rango, Antonio de Mendoza y Pacheco. En 1541, Cortés retornó a España, donde falleció seis años después.

Hernán Cortés es considerado por sus revisionistas como un hombre de complejos matices, combinaba criterio y audacia, poseía gran resistencia ante la adversidad, valiente, astuto e inteligente, con un liderazgo fuerte y predominante entre sus huestes, carismático y seductor en el habla y que provocaba entre sus iguales un velado antagonismo.

Cortés tenía fama de mujeriego, tuvo 11 hijos de 6 mujeres, 4 de ellas eran nativas de Mesoamérica, entre estas La Malinche. La muerte en extrañas circunstancias de Catalina Juárez, su primera mujer a quien consideraba débil de salud e inútil, le adjudicó una negativa impronta que le perseguiría.

Durante la conquista supo demostrar crueldad ante la evidencia de traición amparándose con la fe cristiana de la manera más radical y no dudaba en aplicar los peores castigos a amigos y enemigos; pero a su vez, era benevolente con los vencidos. ​Gobernado por una gran ambición, aspiraba no sólo a ser considerado como parte de la nobleza española; sino a erigirse como un virrey en Mesoamérica y eso motivó su afán de conquista para ganar reconocimiento del rey déspota, rey Carlos V.

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